El autor de Los ejércitos y La carroza de Bolívar vuelve a su aventura literaria contando la historia de un David Copperfield al revés, como si fuera Charles Dickens pero desdibujado por la narrativa del mal. Eri Salgado relata las caras que va adoptando el asesino y con ello va llevando al lector como si fuera una víctima de Toño Ciruelo.
Ciudad de México, 9 de diciembre (SinEmbargo).-Evelio Rosero dice que ha retratado el mal con Toño Ciruelo, un monstruo trastornado que es fruto de su imaginación, tal vez evocación de un hombre que conoció en la escuela y que en la adultez vio como delincuente y asesino en el periódico.
¿Qué habrá pasado con ese hombre?, se pregunta el autor colombiano, que en su reciente libro indaga desde la raíz, la infancia y juventud, el colegio y la universidad, el trabajo, los hechos nimios y complejos que configuran el rostro del asesino, un descenso al centro del mal que absorbe al lector y lo involucra ineludiblemente.
Evelio Rosero es un escritor colombiano que en 2006 obtuvo el Premio Nacional de Literatura, otorgado por el Ministerio de Cultura de Colombia. En 2007, con su novela Los ejércitos, ganadora del II Premio Tusquets Editores de Novela, cuando Evelio Rosero alcanzó resonancia internacional. Su novela se ha traducido a doce idiomas y se ha alzado con el prestigioso Independent Foreign Fiction Prize (2009) en Reino Unido y el ALOA Prize (2011), en Dinamarca. Tras recuperar en 2009 su novela Los almuerzos, Tusquets Editores publicó La carroza de Bolívar, recibida como su obra más ambiciosa y desmitificadora y Plegaria por un Papa envenenado, acerca del fallecimiento del Papa Juan Pablo I, Albino Luciani, cuyo pontificado duró sólo treinta y tres días.
–¿Toño Ciruelo es un personaje de novela o lo conociste?
–Lo conocí en un sentido amplio. No a Toño Ciruelo, sino a un amigo, muy cercano, él se fue a otra ciudad, a Barranquilla y terminó convirtiéndose en un asesino. Después de muchos años lo vi en un periódico y fue una sorpresa mayor, un gran impacto para mí. Nunca pretendí acercarme literariamente a él, pero pasaron muchos años y por fin me acerqué al tema en esta novela, pero no tiene que ver con su vida ni con lo que pasó. Solamente el impacto humano que recibí, esa dimensión de saber que alguien que estudió conmigo se convirtió en un asesino.
–Es una novela de como el hombre se va convirtiendo en un asesino
–Así es. Es la evolución, una investigación, un ahondamiento en su infancia, no pretendiendo encontrar causas, para mí una causa directa puede ser la sociedad, pero él no viene de una familia mísera, es hijo de un senador, pero avisa desde la infancia ciertos comportamientos que van a desembocar donde desemboca la novela. Una serie ininterrumpida de crímenes, de acercamientos al mal.
–Este hombre que cuenta la historia, Eri Salgado, es amigo de él, pero a veces trata de alejarse de él…
–Es una especie de alter ego mío, que se parece al autor, pero no deja de ser al mismo tiempo un personaje. No es el mismo Evelio Rosero que escribió Los ejércitos, tiene muchos problemas y sin embargo su mayor angustia es sentir admiración por alguien que es malo. Toño Ciruelo es representativo del mal, sin embargo lo admira, lo sigue, digamos que es en cierto modo pasivo, sumiso frente a su presencia.
–También siente un poco de desprecio
–Sí, a veces siente aversión total. ¿Cómo no? Eri es totalmente opuesto a Toño.
–¿Escribir esta novela tiene alguna aspiración social, política?
–Ese tipo de aspiraciones jamás me las propongo. Aparecen allí a medida que va transcurriendo el desenvolvimiento del argumento, pero no me propongo ese tipo de cosas. Como decía Stendhal es un espejo que va reflejando la realidad. Y ahí está en Ciruelo, como en Los ejércitos, mi país, de una u otra manera. Cuando terminé esta novela, en octubre del año pasado, pasó un mes y hubo un asesinato por parte de alguien de la oligarquía, que mató a una niña indígena, la torturó, la violó y la mató. Ese asesinato conmocionó a toda la sociedad y me hizo pensar que la realidad, por lo menos en Colombia, estará por encima de la ficción. Siempre asombrará más.
–Hay algún personaje de la literatura que te haya inspirado. Pensé mucho en Dostoievski, al leer Toño Ciruelo
–No lo sé. ¿En qué novela de Dostoievski pensaste?
–En Los demonios…
–Sí, claro, tienes razón. Siempre dije que Dostoievski y los rusos del siglo XIX son los autores que más admiro y releo. Claro que con un personaje tan malo, creo que me iría a Yago, de Shakespeare, ese personaje malísimo que origina toda la tragedia. Me parece un personaje pérfido, aunque es otro tipo de maldad.
–Me pareció también un anti-David Copperfield, contrastando a Charles Dickens…
–Sí, puede ser. Por supuesto, lo leí de adolescente, tengo vagos recuerdos de Dickens, pero leí con mayor interés a Conan Doyle, los misterios de Sherlock Holmes. Lo leo y lo releo, creo que uno despierta su interés por una obra cuando la relee.
–¿Te planteaste con Toño Ciruelo seguir una línea moral mientras contabas la historia?
–No, voluntariamente no; esos planteamientos no me los hago, los descubren los lectores. A veces tengo mis propios argumentos, pero termino haciendo todo lo contrario. En el caso de Toño Ciruelo, esos cuadernos que aparecen al final de la obra, esos paisajes que él describe, tantos íntimos como geográficos, son otro mundo completamente distinto a lo que venía relatando Eri. Para mí ese momento fue muy difícil porque tuve que encontrar otra voz, que era la voz de Toño Ciruelo y convencer con esa voz, ese egoísmo que identifica a cualquier asesino, ese narcisismo, se creen superiores a la humanidad y hacen el daño posible, si no dan la vida –como dice él- dan la muerte.
–¿Te saliste ya de Toño Ciruelo?
–Sí, cuando puse el punto final, no más sueños con Toño Ciruelo, pero quedé vacío, con una sensación, de zozobra, de frío total. No he escrito nada en todo el año, pero estoy dedicado a la alegría de poder leer y releer libros que me gustaron, viajar, en fin, ya aparecerá tarde o temprano otra novela. Estoy promoviendo esta novela y en general estoy contento, cuando me encuentro con la gente que leyó la novela. En general los periodistas leen la contratapa, el resumen que hace el editor y ya está. Eso es un poco triste para mí, es difícil, pero ya estoy acostumbrado.
–¿Qué dirías de esta novela en relación con tus otras narraciones?
–No sé si es porque esta es la última novela, más allá de mi trayectoria como novelista, estoy muy contento con el resultado porque me acerqué a lo que yo me proponía y es en ese caso lo más alto a lo que he llegado.