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Óscar de la Borbolla

10/06/2024 - 12:03 am

¿Todo es construcción social? (I)

Con Marx, comenzó a tambalearse lo natural de la naturaleza; el sistema de producción era una construcción social acompañada, además, por una manera de pensar, una ideología que para mantenerse, nos hacía creer que el estado de cosas era natural.

“No las había instituido dios, ni eran naturales, normales sino que habían sido el resultado de procesos sociales”. Foto: Europa Press

Hay categorías que nacen en libros de filosofía muy intrincados y, no obstante, terminan brincando a la calle, y uno se las encuentra como fórmulas de uso corrientes en las discusiones de café y hasta en las sobremesas familiares. Me refiero a conceptos como “deconstrucción”, “posmodernidad” o “construcción social”. De pronto todo es posmoderno: el arte, los políticos, los edificios y las prendas de vestir. Hoy todo es una construcción social e incluso, para que suene más elegante, se dice que todo es un “costructo social”. Esta categoría, que remite al marxismo e incluso, en sus formulaciones más complicadas al posestructuralismo de Foucault o al nuevo feminismo de Judith Butler “anda —como dice Joaquín Sabina— rodando ya por las aceras,” y me pregunto por la pertinencia de darle un poco de contexto, pues, temo dejar insatisfechos a los filósofos y no poder ser lo suficientemente accesible para el resto de los mortales. Me la jugaré, como hago siempre.

Hablar de que algo es una construcción social: el amor, la familia, el género, el sexo… no tiene sentido si uno no se remite a la categoría contraria: la naturaleza, y tampoco tiene mucho sentido si no se toma en cuenta la conversación que precede a este problema. Porque, en efecto, hubo un tiempo en el que se creía que cada cosa tenía una naturaleza, una esencia, un tipo de ser que determinaba el modo en el que las cosas eran. Había, según esta convicción que duró siglos, esclavos por naturaleza (Aristóteles), roles de genero (conductas obligatorias para varones y para mujeres), estructuras políticas (los reyes eran reyes por derecho divino), estructuras económicas naturales: normales: inmutables. Así son las cosas, se decía, todo lo que pasa es natural que pase: “todo lo real es racional y todo lo racional es real” (idea muy valorada por Hegel). Y, por supuesto, hubo muchos que pusieron en duda esta idea de naturalidad: todos los que se sublevaron, los que no admitieron en la práctica con sus acciones que debían resignarse a la suerte que les había tocado. Y también, por supuesto, hubo muchos pensadores que pusieron en duda la naturalidad, normalidad, de esta naturaleza, Pascal fue uno de ellos: “El hábito —nos dice en su libro Pensamientos— es una segunda naturaleza que acaba con la primera… Temo que esta naturaleza no sea más que un primer hábito”.

Pero quien decididamente hizo de su filosofía una cruzada franca contra la idea de que las estructuras sociales fueran naturales, y comenzó con la categoría “construcción social”, fue Marx, su materialismo histórico es un método para mostrar la historicidad de estas estructuras, como llegaron a ser; no que estuvieran ahí desde siempre y para siempre. No las había instituido dios, ni eran naturales, normales sino que habían sido el resultado de procesos sociales: los pobres no eran pobres porque tenían que ser pobres, sino porque remataban en el mercado laboral su única pertenencia, su fuerza de trabajo, y esta era mal pagada por el patrón que le extraía toda la plusvalía posible.

Con Marx, comenzó a tambalearse lo natural de la naturaleza; el sistema de producción era una construcción social acompañada, además, por una manera de pensar, una ideología que para mantenerse, nos hacía creer que el estado de cosas era natural.

Y el otro filósofo que asestó un golpe aún más destructivo a la idea de naturalidad fue Nietzsche, y lo hizo con una afirmación que aparece en sus Fragmentos Póstumos… Esta afirmación y el complemento de esta reflexión serán objeto de la próxima entrega.

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@oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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