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Ciudadanos cuentan cómo es vivir sin energía eléctrica en Venezuela a 3 días del apagón

10/03/2019 - 11:28 am

En Caracas, los cortes en el suministro eléctrico inmediatamente se notan: el volumen de peatones se incrementa exponencialmente debido a que deja de prestar servicio el Metro, medio de transporte subterráneo, subsidiado totalmente por el Estado, que diariamente moviliza a unos dos millones de usuarios.

En las avenidas del centro de la capital los semáforos dejaron de funcionar. Carros y motos se confundían en un zigzagueo sin sentido, mientras los peatones se agrupaban para poder cruzar por el rayado. Un hombre que iba a la vanguardia les decía a los otros: “vamos a pasar porque nos van a dejar aquí toda la vida”.

Caracas, Venezuela, 10 de marzo (RT/SinEmbargo).- Luego de tres días sin electricidad, tras el apagón que comenzó el pasado jueves, los revolucionarios venezolanos caminaban por el centro de Caracas, bajo un sol que azotaba la piel, como muestra de que su energía no se agota, a pesar de la contingencia.

Aunque oficialmente la marcha se inició en la avenida Libertador, arteria vial que une al centro de la capital con el este, y culminó en el Palacio de Miraflores, sede del Gobierno, a unos cinco kilómetros, buena parte de los que estaban allí habían caminado desde sus casas debido a que el Metro, el transporte subterráneo que recorre la ciudad de punta a punta, estaba fuera de servicio desde el jueves.

Ana Mata vive en Sabaneta, El Hatillo, una zona agrícola del estado Miranda, a seis horas a pie de Caracas, pero decidió venir porque necesitaba “salir de esa soledad”, razón por la que se unió a la marcha del ‘Día del antiimperialismo’, que se realiza luego de que el 9 de marzo de 2015, el entonces presidente de EU, Barack Obama, firmara el decreto que declaraba a Venezuela como amenaza “inusual y extraordinaria” para ese país.

Aunque oficialmente la marcha se inició hoy en la avenida Libertador, arteria vial que une al centro de la capital con el este, y culminó en el Palacio de Miraflores, sede del Gobierno, a unos cinco kilómetros. Foto: Nazareth Balbás/RT

“No tengo luz, cociné con leña, encendí velas y me vine a casa de un familiar. Tenemos un pueblo consciente, en paz, en otro tiempo se hubiera desatado la violencia”.

“LOS APAGONES NOS AFECTAN A TODOS”

Yuleinny Sánchez, trabajadora de Corpoelec, empresa eléctrica estatal también ha salido a manifestarse en contra del “sabotaje eléctrico”. Afirma que el corte de luz “afecta a todos: chavistas y opositores”.

“No se dan cuenta del grave daño a la población, este sabotaje trae gastos millonarios fuera del presupuesto. Al ser consultada por las aseveraciones de dirigentes opositores que relacionan la falla con falta de mantenimiento e inexperiencia de los técnicos, asegura que “están equivocados”.

“No atacaron el Guri, sino la parte electrónica y cibernética. Un científico puede alterar el sistema, no es por incapacidad del personal, que es altamente calificado y que hace su trabajo correctamente”, explica.

Asimismo, asegura que el Ejecutivo ha destinado parte del presupuesto nacional al área eléctrica. “Se han hecho inversiones, es muy fácil decir que es por culpa de personas que no están capacitadas”, sostiene.

FACTOR COMÚN: MARCO RUBIO

En el país la telefonía celular, al igual que Internet, se ha visto interrumpida. Sin embargo, los entrevistados mencionan un mismo nombre: Marco Rubio.

Apenas tuvieron acceso, debido a que la luz volvió por unas horas en algunos sectores de Caracas, entre el viernes y el sábado, constataron en las redes la serie de tuits que el senador republicano dedicó a Venezuela.

“Marco Rubio sabía en minutos lo que había pasado, mientras nuestro expertos estaban aún viendo de dónde provenía la falla”, expresa la trabajadora de Corpoelec. Por su parte, Moly Aguirre, profesora habitante de la avenida Fuerzas Armadas, que une al centro de la ciudad con el norte, dice estar “convencida” de que estas acciones forman parte de una “guerra no convencional que comprende el saboteo de los servicios públicos”.

“Vi los tuits de los líderes de la oposición de EU, cada vez que tuve acceso, me informé para evaluar las afirmaciones que se hacían de lado y lado. No soy una borrega”, agrega Aguirre, explicando que en medio de la contingencia hizo velas, mecheros con kerosene y vio las estrellas. “En esta marcha veo a una gente convencida de que la revolución va a continuar”.

“ACCIÓN MUY BIEN PLANIFICADA”

José Marín vive en Chacao, municipio opositor por excelencia en la capital, y enumera las razones que tiene para afirmar que la falla de energía no es un hecho ocurrido por azar.

“Esta es una acción internacional muy bien planificada. Solo hay que leer los tuits de Rubio, recordar que esta semana llegó el diputado Juan Guaidó. Estoy aquí para demostrarle a EU que cada día el pueblo resiste más, con valor y dignidad”, subraya.

Según explica, en su zona la gente salió a la calle, y se puso de acuerdo a pesar de su divergencia política. “Trabajamos colectivamente, nos organizamos, hicimos actividades y mantenimiento a los parques cercanos”.

José forma parte de un colectivo que agrupa a varios consejos comunales en los municipios de mayoría opositora de Chacao, Baruta y El Hatillo.

¿CÓMO VIVIÓ CARACAS EL APAGÓN?

Si bien el sábado fue el tercer día con fallas en el suministro eléctrico, el “mega apagón” comenzó el jueves, a la “hora pico”, como se le llama en Venezuela al lapso donde hay mayor congestión de vehículos y de personas que regresan a sus casas.

En Caracas, los cortes en el suministro eléctrico inmediatamente se notan: el volumen de peatones se incrementa exponencialmente debido a que deja de prestar servicio el Metro, medio de transporte subterráneo, subsidiado totalmente por el Estado, que diariamente moviliza a unos dos millones de usuarios.

En la capital venezolana, centro administrativo y político del país, los cortes de luz son menos frecuentes que en el resto del territorio, que se ha visto afectado por racionamiento de energía por razones climáticas, fallas en el sistema, falta de mantenimiento (según la oposición), o por el sabotaje o “guerra eléctrica”, como lo ha explicado el Gobierno.

Varias personas recargan sus teléfonos de un panel solar en Caracas, Venezuela, 10 de marzo de 2019. Foto: RT

El primer día de este apagón, que afectó a 18 estados venezolanos, Miguel Gómez, tuvo que caminar unos diez kilómetros desde Los Cortijos, en el este de Caracas, hasta Candelaria, en pleno centro. No sabía muy bien qué había pasado, pero quería llegar a su destino. Un trayecto que generalmente no se lleva más de media hora en Metro, se extendió por más de 120 minutos a pie.

En las avenidas del centro de la capital los semáforos dejaron de funcionar. Carros y motos se confundían en un zigzagueo sin sentido, mientras los peatones se agrupaban para poder cruzar por el rayado. Un hombre que iba a la vanguardia les decía a los otros: “vamos a pasar porque nos van a dejar aquí toda la vida”.  Aún no oscurecía.

Las unidades del transporte público de las empresas privadas, que han disminuido su flota debido a la crisis económica, estaban desbordadas de pasajeros que se  bamboleaban en los estribos. A las cinco de la tarde ya era imposible encontrar uno disponible.

MOVERSE SIN LUZ

La contingencia hizo que los autobuses de la plataforma estatal se habilitaran para trasladar a los caraqueños; también había camiones de cabina abierta donde se agolparon improvisados pasajeros, motocicletas con tres personas, un mayor tránsito de bicicletas. En la Plaza O’Leary, a unos trescientos metros del Palacio de Miraflores, sede del Gobierno, un motorizado le daba el aventón a un hombre con discapacidad que iba en su silla de ruedas. Todos querían llegar a sus casas.

A la altura de Capitolio, corazón de la ciudad, que se encuentra rodeado de instituciones públicas, comercios y avenidas, funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) dirigían el tráfico. A unos doscientos metros, en la avenida Urdaneta, custodiada por altos edificios donde se encuentran algunas sedes de ministerios, la oscuridad era tal que casi no se veía el pavimento.

En las cercanías de la plaza Candelaria, zona popular del centro de mayoría opositora, miembros orden público se agruparon para resguardar a la comunidad, a pesar de que han sido los más atacados por los propios vecinos en las protestas violentas de 2014 y 2017. La presencia de los cuerpos de seguridad del Estado se sentía en las calles, que fueron quedando cada vez más solas después de las 8:00 de la noche.

El apagón, además de eléctrico, fue comunicacional. Los servicios de telefonía celular e Internet dejaron de funcionar de manera continua después de las cinco de la tarde. La única manera de informarse era a través de los retazos de noticias que transmitía la radio. De esa forma, algunos venezolanos supieron que el apagón se debía a “una falla” en el Guri, la cuarta central hidroeléctrica más potente del mundo, que abastece al 70% del territorio venezolano, ubicada en el sur del país. Apenas era el primer día.

SEGUNDA JORNADA

Luego de una noche silenciosa, con velas y ventanas de edificios como ojos cerrados, la normalidad se empeñaba en mantenerse en la ciudad, a pesar de que casi el 100% de los comercios estaban cerrados.

Los venezolanos tuvieron que encender velas para alumbrar sus casa debido a la falta de suministro de energía. Foto: Nazareth Balbás/RT

En las calles, la gente se movilizaba para ir a sus trabajos, aunque no tuviera certeza de cuándo volvería la luz. El transporte público era escaso y el Metro seguía fuera de servicio. El centro de Caracas parecía un domingo festivo con muchos peatones, que se confundían con las cuadrillas del aseo y los funcionarios de seguridad del Estado.

En la plaza Bolívar, centro neurálgico del chavismo, las personas se fueron agrupando espontáneamente, tal como ocurrió tras el golpe de Estado de 2002 contra el entonces presidente Hugo Chávez, cuando hubo un “apagón informativo” por parte de los medios privados. Las informaciones de “radio bemba” se transmitían con rapidez.

Consuelo Laya, una caraqueña que vive en Ciudad Tiuna, urbanización de viviendas de interés social construidas por el Estado, se mantuvo toda la noche activa. Se desplazó por varios lugares para ver cómo estaba la situación. “A esta hora no me ha dado tiempo de comer”, decía ya en la mañana.

CARACAS PARECÍA UN PUEBLO

En una cafetería cercana, la única que funcionaba porque la abastecía de energía una planta eléctrica, se agolpaban quienes querían cargar sus teléfonos en los interruptores disponibles. La señal era intermitente y los mensajes tardaban horas en llegar a su destinatario, el acceso a las redes sociales aún era imposible.

La plaza Bolívar se fue llenado al pasar las horas. Abuelos, miembros de organizaciones sociales, la Fuerza Motorizada Bolivariana y algunos medios de comunicación estaban allí.

Después de las 3:00 de la tarde, Aristóbulo Istúriz, vicepresidente sectorial para el Desarrollo del Socialismo, afirmaba desde la tarima allí dispuesta que “el acto contra la electricidad” era “el más criminal que se había cometido. Es de lesa humanidad”, consideró.

“Están buscando muertos en los hospitales, si van al Hospital de Niños J.M. de los Ríos, está allí todos los medios internacionales, esperando la muerte de nuestros niños para culpar a Maduro”, denunció. En esa misma alocución, el dirigente chavista explicaba que el Gobierno había activado los mecanismos de emergencia en los centros de salud, tras el corte de luz.

Los presentes lo escuchaban atentamente. Uno de ellos contó que había ido al Hospital Materno Infantil de Caricuao y que vio en funcionamiento la planta eléctrica. En esta oportunidad las cadenas de WhatsApp, las fotos y los videos fueron sustituidos por el relato cara a cara.

En las calles cercanas, escenas que la tecnología y la cotidianidad habían alejado volvieron a verse: niños detrás de pelotas en canchas imaginarias, personas que sacaron a las aceras sus juegos de mesa, vecinos conversando bajo el sol de la tarde. Caracas parecía un pueblo.

Al caer la noche, en la ‘Esquina Caliente’, histórico bastión del chavismo, a solo pasos de la sede de la Asamblea Nacional y de la cancillería, dispusieron de un televisor, alimentado con una planta eléctrica, donde los presentes escuchaban atentamente las palabras del ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, después de 24 horas sin poder ver señal televisiva alguna. Las cabezas asentían mientras decía: “Todos los venezolanos debemos rechazar al unísono el ataque del sistema eléctrico”.

La noche fue cayendo nuevamente sobre la ciudad involuntariamente dormida. Aunque algunos cacerolazos y gritos contra Maduro se escuchaban en el centro capitalino, no hubo hechos de violencia. La necesidad de tranquilidad es común entre opositores y chavistas.

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