Pasados 30 años, Alemania se ha convertido en una de las fuerzas políticas y económicas más poderosas del continente, pero permanecen recelos entre algunas personas en el país sobre cómo se lidió con la transición del socialismo al capitalismo.
Por Frank Jordans y Vladimir Isachenkov
BERLÍN (AP) — Alemania conmemoró este sábado el 30 aniversario de la caída del Muro de Berlín, un momento crucial en los acontecimientos que provocaron el final del comunismo en Europa del Este.
Durante el servicio en una pequeña capilla cerca de donde alguna vez estuvo el muro, la Canciller alemana, Angela Merkel, recordó a quienes fueron asesinados o encarcelados por intentar huir de Alemania Oriental a la Occidental e insistió que la lucha por la libertad a nivel mundial no ha llegado a su fin.
“El Muro de Berlín, damas y caballeros, es historia y nos enseña que ningún muro que mantiene afuera a la gente y restringe la libertad es lo suficientemente alto o ancho para que no pueda derrumbarse”, dijo.
Merkel también recordó que el 9 de noviembre sigue siendo una fecha tensa en la historia alemana, ya que también es el aniversario de la llamada Noche de los Cristales Rotos, una masacre antisemita en 1938 que presagió el Holocausto nazi.
Instalaciones de luz, conciertos y debates públicos estaban planeados en toda la ciudad y otras partes de Alemania para celebrar la caída del Muro, incluido un concierto en la emblemática Puerta de Brandeburgo de Berlín.
Mandatarios de Alemania, Polonia, Hungría, Eslovaquia y la República Checa asistieron a la ceremonia en la Bernauer Strasse, donde aún se mantiene en pie una parte del Muro de Berlín, antes de colocar rosas en los huecos de la alguna vez temible barrera que dividió a la ciudad durante 28 años.
Axel Klausmeier, jefe del monumento del Muro de Berlín, recordó las imágenes de los berlineses delirantes de ambos lados del muro que lloraron de alegría cuando se abrazaron la tarde del 9 de noviembre de 1989.
Klausmeier rindió tributo a los manifestantes pacíficos en Alemania Oriental y a los vecinos países del Pacto Varsovia que salieron a las calles para exigir libertad y democracia y las reformas del entonces líder soviético Mijaíl Gorbachov.
Las manifestaciones y una oleada de personas que huían de Alemania Oriental presionaron al Gobierno comunista del país para abrir sus fronteras al Occidente y finalmente poner fin a la división del país de la postguerra.
Pasados 30 años, Alemania se ha convertido en una de las fuerzas políticas y económicas más poderosas del continente, pero permanecen recelos entre algunas personas en el país sobre cómo se lidió con la transición del socialismo al capitalismo.
Merkel reconoció esto en una entrevista reciente con el diario Sueddeutsche Zeitung, al decir que “con algunas cosas, en donde se pudo haber pensado que el oriente y occidente se habrían alineado, se puede ver hoy en día que podría pasar medio siglo o más”.
UN TRAGO AMARGO PARA LOS RUSOS
Cuando cayó el Muro de Berlín, la Unión Soviética dio un paso al costado, dejando que el Gobierno comunista de Alemania Oriental se desmoronase y aceptando prontamente la unificación alemana. El Presidente ruso Vladimir Putin lamenta hoy la inocencia de los líderes soviéticos de entonces que despejó el camino para la expansión de la OTAN hacia el este.
Muchos en Rusia comparten esa visión y consideran que tras la caída del Muro y la reunificación de Alemania, Moscú trató de lanzar una nueva era de cooperación con Occidente y fue engañada por las potencias occidentales.
El Presidente soviético de entonces Mijaíl Gorbachev alentó a los líderes comunistas del centro y el este de Europa a que siguiesen sus pasos y adoptasen reformas liberales, y no hizo nada por ayudar a los gobiernos que empezaban a caer ante la presión de fuerzas democráticas. En 1989, sectores reformistas tomaron el poder en las naciones del bloque soviético y pusieron fin a cuatro décadas de Gobierno comunista.
La velocidad con que se produjo el cambio sorprendió al propio Gorbachev.
El ex líder soviético dijo en una reciente entrevista que vio con buenos ojos los cambios democráticos en Alemania Oriental y en otras naciones del bloque soviético, pero que no anticipó que el Muro de Berlín caería tan rápidamente.
“No solo nosotros. Nuestros socios de Occidente tampoco esperaban que la historia se moviese a tanta velocidad”, afirmó Gorbachev al diario Izvestia.
El muro cayó el 4 de noviembre del 79 y a la mañana siguiente Gorbachev convocó al politburó del Partido Comunista para analizar la respuesta soviética.
“El politburó decidió por unanimidad que había que descartar el uso de la fuerza. Algunos sin duda querían ‘restaurar el orden’ con los tanques, pero no dijeron nada en ese momento”, señaló Gorbachev.
Pavel Palazhchenko, quien era intérprete de Gorbachev por entonces, dijo que “cualquier otra decisión hubiera acarreado consecuencias muy graves, podría haber sido el principio de un desastre”.
La Unión Soviética tenía más de 300 mil soldados y más de 12 mil tanques y otros vehículos blindados en Alemania Oriental.
“Podríah haber cerrado toda la frontera con sus tanques, pero permanecieron en sus cuarteles”, dijo Vladislav Zubok, experto en la historia soviética de la School of Economics de Londres. “La conducción soviética tenía claro que era imposible volver a poner la pasta en el tubo. Había comenzado una nueva era”.
Nikolai Andreyev, quien era coronel del ejército soviético en Alemania Oriental, dijo que se sintió aliviado al ver que los soviéticos no trataban de sofocar el alzamiento por las armas.
“Me alegré de que todo se diese pacíficamente, sin un conflicto militar, sin tiros ni derramamientos de sangre”, manifestó.
La propia Unión Soviética atravesaba por un tumultuoso período de cambios. Sectores reformistas liberales del nuevo Parlamento querían poner fin al monopolio del poder por parte del PC y movimientos proindependentistas ganaron rápidamente terreno en las repúblicas soviética. La prensa soviética, transformada por la apertura de Gorbachev, informó libremente acerca de la caída del Muro de Berlín.
“Estaba seguro de que nuestras unidades militares no tomarían medidas radicales. Las políticas de Gorbachev lo garantizaban”, dijo Vyacheslav Mostovoi, quien cubrió la caída del muro para la televisión estatal soviética.
Tras la caída del muro, Gorbachev aceptó que se entablasen negociaciones aceleradas sobre la reunificación de Alemania y, para sorpresa de muchos en Occidente, aceptó también su incorporación a la OTAN. Le dijo a Izviestia que “eliminé toda fuente de tensión en el centro de Europa” y ayudó a mejorar sustancialmente las relaciones con Alemania.
En Rusia, no obstante, muchos siguen pensando que Gorbachev traicionó a Alemania Oriental, un firme aliado soviético, e ignoró intereses vitales de Moscú en sus conversaciones con las potencias occidentales.
Entre esos figura Putin, quien acusó al viejo líder soviético de confiar inocentemente en las promesas occidentales de que la OTAN no trataría de incorporar a países del bloque soviético, sin firmar compromiso alguno.
“Gorbachev se equivocó”, dijo Putin. “Es necesario documentar las cosas en la política. Él lo único que hizo fue hablar del tema y pensó que con eso estaba cocinado”.
Gorbachev respondió que hubiera sido absurdo exigir a Occidente un compromiso escrito de que ningún miembro del Pacto de Varsovia se incorporaría a la OTAN porque eso hubiera equivalido a dar por desaparecida la alianza militar liderada por los soviéticos, mucho antes de que dejase de existir formalmente en julio de 1991.
Para Putin, sin embargo, Gorbachev cometió errores imperdonables que dejaron huellas personales. Un mes después de la caída del muro, Putin, quien era un teniente coronel de la KGB basado en Dresden, Alemania Oriental, tuvo que hacer frente a manifestantes que trataron de tomar la sede de la KGB en esa ciudad luego de que los militares soviéticos ignorase un pedido desesperado de que protegiesen el edificio. Finalmente pudo contener a la multitud sin que hubiese violencia.
Mientras el Kremlin negociaba la reunificación de Alemania, la Unión Soviética comenzó a desmoronarse en el marco de una fuerte crisis económica y de agitación política. El país se quedó sin reservas y el Kremlin no podía pagar sus cuentas, lo que dejaba a Gorbachev en una posición negociadora débil.
“La Unión Soviética estaba en crisis y no pudo negociar desde una posición de igualdad con Occidente”, dijo Zubok.
Los problemas económicos continuaron tras la ruptura del bloque soviético en 1991 y Rusia dependió mucho de la ayuda financiera de Occidente en la década de 1990. Algunas de las unidades soviéticas de elite que eran retiradas de Alemania a menudo carecían de infraestructura básica y se alojaban en carpas.
En los años siguientes, poco pudo hacer el Kremlin para evitar la expansión de la OTAN, que incorporó a Polonia, Hungría y la República Checa en 1999 y a otras antiguas repúblicas soviéticas.
La expansión de la OTAN hacia el este fue vista en Rusia como una prueba de sus intenciones hostiles, lo que alimentó un sentimiento antioccidental.
“Esa desconfianza en Occidente sigue vigente”, dijo Konstantin Kosachev, quien preside una comisión de asuntos extranjeros de la cámara alta del parlamento ruso. Sostuvo que Occidente, ansioso por declararse victorioso en la Guerra Fría, dejó pasar una oportunidad de construir un mundo más seguro.
“En cierto sentido, este daño es irreversible”, opinó Kosachev. “La Unión Soviética y Rusia decidieron poner fin a la confrontación con Occidente y empezar a cooperar. Pudo haber sido una situación en la que todos salían ganando, pero para que fuese así las naciones occidentales debieron haber sido mucho más sabias y generosas”.