“Cuando me voy me dan un beso y me dicen ‘tienes que ser fuerte mami, te queremos mucho’”, relató. “Son pequeños, pero saben que mi lugar está allí”, cuenta enfermera la unidad de cuidados intensivos de un hospital.
Por John Leicester
PARÍS, Apr 10 (AP).- “Debes ser fuerte, mami. Te queremos mucho”. Eso le dicen sus hijos a Aurelie Gouel, una doctora que trabaja en la unidad de cuidados intensivos de un hospital, cuando parte para cumplir su turno y tratar de salvar a pacientes en estado crítico por el coronavirus.
Pese a que tienen solo cuatro y seis años, los hijos de Gouel comprenden perfectamente lo peligrosa que puede ser la enfermedad, ya que su madre les ha hablado de ella y además es una de las más de 1.6 millones de personas que han contraído el virus en todo el mundo.
Los síntomas típicos –fiebre, tos, fuerte fatiga, dificultad para respirar– voltearon a Gouel en marzo.
“Fueron tres o cuatro días muy duros”, relata a la Associated Press.
Pero apenas mejoró un poco, volvió a trabajar en el hospital de París que atendió el primer caso fatal que hubo en Europa.
“Fue frustrante estar en casa y ver cuánto necesitaban mi ayuda los hospitales”, dijo la doctora de 38 años.
“Estudiamos para esto. El mundo nos necesita”.
En los meses brutales que ha habido desde que Francia reportó los primeros casos de coronavirus de Europa en enero y luego la primera muerte en febrero, el virus ha infectado a miles de médicos, enfermeras y demás personal de los hospitales de Europa, algunos de los cuales ya se han recuperado y están de nuevo atendiendo a pacientes.
“Es como lo que pasó en la Primera Guerra Mundial. La gente resultaba herida, sanaba y volvía al combate”, dijo el doctor Philippe Montravers, director de anestesiología y cuidados críticos del Hospital Bichat de París.
El hospital trató a un turista chino de 80 años a mediados de febrero que fue la primera persona de fuera de Asia que murió por el COVID-19.
“Sienten mucha culpa si se quedan en la casa”, dijo Montravers. “Apenas se sienten mejor, vuelven para ayudar”.
Mientras los científicos se afanan por descubrir los misterios del coronavirus, todavía no se sabe qué tan inmunes son las personas que ya padecieron el mal. Los trabajadores del campo de la salud que se recuperan y regresan a su trabajo lo hacen con una comprensión más profunda, y personal, del virus. Y también con cierto nivel de inmunidad.
Ese blindaje que impide un nuevo contagio puede hacerlos especialmente útiles en lo que se espera sea una batalla prolongada hasta que se descubra una vacuna.
“Ayuda mucho cuando vuelven a trabajar, sobre todo si están inmunizados. Eso es fantástico porque elimina la posibilidad de que haya una segunda ronda de infecciones”, declaró Julio Mayol, director médico de la Clínica San Carlos de Madrid. Casi el 15 por ciento de sus mil 400 empleados se contagiaron.
En la mayoría de los casos, los síntomas de coronavirus desaparecen en dos o tres semanas. A veces, no obstante, sobre todo en los ancianos y en las personas que ya tenían problemas de salud, el virus puede causar serias enfermedades, incluida neumonía, y la muerte.
Una de las que volvió al trabajo en Italia es Elena Pagliarini, enfermera que fue fotografiada desplomada ante la diagnosis, junto al tablero de su computadora, en una imagen que pasó a simbolizar el drama del país más golpeado por el virus, con más de 18 mil muertes.
También está Sebastien, un médico de la UCI de Bichat, el hospital donde trabaja Gouel. Sebastien no quiere que se publique su apellido porque teme que sus vecinos enloquezcan si se enteran de que él y su esposa, una cirujana en el quinto mes de embarazo, fueron contagiados.
Su infección fue tan severa que se pasó tres días “clavado a mi cama. Me sentía tan mal que no podía levantarme”.
Menos de dos semanas después, sin embargo, estaba de regreso en el hospital, a pesar de que los síntomas de su esposa habían aumentado.
“Estaba en muy mal estado. Fue internada el día que yo volví a trabajar”, dijo Sebastien.
“Me sentía un inúti. Tenía que trabajar. Me hubiese estresado mucho de haberme quedado en casa”, expresó. “Quería ayudar a mis colegas”.
Sebastian cree que desarrolló cierta inmunidad y se ofrece como voluntario para llevar a cabo tareas con alto riesgo de contagio en la UCI, como tomar muestras con hisopos o insertar broncoscopios en los pulmones enfermos de los pacientes para poder inspeccionarlos.
“Prefiero exponerme yo a que lo hagan colegas que no han sido infectados”, dijo Sebastien.
Gouel también dice que la posibilidad de que esté inmunizada la empuja a trabajar.
“Me siento más fuerte ahora”, comentó. “Si hay que hacer cosas con los pacientes más infectados, cosas riesgosas, es mejor que las haga yo y no mis colegas”.
El esposo de Gouel dice que se preocupó mucho cuando ella estuvo enferma, pero que apoyó su decisión de volver rápidamente al trabajo.
“Sabe que tendré cuidado, que no asumiré riesgos innecesarios, que usaré máscaras y guantes y que no generaré situaciones de peligro para mí ni para mi familia”, dijo la doctora.
Agrega que sus hijos saben que su trabajo es importante.
“Cuando me voy me dan un beso y me dicen ‘tienes que ser fuerte mami, te queremos mucho’”, relató. “Son pequeños, pero saben que mi lugar está allí”.