A través de imágenes de alta resolución, los investigadores revelaron que las espigas en la superficie del SARS-CoV-2 son idénticas en un 97 por ciento a las del coronavirus RaTG13, su pariente más cercano conocido, que se encuentra en los murciélagos.
Ciudad de México, 10 de julio (RT).- Científicos del Instituto Francis Crick en Londres (Inglaterra, Reino Unido) que desean comprender la evolución del SARS-CoV-2 para ayudar a fabricar una vacuna que cure la COVID-19 han concluido que ese patógeno es consecuencia de la fusión de varios coronavirus diferentes, según publica la revista Nature Structural & Molecular Biology.
Gracias a la microscopía crioelectrónica, estos investigadores crearon la imagen más detallada jamás tomada de las espigas del microorganismo, unos picos funcionales que son proteínas en parte compuestas por azúcares que las células emplean para comunicarse e interactuar.
Así, las instantáneas de alta resolución revelaron que las espigas en la superficie del SARS-CoV-2 son idénticas en un 97 por ciento a las del coronavirus RaTG13, su pariente más cercano conocido, que se encuentra en los murciélagos.
Sin embargo, las pequeñas diferencias entre ambos coronavirus tienen un gran impacto en su capacidad de infección, ya que el SARS-CoV-2 es más estable y mil veces más eficaz para engancharse al receptor ACE2 de las células humanas, la proteína que supone "la llave de entrada" a nuestros cuerpos.
De esta manera, los especialistas del centro británico también concluyeron que es poco probable que el RaTG13 resulte dañino para el hombre por su incapacidad para infectar nuestras células a través de la enzima ACE2.
EVOLUCIONÓ DE FORMA NATURAL
Estos expertos destacan que su hallazgo no ayuda a aclarar el origen del SARS-CoV-2, un virus que ya ha matado a más de medio millón de personas, pero indica que evolucionó de forma natural y no es obra del hombre.
China ha rechazado repetidas veces las acusaciones de que este coronavirus se creó en un laboratorio de Wuhan, donde se considera que comenzó la pandemia mundial de COVID-19 el pasado diciembre.
Al mismo tiempo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) también ha rebatido varias veces esas alegaciones, al señalar que no existe evidencia de que el nuevo coronavirus se desarrollara en un laboratorio.