María Rivera
09/11/2023 - 12:01 am
Consecuencias
“Es imposible construir la paz sobre violentas injusticias cometidas sobre todo un pueblo”.
Ya no sé ni qué decirle, querido lector. La semana pasada escribí sobre el genocidio de los palestinos a manos de Israel con la esperanza de que tal horror no continuara. Tal vez, pensaba yo, alguien en el mundo sería capaz de parar la masacre que sufre la población civil en Gaza. Enormes manifestaciones en ciudades de todo el mundo se han llevado a cabo estos días. Manifestaciones impresionantes en Estados Unidos, en Inglaterra, en Alemania, en Francia, y aquí mismo en México, por ejemplo, pero no. No, no querido lector, nadie, ningún país, ninguna organización, ni la misma ONU, ha podido hacer nada. Nada, las bombas israelís siguen asesinando mujeres, niños, heridos, ancianos, médicos, familias enteras, funcionarios de la ONU impunemente.
El presidente López Obrador se negó antier a romper relaciones diplomáticas con Israel, aduciendo nuestra famosa e indignante neutralidad, al tiempo que abogó por la paz. Como si lo que presenciáramos en Gaza, fuera una guerra legítima y legal entre dos estados y no lo que realmente es: una guerra de ocupación y exterminio sobre la población civil palestina que está siendo masacrada por Israel, en la mayor prisión al aire libre, como dicen.
El sentido de las protestas de los países debe tener el objetivo de conseguir un alto al fuego y frenar el genocidio, ni más ni menos. No manifestar el rechazo a actos barbáricos convierte en cómplices a los gobiernos que podrían tener algún peso y permite que la barbarie continúe impunemente. López Obrador se equivoca si cree que condenar una guerra genocida significa tomar partido por un bando, y no una defensa de los derechos humanos y de los valores básicos humanitarios. Es una vergüenza que el presidente no lo entienda: frente al horror del genocidio no cabe la neutralidad.
El asunto es, querido lector, que independientemente de lo que suceda en México y tome la postura que tome nuestro gobierno, la guerra genocida en Gaza continúa. Millones de seres humanos están siendo sometidos no solo a bombardeos, sino también a la escasez de agua, de alimentos, de medicinas, de electricidad, deliberadamente. Los médicos en hospitales realizan un trabajo para el cual ya no hay palabras, tratando de salvar a heridos, sin recursos. Lo mismo los ciudadanos que se dedican a desenterrar personas bajo los escombros, en una forma de solidaridad que me recuerda al pueblo mexicano, pero en un horror interminable y en el cual exponen sus vidas. Miles de personas están enterradas bajo esos escombros y no logran salvarlos por los bombardeos inmisericordes. Millones de palestinos que se encuentran atrapados en Gaza son desplazados del norte al sur, y luego atacados en el sur, como si fueran animales, sus vidas no valieran nada. Nadie tiene la vida asegurada, dicen los periodistas, y quienes logran comunicarse a través de las redes sociales. Mientras, Israel avanza en la invasión por tierra, y secuestra activistas y ciudadanos palestinos fuera de la Franja de Gaza, en lo que claramente es una violenta e injusta política sostenida en todos los territorios palestinos ocupados desde hace muchos años.
Lamentablemente, el criminal Netanyahu se saldrá con la suya y el mundo quedará exhibido como cómplice, con honrosas excepciones, en uno de los episodios más brutalmente criminales de este siglo.
Por supuesto, querido lector, ha habido millones de voces alzándose, mayoritariamente de ciudadanos en todo el mundo contra Israel y el exterminio, que enarbolan los valores humanitarios que se formaron tras las Segunda Guerra Mundial, a diferencia de sus propios gobiernos.
Las consecuencias que esta masacre dejará en el orden internacional, en la misma ONU, son devastadoras. Para empezar, Israel ha dejado en claro que puede asesinar a civiles, a funcionarios de la ONU, a periodistas y a médicos, impunemente. El llamado desesperado y continuo de los más altos funcionarios de las Naciones Unidas son la evidencia de que la organización carece de autoridad y poder cuando potencias occidentales cometen barbaries. Su sentido tras este conflicto ha quedado severamente vulnerado, cuando matan a sus propios funcionarios, y no son capaces de detener a los asesinos. También, y hay que decirlo desde hoy, es muy probable que la espiral de violencia se vaya incrementar con el paso de los años y de maneras imprevisibles. Evidentemente, ni la paz ni la seguridad han ganado nada estos días, sino todo lo contrario. Hoy, el mundo es más peligroso para palestinos, árabes y judíos. El genocidio palestino no hará sino alimentar la radicalización de quienes fueron defraudados por los sistemas internacionales de defensa de los derechos humanos y permitieron que el genocidio de su pueblo se llevara a cabo frente al mundo, sin hacer nada; los dejaron completamente solos, a su suerte, siendo sistemáticamente bombardeados y siendo asesinados sus hijos.
Es imposible construir la paz sobre violentas injusticias cometidas sobre todo un pueblo. Los horrores a que están siendo sometidos los palestinos les darán a sus movimientos políticos razones legítimas para existir y luchar. El pueblo palestino merece igualdad de derechos, como todos los demás pueblos, empezando por el derecho a la vida, la dignidad, así como a su tierra, sin la violenta ocupación de otro país.
El costo que el mundo va a tener que pagar por permitir la locura genocida de Israel, apoyarlo y desactivar a la ONU, será muy alto para la humanidad, querido lector. En los años por venir, la sangre derramada de niños y mujeres impunemente, traerá mayor derramamiento de sangre si la comunidad internacional sigue permitiendo la barbarie de Israel. No se necesita ser un experto para advertirlo, sino sencillamente humano. La única manera de acabar con la violencia es a través de la justicia. La justicia que toda la comunidad internacional le está negando al pueblo palestino hoy mismo, la justicia que la comunidad internacional le ha negado, sistemáticamente, desde hace décadas. La justicia a la que debería de ser sometido el gobierno, criminal y genocida, de Israel.
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