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Antonio Salgado Borge

10/05/2019 - 12:05 am

El “nuevo Facebook”

Alguien podría argumentar que el giro pro-privacidad de Facebook es sincero y que obedece a una genuina preocupación por el impacto comercial de su mala imagen. En algunos países, particularmente en los más ricos, la cantidad de usuarios de esta red social se ha estancado o ha decrecido. Por ende, tiene sentido pensar que la propuesta de Zuckerberg busca garantizar la rentabilidad futura de su empresa. El problema con este argumento es que el actual modelo de negocios de Facebook está basado en el cultivo de información que posteriormente es comercializada a sus anunciantes. Si la información es encriptada -es decir, si ni siquiera Facebook puede acceder a ella, es difícil ver cómo podría comercializarla.

“La estrategia que transformará a su compañía durante los próximos años fue revelada por Mark Zuckerberg hace unas semanas, en una conferencia en Silicon Valley”. Foto: Jeff Chiu, AP

Pocas compañías han devaluado tanto y tan rápido su credibilidad en los últimos años como Facebook. Las documentadas formas en que esta plataforma recaba y mal usa la información de sus usuarios, su permisividad ante el discurso de odio o prácticas antidemocráticas, e incluso las teorías de conspiración, son todos factores que han cambiado el enfoque optimista o inocente que se tenía de esta red social. El resultado: Facebook es percibido actualmente como una amenaza que está haciendo del mundo un peor lugar.

La petición directa de Mark Zuckerberg de más regulación gubernamental, el bloqueo de Facebook de cuentas de incitadores de odio y el radical cambio de visión para proteger la privacidad dado conocer hace unas semanas son todos anuncios surgidos de este contexto. Las dos primeras ideas tendrían que ser bienvenidas; Facebook y las redes sociales deben ser regulados y los comentarios o publicaciones discriminatorios o que inciten a los crímenes de odio tiene que ser bloqueados de raíz. Sin embargo, la tercera de estas ideas, la nueva visión de Facebook enfocada en la privacidad, es mucho más controvertida y no necesariamente representa un buena noticia.

La estrategia que transformará a su compañía durante los próximos años fue revelada por Mark Zuckerberg hace unas semanas, en una conferencia en Silicon Valley. La idea central es alejar la atención del news feed abierto y colocarlo en grupos cerrados donde puedan ocurrir conversaciones encriptadas y eliminables. Parte de esta transición implica fusionar Whastapp y su tecnología con los servicios de mensajería de Facebook y de Instagram. Para Zuckerberg el resultado de esta transición equivale a pasar de una visión de “plaza pública digital” a una “cuarto de sala digital”; es decir, equivale a convertir a Facebook en una plataforma social enfocada en la privacidad.

La pregunta obligada es, ¿por qué habríamos de creerle a Mark Zuckerberg? Que Facebook anuncié su interés en convertirse en un guardián de la privacidad parece, de entrada, un mal chiste. Tan malo, probablemente, como la broma con que Zuckerberg intentó presentar su nueva visión ante el público que asistió a su conferencia: “Sé que no tenemos precisamente la mejor reputación en lo que respecta a privacidad actualmente, por decir lo menos”, dijo, esperando probablemente obtener risas de la audiencia. Pero el público no rió. Y es que Facebook enfrenta decenas de acusaciones muy serias de violación a la privacidad que incluyen escándalos como el caso de Cambridge Analytica, la cesión de información a grandes compañías privilegiadas o la lectura de mensajes privados.

Alguien podría argumentar que el giro pro-privacidad de Facebook es sincero y que obedece a una genuina preocupación por el impacto comercial de su mala imagen. En algunos países, particularmente en los más ricos, la cantidad de usuarios de esta red social se ha estancado o ha decrecido. Por ende, tiene sentido pensar que la propuesta de Zuckerberg busca garantizar la rentabilidad futura de su empresa. El problema con este argumento es que el actual modelo de negocios de Facebook está basado en el cultivo de información que posteriormente es comercializada a sus anunciantes. Si la información es encriptada -es decir, si ni siquiera Facebook puede acceder a ella, es difícil ver cómo podría comercializarla.

Hay al menos dos formas de responder a este predicamento. (1) La primera es afirmar que Zuckerberg decidió impulsar su visión de “cuarto de sala digital” sin tener todavía una estrategia para capitalizarla; es decir, asumir que para Facebook el proyecto viene antes que el negocio. (2) La segunda es que Facebook en realidad tiene una forma de capitalizar su nueva visión y que esta puede ser incluso más rentable que el modelo de “plaza pública digital”. Considerando los antecedentes, la primera de estas opciones se antoja sumamente improbable. Y es que si este fuera el caso Facebook no sólo se estaría estrenando como defensora de la privacidad, también estaría inaugurando una concepción no mercantil de sí misma. Por ende, es a todas luces más sensato revisar a profundidad si la segunda de las dos posibles respuestas planteadas arriba tiene sentido.

Por ponerlo de otra forma, ¿puede haber una lógica principalmente económica detrás de la visión de “cuarto de sala digital”? La respuesta, me parece, es un “sí” rotundo. Para ver por qué, consideremos que la nueva “visión” de Zuckerberg está moldeada a imagen y semejanza de WeChat, el análogo chino de Facebook. Tal como propone Zuckerberg, WeChat -desarrollada bajo la sombra del gobierno chino- depende fundamentalmente de interacciones privadas. Sin embargo, la revista The Economist reporta que WeChat no es extraordinariamente rentable y que la mayoría de sus ingresos provienen de juegos en línea. Lo que Facebook estaría buscando es tomar esta base para mutar hacia lo que algunos llaman un “sistema operativo para la vida”; esto es, un sitio donde centraliza todas las actividades sociales, económicas -como los pagos por tarjeta de crédito o incluso la posibilidad de una criptomoneda propia- y personales -desde las del cuarto de sala hasta las de la cocina-. Y ello sí que sería rentable.

Pero la integración que esta visión implica podría tener un beneficio comercial adicional: la unificación rápida de los servicios actuales podría ser una forma de evadir regulación que busque la separación de las partes de esta compañía. La mimetización total tendría el efecto doble de que volvería imposible para las agencias reguladoras partir a la empresa para evitar prácticas monopólicas y de aplastar, de una vez y por todas, a los competidores que han surgido en años recientes. Y mientras más grande sea Facebook, más probable es que, al menos en términos comerciales, logre evadir la regulación estatal que actualmente, en voz de su director, dice necesitar.

Facebook se prepara para responder a las amenazas existenciales más importantes a las que se haya enfrentado. Su mercantilización de la privacidad es uno de los principales problemas bajo la lupa. Considerando que parte de la estrategia de Facebook para salir de este aprieto pasaría por convertirse en una “plataforma para la vida”, y dado que este esquema moldearía en buena medida el futuro de nuestras interacciones sociales, económicas y nuestros espacios privados, estamos en un momento ideal para vigilar los siguientes pasos de este gigante con el fin de regularlos o dirigirlos. O, por ponerlo de otra forma, es momento de definir qué tipo de vida queremos representada en Facebook y el papel que queremos que Facebook represente en nuestras vidas.

Twitter: @asalgadoborge

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Antonio Salgado Borge
Candidato a Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Cuenta con maestrías en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y en Estudios Humanísticos (ITESM). Actualmente es tutor en la licenciatura en filosofía en la Universidad de Edimburgo. Fue profesor universitario en Yucatán y es columnista en Diario de Yucatán desde 2010.

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