La fatiga o la debilidad muscular son los síntomas más recurrentes en los pacientes, junto con problemas para conciliar el sueño.
Ciudad de México, 10 de enero (RT/EFE).- Incluso seis meses después de recuperarse, la mayoría de los pacientes hospitalizados con COVID-19 aún presenta algún síntoma de la enfermedad, según un estudio realizado en un hospital de Wuhan, China, donde se detectaron los primeros casos de la infección por coronavirus.
La revista médica The Lancet publicó este viernes los resultados del que se cree que podría ser el estudio más grande de seguimiento de pacientes recuperados, según el cual el 76 por ciento de los pacientes que recibieron el alta han sufrido fatiga, insomnio, depresión, ansiedad o función pulmonar disminuida hasta medio El estudio de cohorte realizó un seguimiento clínico durante una media de 14 días a mil 733 personas que fueron dados de alta del Hospital Jin Yin-tan durante el periodo comprendido entre el 7 de enero y el 29 de mayo del año pasado.
Todos los pacientes, cuya edad promedio era de 57 años, fueron sometidos a exámenes físicos, pruebas de laboratorio y una medida estándar de resistencia. Además, a unos 350 también se les hicieron pruebas de función pulmonar, tomografías computarizadas de tórax y ecografías.
6-month consequences of COVID-19 in patients discharged from hospital: a cohort study https://t.co/arlzxmxi1Y @CastejonJM @canciotrujillo @SantasEnrique @Cardio_delaGuia @Medtorek @chemachir @MiquelPR @ToniTrilla @anto_simonetti
— Francesc Formiga🐜 (@FormigaFrancesc) January 9, 2021
A tenor de los resultados, el 76 por ciento de los individuos estudiados informaron de al menos un síntoma, “siendo la fatiga o la debilidad muscular el más frecuente”, seguido de problemas para dormir en el 63 por ciento de los casos. Por otro lado, más de la mitad de los pacientes presentaron “anomalías residuales en las imágenes de tórax”.
“Estos estudios mejorarán nuestra comprensión de la historia natural de las secuelas de la COVID-19 y de los factores o mediadores involucrados, y nos permitirán evaluar la eficacia de las intervenciones terapéuticas para mitigar las consecuencias a largo plazo de la COVID-19 en múltiples órganos y tejidos”, reza el estudio.
UN PERIODO DE CONTAGIO REDUCIDO PODRÍA PREVENIR CONTAGIOS
Una vacuna o un medicamento que reduzca el periodo de contagio de la COVID-19 podría prevenir millones de casos y ahorraría miles de millones de dólares, según un estudio publicado hoy en la revista Public Library of Science (PLOS) Computational Biology.
Si bien gran parte del debate público en torno a las vacunas para prevenir el contagio con el coronavirus y para el tratamiento de pacientes con COVID-19 se ha centrado en la prevención o cura de la infección, “las vacunas y medicamentos que puedan emerger podrían tener efectos más sutiles”, señaló el artículo.
Aún las vacunas y medicamentos que no sean capaces necesariamente de prevenir o curar la enfermedad podrían reducir el periodo en el cual una persona infectada es contagiosa, añadió.
“Puede que haya una tendencia a desdeñar las vacunas y otros tratamientos que no prevengan la infección con la COVID-19 o que curen la enfermedad”, señaló el investigador principal, Bruce Lee, del equipo de Investigación de Operaciones, Computación e Informática de Salud Pública (PHICOR).
The value of decreasing the duration of the infectious period of severe acute respiratory syndrome coronavirus 2 (SARS-CoV-2) infection https://t.co/FEK2RLfYQi #ploscompbio
— Đa Khoa Thế Kỷ Mới (@The_ky_moi) January 8, 2021
“Pero este estudio demostró que aún los cambios relativamente pequeños en el periodo durante el cual las personas son contagiosas pueden afectar significativamente la propagación del virus, con un ahorro de miles de millones de dólares y evitando millones de casos nuevos”, agregó.
Para determinar el valor potencial de un recorte del periodo contagioso, Lee y sus colegas crearon un modelo por computadora que simula la propagación del coronavirus, y lo usaron para explorar la forma en que una vacuna o un medicamento podría aliviar el impacto clínico y económico de la enfermedad.
El simulacro indica que la reducción de medio día en el periodo contagioso podría evitar hasta 1.4 millones de casos y más de 99 mil hospitalizaciones aún si sólo se administrara el tratamiento al 25 por ciento de las personas con síntomas.
Si se redujese el periodo contagioso en 3.5 días podrían evitarse 7.4 millones de casos, y si el tratamiento se extendiera al 75 por ciento de todas las personas infectadas podrían evitarse 29.7 millones de casos con un ahorro calculado en 856 mil millones de dólares.
James McKinnell, coautor del estudio, señaló que la investigación “muestra que los esfuerzos para el desarrollo de vacunas y medicamentos para la COVID-19 deberían enfocarse en el impacto que ayude realmente a contener la propagación de la pandemia, y no sólo en los beneficios para un paciente individual”.
“El tratamiento generalizado, combinado con otros esfuerzos de prevención, podría ser el factor decisivo”, añadió.
En el estudio también colaboraron científicos del Instituto Lundquist de Investigación del Centro Médico Harbor de la Universidad de California.
LOS TÉRMINOS MÉDICOS QUE HAN TRASPASADO LA CIENCIA
La COVID-19 ha hecho que algunos términos médico-científicos hayan traspasado el ámbito de la ciencia y llegado a la población general. A veces, este proceso funciona como un “teléfono escacharrado” y los conceptos llegan a la gente algo distorsionados.
No es extraño en estos días oír hablar a personas no profesionales de la medicina o la ciencia sobre la “tormenta de citoquinas”, y no siempre de forma correcta. Pues bien, vamos a tratar de aclarar y explicar de forma sencilla qué es lo que se denomina una “tormenta de citoquinas”. Con este nombre ya se puede intuir que no es nada bueno.
LAS CITOQUINAS
Las citoquinas son pequeñas proteínas liberadas por nuestras células que actúan como mensajeros entre las distintas células del sistema inmune (nuestras defensas). Se encargan de coordinar una respuesta inmune eficaz acorde a la infección y de regular la inflamación.
Existen unas cuantas y, mientras que unas llevan el mensaje de que hay que ser más enérgico en la respuesta (son proinflamatorias, p. ej. IL-1, IL-6, TNF, MCP-1), otras se encargan de decir “ya es suficiente, se acabó la batalla” (son antiinflamatorias, p. ej. IL-4, IL-10, TGF).
DOBLE FILO
Normalmente, cuando un microbio entra en el cuerpo, el sistema inmune lo detecta, se activan nuestras defensas y se elimina el germen. Una vez eliminada la amenaza, el sistema inmune se calma y vuelve a la normalidad.
Sin embargo, en algunos casos, el sistema inmune se descontrola y no hay forma de detenerlo. Tenemos al enemigo en casa. En este proceso, las citoquinas que animan (activan) a nuestras defensas a actuar aumentan considerablemente (se produce una tormenta) y su efecto no puede ser contrarrestado por las citoquinas que ordenan el fin de la batalla (las que desactivan las defensas).
El resultado es una respuesta inflamatoria descontrolada y generalizada que se retroalimenta positivamente y que puede dañar seriamente diversos órganos de nuestro cuerpo, tales como el pulmón, riñón, hígado o corazón, siendo potencialmente mortal. En otras palabras, el daño colateral causado por la respuesta inmune que intenta controlar la infección puede ser más peligroso que el propio microbio.
TORMENTA NO EXCLUSIVA
El término “tormenta de citoquinas” se ha dado a conocer de forma más general a raíz de la COVID-19. En este caso, algunos de sus efectos incluyen el ataque de las células inmunes a los pulmones, la coagulación de la sangre y el fallo de diferentes órganos de nuestro cuerpo. También se observa en los casos más graves un aumento en sangre de los niveles de algunas proteínas, especialmente ferritina, proteína C reactiva e IL-6.
La tormenta de citoquinas no es un concepto nuevo para los inmunólogos y médicos. Tormentas de citoquinas se producen en otras infecciones, en enfermedades autoinmunes (el cuerpo piensa que sus propios tejidos son invasores) y en personas con determinados genes “defectuosos”.
Por ejemplo, se piensa que la gran mortalidad causada por la “gripe española” de 1918 fue debida, en parte, a las tormentas de citoquinas que se produjeron en muchas de las personas infectadas.
Infecciones más recientes de gripe (2009-2014) y otros coronavirus (p. ej. la epidemia de 2003 del SARS) también produjeron tormentas de citoquinas en un número importante de pacientes.
También las bacterias pueden causar esta patología. Un ejemplo clásico es Yersinia pestis, una bacteria que ha producido diferentes pandemias de peste a lo largo de la historia.
BAJAR LA TORMENTA
La tormenta de citoquinas se inicia cuando se activan un gran número de leucocitos (macrófagos, neutrófilos y mastocitos) que liberan abundantes citoquinas proinflamatorias. Este proceso puede ser modificado o bloqueado con el uso de medicamentos, aunque no siempre se consigue.
Hay medicamentos que reducen de forma general la actividad del sistema inmune, por ejemplo, los conocidos antiinflamatorios, como los esteroides, que actúan sobre los leucocitos. Sin embargo, estas medidas son poco selectivas y a veces no funcionan. Además, reducir de forma general nuestras defensas puede hacer que el microbio que nos infecta se envalentone, vuelva a encontrarse a gusto en nuestro cuerpo y no podamos librarnos de él.
Una estrategia más eficaz es ser más selectivo e ir directamente a por los cabecillas de la sublevación, las citoquinas IL-1, IL-6 y TNF, entre otras. En este sentido, cada vez hay más tratamientos que modifican o anulan la actividad de esas citoquinas fundamentales para el establecimiento y desarrollo de la tormenta de citoquinas, pero que mantienen en gran medida al resto de las defensas operativas.
A pesar de que muchos de estos tratamientos todavía están en fase de experimentación, estamos convencidos de que la ciencia, como en otras ocasiones, finalmente dará con medicamentos eficaces para contrarrestar esta importante patología.
–Con información de The Conversation/Associated Press