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REVISTA ARTES DE MÉXICO | Imágenes de la Conquista: El Libro XII del Códice Florentino

09/12/2017 - 12:03 am

La historia de nuestro origen como mexicanos inicia en la Conquista, momento en el que se crea una nueva realidad, producto del encuentro violento y creativo entre los pueblos indígenas mesoamericanos y españoles.

Por Diana Magaloni

Ciudad de México, 9 de diciembre (SinEmbargo).- Los escasos tres años que transcurren desde la llegada de Hernán Cortés a la costa de Veracruz en 1519 y la toma de la poderosa México-Tenochtitlan en 1521 están marcados por una visión distorsionada que hace ver a los invasores, superiores a los pueblos indígenas. Se ha extendido una interpretación simplista y ficticia de este acontecimiento, como si sólo se tratara de un imperio poderoso que es derrotado por un pequeño grupo de soldados españoles que fueron vistos como seres sobrenaturales.

La historia de la Conquista ha empleado fundamentalmente fuentes documentales europeas, y ha excluido la comprensión de las fuentes históricas indígenas. Albores de la Conquista se suma a una historiografía más reciente, iniciada por Miguel León-Portilla, para entender la visión indígena de la Conquista.

Al constatar la profunda transformación que trajo consigo la llegada de los europeos y sufrir la pérdida de su historia con la destrucción de sus ciudades y templos, pero sobre todo, la quema de sus más preciados libros pintados, los habitantes de pequeños centros y grandes ciudades se dedicaron a volver a pintar y escribir su historia. En nuestros archivos, tenemos miles de estos documentos que dan testimonio de la gran empresa creativa indígena del siglo xvi. El resultado más importante de este esfuerzo por recuperar la dignidad de una cultura es el Códice Florentino realizado entre 1575-1577 en Tlatelolco. La gran obra fue concebida como una enciclopedia, en doce copiosos volúmenes, que abarca todos los aspectos de la vida y cultura de los antiguos pueblos nahuas del centro de México. Los doce volúmenes manuscritos ocupan dos columnas paralelas, la original en náhuatl está a la derecha, la traducción resumida al español, a la izquierda. Están acompañados por pequeñas pinturas, enmarcadas de brillantes colores en su mayoría. Fueron realizados por fray Bernardino de Sahagún de la Orden de San Francisco y un grupo de intelectuales indígenas, quienes escribieron los textos en náhuatl y pintaron las imágenes.

Albores de la conquista. Libro XII del Códice Florentino. Foto: RAM

La composición y supervivencia de la historia de la Conquista en el Libro xii del Códice Florentino es una historia fascinante. Fue transcrita primero al náhuatl alfabético antes de 1555, a sólo ocho años de la victoria española. Sahagún supervisó su traducción al español entre 1575 y 1577, dejando espacio para las imágenes pintadas dentro del cuerpo del texto. Los pintores (tlacuiloque) empezaron a insertar el delineado de las pinturas entre 1576 y 1577, pero el proceso fue abruptamente interrumpido cuando la Inquisición en el Nuevo Mundo consideró el códice sospechoso y lo envió a España en 1578. De esta forma, el Libro xii se produjo bajo una gran tensión política y presión de tiempo.

Lo excepcional de la historia de la Conquista en el Libro xii es que podemos percibir la manera en la que Sahagún, como religioso y europeo, entiende el mundo indígena, y su lectura de la Conquista como un evento guiado por la Providencia. Al mismo tiempo, en el texto náhuatl y en las pinturas, apreciamos la voz indígena, que se revela profundamente objetiva y programática, ya que interpreta los hechos como proyección del futuro en el nuevo orden político.

Debemos considerar que la tradición de escribir e interpretar la historia era diferente. Los españoles, especialmente la orden religiosa franciscana a la que pertenecía Sahagún, creían que la Biblia era el punto de origen y fin de la comprensión de la historia. Las acciones humanas estaban predeterminadas. Así como el Antiguo Testamento prefiguró la llegada de Cristo y con ello el Nuevo Testamento, todo gran evento histórico debía tener un antecedente luminoso en el libro sagrado. Los religiosos consideraron que los pueblos americanos habían sido descritos en el Antiguo Testamento y que eran la tribu perdida de Israel. También creían que, si esta tribu era convertida al cristianismo, llegaría el milenio de paz prometido como consecuencia del fin del mundo en el Apocalipsis. La Conquista y sus horrores estaban previstos en el libro sagrado y eran necesarios para la conversión de los indios. Incluso la epidemia fue imaginada como señal de la pronta llegada del milenio de Cristo.

Albores de la conquista. Libro XII del Códice Florentino. Foto: RAM

Los pueblos indígenas creían también que la historia humana era el reflejo de eventos de fuerzas sobrehumanas. Los antiguos libros pintados con imágenes significativas y poderosas (la escritura alfabética llegó con los españoles a Mesoamérica) narraban cómo las fuerzas cósmicas, asociadas a las direcciones este, oeste, norte y sur en el espacio, y a los ámbitos sagrados del supramundo y el inframundo, eran las causantes de la historia. De esta forma, desarrollaron un sistema que ayudaba a dilucidar qué fuerzas o deidades influían en los sucesos, de dónde provenían en el espacio —ya que cada región tenía características metafísicas particulares—, y cuáles eran las posibles consecuencias de su influencia sobre los seres humanos. Este sistema, que llamamos calendario adivinatorio y en náhuatl Tonalpohualli, servía para interpretar las ulteriores razones de los acontecimientos.

Los dos sistemas están presentes en la historia indígena de la Conquista. Los autores del Libro xii plasmaron una noción de la guerra y sus consecuencias que vinculan tanto la visión apocalíptica bíblica como la óptica cósmica mesoamericana. Aquello que caracteriza a esta historia, que es muy específico de la tradición historiográfica indígena, aun en el siglo xvi donde ya hay escritura alfabética, es que las ideas fundamentales que expresan el punto de vista cosmogónico y profético se comunican a través de pinturas.

Los dos sistemas de registro histórico hacen de la historia de la Conquista tanto un libro, en el sentido occidental, como un códice adivinatorio, en el sentido mesoamericano. La escritura alfabética elabora una crónica lineal de los eventos en 41 capítulos. Las pinturas y algunos elementos del texto náhuatl dotan a esta crónica de un movimiento espiral similar al del calendario adivinatorio indígena. Es fundamental, en esta codificada versión de la historia, el primer capítulo que presenta las ocho famosas profecías que se dice habían presagiado la Conquista diez años antes de la llegada de los españoles. Éstas son precedentes míticos de la historia y en esa forma dividen los cuarenta capítulos restantes en ocho tiempos. El número ocho es un número muy simbólico porque contiene la estructura espacio-temporal del calendario: cuatro regiones que son los puntos cardinales y cuatro puntos intermedios que en el calendario marcan los solsticios. De esta forma, las ocho profecías dotan de un significado cósmico mesoamericano a los cuarenta capítulos restantes. El movimiento espiral de las profecías comienza al este, continúa al noreste, norte, noroeste, oeste, suroeste y termina en el sur y sureste. Esta vuelta calendárica marca un ciclo cósmico completo. Para comprender los significados de cada región y cómo los númenes y fuerzas que habitan ahí influyeron en los eventos transcurridos de 1519 a 1521, los pintores y escritores indígenas lograron plasmar visiones significativas a través de imágenes narrativas y simbólicas que complementan el texto en náhuatl.

No obstante, debido a su naturaleza mítica, despliegan un significado ulterior a los eventos que prefiguran, transformando la narrativa histórica en una saga profética y sagrada de la destrucción y creación de una era cósmica. Las ocho profecías y las imágenes a lo largo del texto relacionan los antiguos mitos nahuas de destrucción y recreación del mundo con el Apocalipsis bíblico. Las imágenes son expresiones de un esfuerzo heroico y creativo por parte de los sabios historiadores indígenas (tlamatinime y tlacuiloque), quienes buscaban asimilar su proceso y designio históricos en el contexto de una realidad que destruyó su mundo pero que dio inicio a un nuevo ciclo del que somos parte nosotros. Estas imágenes, que se han mantenido en silencio por más de 500 años, representan la base de nuestro mundo, en el cual los indígenas poseen un lugar y una responsabilidad cósmica, histórica y política.

 

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