Uno es astro del futbol, el otro de los palenques, las ferias y los grandes auditorios. Sus públicos los han ovacionado tanto que los han convertido en iconos, cada uno en su ámbito. En el futbol nacional, Rafael Márquez ha sido reconocido por los Presidentes en turno desde que fue fichado por los clubes Mónaco de Francia y el Barcelona de España. Su ser tan capaz en las canchas llegó a costar 6.5 millones de dólares. En 2015, el Gobierno de Enrique Peña Nieto le perdonó una deuda con Hacienda a la fundación Futbol y Corazón que, en un juego de paradojas, el medio campista creó para combatir las afectaciones del narcotráfico en los niños. Un año antes, le dio dinero de la Sedesol. Ahora es el propio ídolo quien debe responder por vínculos con el tráfico ilegal de estupefacientes.
En paralelo a la vida del futbolista, Julión Álvarez era un intérprete del género llamado narcocorrido en cantinas de Mazatlán, Sinaloa, pero logró grabar un disco y luego, Televisa lo llamó a ser “coach” de “La Voz México”. Desde ahí despuntó. El Presidente Enrique Peña Nieto lo nombró como “un mexicano distinguido” en un acto público. Apenas en mayo pasado se tomó una “selfie” a su lado y la publicó en su red social Instagram. Es la misma imagen que el Mandatario borró la tarde de ayer cuando se conoció que el Departamento del Tesoro de Estados Unidos ubicaba a Márquez y Álvarez como prestanombres del lavado de dinero de una red criminal.
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RAFA MÁRQUEZ: EL ALTRUISTA VS EL NARCO QUE RESULTÓ ACUSADO
Ciudad de México, 10 de agosto (SinEmbargo).– Rafael Márquez pisó por primera vez el césped de un campo de futbol como profesional, el 19 de octubre de 1996, con la casaca del equipo Atlas. Era un adolescente de 17 años. Una década después, se había convertido en una de las joyas del futbol nacional y del mundo. En junio de 2017, Márquez anunció la fecha de su retiro. Sería una vez que concluyera la Copa Mundial 2018, en Rusia. Así que estaba por pasar a la historia del balompié como el segundo mejor jugador mexicano, sólo superado por la leyenda viva que es Hugo Sánchez, cuando un boletín del Departamento del Tesoro de Estados Unidos irrumpió para revelar su vínculo con el delito de lavado de dinero de un cártel de las drogas comandado por Raúl Flores Hernández.
A Rafael Márquez, nacido en Michoacán, se le reconoce técnica, clase, gran juego aéreo y dominio del tiempo-espacio en los 90 minutos. En su contra se ha dicho que se lesiona con frecuencia y muestra desesperación cuando el rival es superior. Con ventajas y desventajas, su nombre sólo había estado ligado a glorias. En esta carrera de patadas, la alusión al narcotráfico sólo asomó en 2015, cuando en una corte de Miami, el futbolista presentó una demanda con el fin de reducirle la pensión a su ex esposa, Adriana Lavat, y estar en posibilidades de viajar con los hijos de ambos a México. En el juicio, en un contexto en el que el país se consideraba “inseguro”, el fiscal le preguntó a Rafael Márquez si sabía que Joaquín Guzmán Loera “El Chapo” Guzmán se había escapado de la prisión a lo que él respondió: “Todo el mundo lo sabe”.
Apenas debutó como futbolista, el estilo de Márquez llamó la atención del otro lado del charco. En 1999, fue fichado por el club Mónaco de Francia por cuatro millones de dólares. Con el medio campista azteca en su onceava, ese equipo se convirtió en campeón de la liga y de la Supercopa de Francia. Después de su actuación en el Mundial de Corea y Japón 2002, Márquez fue evaluado como uno de los grandes astros del balompié mundial. En 2003, el Barcelona de España lo sumó a su plantilla. Ahí llegó a ganar 6.5 millones de dólares al año con lo que se convirtió en uno de los jugadores mexicanos mejor pagados en el extranjero. En ese momento, su salario semanal equivalía a 135 mil dólares anuales.
En México se convirtió en el entrañable ídolo, querido por los niños y los aficionados, así como por los Gobernantes.
Hoy, sus ingresos no sólo provienen de sus hazañas en la cancha. En 2005, Rafael Márquez creó la Fundación Futbol y Corazón A.C. que sólo durante el Gobierno de Enrique Peña Nieto ha recibido 77 millones de pesos en donativos; pero además, ha sido perdonada de pagar una multa por impuestos de más de cien mil pesos, según datos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, así como una lista de beneficiarios del Sistema de Ahorro Tributario, obtenida por Fundar Centro de Análisis y analizada por SinEmbargo.
En la contabilidad de Rafa Márquez esa fundación es clave. Comunicados del Gobierno federal y del Gobierno del Estado de Jalisco indican que esa asociación altruista ha recibido unos ocho millones de pesos de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), tanto en el Gobierno de Felipe Calderón Hinojosa como en el de Peña Nieto. Esta dependencia se encarga del combate a la pobreza y del otorgamiento de “becas” para las personas más desprotegidas.
En 2011, cuando Felipe Calderón Hinojosa estaba por dejar el poder presidencial, la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) informó en un boletín fechado en Downey, California, que el entonces Secretario, Heriberto Félix Guerra había decidido aportar un peso de la dependencia por cada peso que recibiera como donativo la fundación.
En ese comunicado, el equipo de comunicación social de la propia Sedesol relató: “Entre la algarabía de los alumnos de la escuela secundaria Warren, de la ciudad de Downey, California, sobresalían los gritos de ¡Rafa! ¡Rafa!, que luego se transformarían en un enorme coro de ¡Rafa, Rafa, Rafa!, el titular de la Sedesol y Rafa Márquez dieron la patada inaugural del breve torneo, en el que también se (buscarían) jóvenes talentos futbolísticos”.
En julio de 2014, cuando Enrique Peña Nieto, el Presidente emanado del Partido Revolucionario Institucional (PRI) cumplía dos años en el Gobierno, la Sedesol le hizo entrega en un acto público un donativo por dos millones 900 mil pesos. El evento lo presidieron el entonces Subsecretario de Desarrollo social y Humano de Sedesol, Ernesto Javier Nemer Álvarez, y el Gobernador de Jalisco, Aristóteles Sandoval.
Un año después, el Gobierno de Enrique Peña Nieto lo incluyó entre los perdones fiscales que beneficiaron a un puñado, apenas el 0.3 por ciento por ciento del total de contribuyentes del país. A algunos les redujo el pago de impuestos; a otros, de plano les condonó las deudas. Así, el nombre de Rafa Márquez dejó de pagar más de cien mil pesos por un crédito fiscal. Otros beneficiados fueron empresas como Casas Geo y Volkswaguen, un socio del empresario chino Zhenli Ye Gon y Elba Esther Gordillo.
El objetivo social de esta fundación –cuya primera piedra se puso en 2005- es justo lo que ahora se le señala al medio campista: el combate a la delincuencia relacionada con el narcotráfico. Su página web indica que busca “promover el desarrollo integral de niñas y niños de 3 a 16 años en distintas comunidades marginadas del país, con la finalidad de ayudar a mejorar su calidad de vida, promoviendo la igualdad de oportunidades y la disminución de vicios sociales como el alcoholismo, drogadicción, prostitución infantil y abusos”. La fundación tiene tres centros infantiles, uno en Tonalá, Jalisco; en el Salto Jalisco y en Zamora, Michoacán.
JULIÓN ÁLVAREZ: EL JUGLAR QUE JAMÁS HABÍA SIDO VINCULADO
Pese a ser uno de los exponentes más reconocidos del corrido que relata historias de narcotráfico y –dicho por él mismo- uno de los sustitutos de Valentín Elizalde quien murió acribillado después de cantar en una feria en Tamaulipas, Julión Álvarez jamás había sido vinculado con grupos de narcotraficantes hasta ayer cuando, resultado de una larga investigación, la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC por sus siglas en inglés) del Departamento del Tesoro de Estados Unidos lo señaló como prestanombres de una red al servicio del supuesto capo Raúl Flores Hernández.
Reconocido, admirado, con eventos a tope de público, en las listas de Billboard, la popularidad de Julión Álvarez creció de manera considerable cuando en 2014 fue invitado a participar como “coach” del programa “La Voz México”. Un año después, durante una gira por Chiapas, el Presidente Enrique Peña Nieto lo reconoció como “un gran ejemplo para la juventud mexicana”. El Jefe del Ejecutivo presentaba “Estrategia para el Desarrollo del Sur de México”.
En aquella ocasión, Peña Nieto exclamó: “A Julión Álvarez, muchas gracias, Julión. Un joven talento de Chiapas. Un joven que ha destacado, que ha representado a su tierra, y me da mucho gusto que sea un gran ejemplo para la juventud mexicana. Gracias, Julión, por estar aquí”. Y apenas el pasado lunes 7 de agosto, el Primer Mandatario subió a su cuenta de Instagram una fotografía con el cantante mientras realizaban un paseo por el Cañón del Sumidero, en Chiapas, acompañados por Manuel Velasco, Gobernador de ese estado. Pero aquella amistad que manifestaba Peña Nieto con Julión ha desaparecido. La imagen fue borrada en cuanto se supo que Julión estaba en problemas y había sido sancionado por el Gobierno de Estados Unidos.
Julión Álvarez es el forjador del género llamado “norteño-banda” que fusionó el sonido de la tuba con el del acordeón. Este “invento” musical surgió en Mazatlán, Sinaloa, aunque el intérprete no nació ahí; sino en La Concordia, Chiapas. Hijo del agricultor César Álvarez y la ama de casa, María Montelongo, el ahora cantante de la música popular mexicana desarrolló un gusto particular por la banda sinaloense cuyo principal exponente era la de El Recodo de Cruz Lizárraga.
Tenía 17 años cuando conoció al empresario Juan Carlos Flores que había llevado a la de El Recodo a Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Aldo Sarabia (Q.E.P.D.) le pidió que le hiciera “la segunda” y acto seguido, lo invitó para que se fuera con ellos de Chiapas a Sinaloa. Julio César se fue en el camión de los músicos. Viajó durante más de 30 horas por la carretera.
En la tierra sinaloense lo empezaron a llamar “Julión”, un apelativo común para manifestar compadrazgo o cariño. Y desde entonces, ese fue su nombre artístico. Él recorría las marisquerías de Mazatlán e interpretaba al lado de un tololoche. Desde entonces, entonaba corridos como el de “Malverde” (el santo mítico más popular de la región a quien se le adjudica haberle robado a ricos para darle a los pobres) y alguno más antiguo, como el de “Lamberto Quintero” (una de las leyendas del narcotráfico en Culiacán, la capital del estado, cuyos códigos de honor aún son recordados).
Primero se integró a la banda Mr. Lobo. Luego, lo llamaron para que junto con Oswaldo “Walo” Silvas, fuera el vocalista de la MS con la que grabó “Los claveles de enero”. Un desencuentro hizo que Julión dejara la banda y emprendiera su camino con el género de norteño banda. Así, grabó “El botas blancas”, “El Sr. Mayo Zambada”, “Julio Beltrán”, “Hombre de negocios”, “La buchona” o “Está de parranda el jefe”.
El 25 de noviembre de 2006, el cantante Valentín Elizalde cayó acribillado por ráfagas de metralleta después de haber actuado en la expo feria de Reynosa, Tamaulipas. El que lo mató usó un arma corta a muy breve distancia. Cientos de personas presenciaron este asesinato. En la escena, se encontraron más de 70 casquillos de tres calibres.
La Procuraduría General de la República le atribuyó el asesinato a Raúl Hernández Barrón, alias “El Flander I”, un ex militar del Ejército Mexicano que formaba parte del brazo armado del Cártel del Golfo, los Zetas, en ese momento comandado por Osiel Cárdenas Guillén.
Elizalde abrió su concierto con “A mis enemigos”, una letra que arranca con: ¿De qué se murieron los quemados? Y luego: “Siguen ladrando los perros, señal que voy avanzando. Así lo dice el refrán, para aquellos que andan hablando de la gente que trabaja y que no anda vacilando. Al que no le vino el saco, pídalo a su medida, conmigo no anden jugando”.
Desde entonces, Julión Álvarez captó el público que tenía el llamado “Gallo de Oro”. Incluso, en sus presentaciones le dedica pequeños homenajes.
Pero aun así, Julión Álvarez ha indicado que jamás ha sido vinculado con el lavado de dinero, ni ninguna otra modalidad relacionada con el narco.
El pasado mayo, le dijo al periodista Gustavo Adolfo Infante en una entrevista para el programa “El minuto que cambió mi destino” que su éxito no estaba basado en los narcocorridos, aunque no se podría desligar de ellos. “Yo sí lo puedo ver … La carrera de Julión Álvarez y su norteño banda. Los corridos y todo eso. Y lo veo como parte de la cultura mexicana. Los corridos desde la época de Pancho Villa y la Revolución Mexicana. Cuando arrancamos Julión Álvarez y su norteño banda eran un tipo de corridos muy diferentes, sí se ha puesto más destapado, más agresivo… O muchos de ellos, no todos. Antes eran muy sanos, podría decir yo, era el corrido del Chuy Mauricio, de “parranda el jefe”, “la imagen de Malverde”, eran todos los corridos que mesa tras mesa los cantábamos en todas la marisquerías. Y luego el de allá también los quería escuchar”.