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Jorge Alberto Gudiño Hernández

10/03/2024 - 12:01 am

Estacionar el coche

Peor aún, hay varios estacionamientos que piden que uno no deje computadoras o aparatos electrónicos dentro del vehículo cuando se baja a hacer sus compras porque, al parecer, hay ciertos dispositivos capaces de detectar pilas de litio al interior de los coches.

“Y pensar que hay ciudades donde no cuesta estacionarse (…)”. Foto: Cuartoscuro

Es un mal propio de las grandes ciudades: los espacios para estacionarse son limitados y eso, en consecuencia, los encarece. Para colmo, en una ciudad como en la que habito, también se suma el problema de la delincuencia, así que dejar el automóvil en una calle solitaria con espacios disponibles no parece ser una buena idea. Hay quienes apelan a la suerte o se juegan el albur, pero podría costar más caro.

Una particularidad de este problema se relaciona con los centros comerciales y de servicios, sin importar su tamaño. Casi todos tienen enormes superficies destinadas a brindar el servicio del estacionamiento a sus clientes. Es una forma atractiva de llamarlos a comprar. Supongo que, en caso de no haber sitio para estacionarse, muchos desistirían de ir a determinado sitio para ir a otro. No es sólo la comodidad, sino esa idea de seguridad que se obtiene cuando uno saca el boleto de la máquina expendedora.

Digo que es una idea de seguridad porque no es del todo cierta. Hay sitios donde avisan, en letras minúsculas impresas en el dorsal del boleto o en una página web que nadie consulta, que no se hacen responsables por daños provocados por terceros (es decir, choques, rayones o similares), ni por objetos dejados en el interior de los vehículos y, en caso de robo total de la unidad, sólo cubren un porcentaje del mismo. En otras palabras, la idea de seguridad se diluye de a poco. Salvo por el coraje. A uno le pueden robar el espejo o la mochila lo mismo afuera que adentro del estacionamiento. Y se enojará. Y ese enojo se volverá coraje cuando el negocio se niegue a cubrir el costo.

Peor aún, hay varios estacionamientos que piden que uno no deje computadoras o aparatos electrónicos dentro del vehículo cuando se baja a hacer sus compras porque, al parecer, hay ciertos dispositivos capaces de detectar pilas de litio al interior de los coches. Entonces, el ladrón en turno pasa al lado de muchas cajuelas hasta detectar cuál hay que abrir para obtener su premio. Algo que, al parecer, la seguridad privada de los establecimientos no puede evitar.

Por eso es mejor llegar al súper, bajar todos los artículos electrónicos susceptibles de ser detectados y esperar a que lo dejen ingresar al establecimiento. A la hora de los robos, los daños, las chapas violades y demás, las discusiones con los estacionamientos suelen ser frustrantes e intransigentes.

Eso sí, que a uno no se le ocurra perder su boleto, pues le cobrarán una fortuna. Tengo un amigo especialista en esos extravíos. Está de acuerdo en que es su culpa, también en pagar la tarifa completa, como si hubiera llegado en la madrugada (pese a la enorme cantidad de cámaras de seguridad que podrían establecer la hora a la que se arribó, pero no detener a la delincuencia). Lo que le molesta demasiado es la multa. A veces equivale a 20 horas del costo del estacionamiento. Algo que bien podría no estar regulado. Se acaba pagando una fortuna por ir a comprar algo a un lugar determinado donde, por cierto, no se harán responsables de la mayoría de los incidentes que podrían sucederle al vehículo. Además, si se exige un comprobante, entonces inician un largo procedimiento administrativo que disuade a quien ya se quiere ir: pagará lo mismo y sólo obtendrá un comprobante que servirá de poco.

Los operadores de estas concesiones están haciendo un negocio redondo e impresionante aprovechándose de ciertos vacíos legales en torno al funcionamiento de estos sitios.

Y pensar que hay ciudades donde no cuesta estacionarse, pues el consumo en la tienda a la que se acude valida el uso de ese espacio.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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