López Obrador rememora cómo Peña Nieto llegó a la Presidencia de México gracias al impulso “del grupo dominante, los que se sentían dueños de México”, quienes, dice, con la complicidad de Felipe Calderon allanaron el camino para el regreso del PRI en 2012.
Ciudad de México, 10 de febrero (SinEmbargo).– “Los hombres del poder” decidieron desde mucho antes de la elección presidencial de 2012 que Enrique Peña Nieto llegaría al poder. Así lo cuenta Andrés Manuel López Obrador en su libro ¡Gracias! (Planeta) al relatar un episodio en el que esta élite se reunió y sostuvo que no importaba si AMLO o Marcelo Ebrard fueran los candidatos, porque ya estaba decidido que llegara Enrique Peña Nieto.
El hoy Presidente relata que “unos días después del fraude de 2012, una mujer, amiga de Marcelo Ebrard, en una comida con los hombres del poder, buscando una justificación a lo sucedido en la elección presidencial, puso en la mesa esta interrogante: ¿qué hubiera pasado si, en vez de AMLO, el candidato de la izquierda hubiese sido Marcelo Ebrard?.
La respuesta, escribe, no tardó en llegar. La dio el obispo ya finado, Onésimo Cepeda, un aliado a la élite del poder que contestó: ‘No, niña, desde mucho antes decidimos que Enrique Peña Nieto sería Presidente’”.
Amante del lujo, el poder y los escándalos, Onésimo Cepeda Silva fue parte de la generación de religiosos que se mimetizaron con la clase política y empresarial de México al grado de ser llamado el “Obispo de las élites”.
Onésimo Cepeda también fue famoso por organizarse fiestas de cumpleaños donde asistía la élite política y empresarial de México. Por ejemplo, en su cumpleaños 70 años declaró que uno de sus amigos era el entonces candidato presidencial del PRI, Enrique Peña Nieto.
En ese sentido, López Obrador cuenta en su libro como esa élite del poder operó junto al Gobierno de Felipe Calderón Hinojosa para que Peña Nieto llegara a la Presidencia.
“Desde los tiempos del Gobierno usurpador de Calderón, el grupo dominante, los que se sentían dueños de México, empezaron a definir la estrategia para darle continuidad al régimen corrupto. Para ello echaron a andar hábilmente una operación de recambio con miras a las elecciones de 2012. Con ese propósito, durante todo el sexenio de Calderón, en sigilo, Salinas empezó a operar, haciendo mancuerna con Televisa para proyectar a Enrique Peña Nieto”, se lee en el capítulo “La campaña de 2012”.
López Obrador sostiene en su libro que el plan de esta élite fue lanzar a Peña Nieto al mercado “como si se trata de vender un nuevo detergente o un producto chatarra. Así construyeron, con este personaje, toda una telenovela con la participación de actrices, actores y conductores noticias que recibieron la consigna de protegerlo en todo”.
AMLO expone que pese al dinero y la coordinación de los medios tradicionales para apuntalar la candidatura de Peña Nieto, su campaña remontó la gran diferencia que mantenía con el priista. Incluso señala que llegó a ser el candidato con menos negativos, por lo que se pregunta. “Entonces, ¿en qué fallamos?”. Y él mismo se responde: “Voy a decirlo para satisfacción de nuestros malquerientes, que siempre buscan la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio: fallamos en no imaginar la gran cantidad de dinero que usarían nuestros adversarios para comprar los votos e imponer a Peña”.
En ese sentido, López Obrador cuestiona en el otro capítulo “Otra vez el fraude”, como ninguno de los consejeros ni magistrados electorales reparó en ese dispendio. “Viene al caso preguntarnos cómo, de 16 altos funcionarios que fueron nombrados para hacer valer la Constitución y las leyes en la materia, no hubo siquiera uno que actuara con dignidad y decoro”.
Y sobre Felipe Calderón señala: ”Termino este capítulo diciendo: pobre Calderón, infeliz. En vez de odio, merece compasión. Por más que repite y repite hasta el ridículo que actuó bien, no hay nada, absolutamente nada, que lo justifique. Llegó al poder de manera ilegítima, nunca probó que merecía ejercerlo, lo detentó para desgracia de muchos y se fue con el acuerdo de que sería protegido, pero sinceramente no creo que pueda vivir ni dormir con la conciencia tranquila”.