VANGUARDIA DE SALTILLO

CRÓNICA | Cancelaciones, mala organización y un clima que no ayudó, así se vivió el Force Fest

09/10/2018 - 11:06 am

Espectadores del Force Fest 2018 pasaron muy mala racha por la falta de organización en el evento, además de los aguaceros que los acompañó durante los dos días. Entre cancelaciones de algunas bandas y el lodazal que se formó muchos asistentes calificaron como pésimo este encuentro de metal.

Por Carlos Díaz Reyes

Ciudad de México, 9 de octubre (Vanguardia/SinEmbargo).- El camión se perdió. Debimos imaginarlo, ese era un mal augurio. En lugar de llevarnos al Campo de Golf Teotihuacán, donde se celebraría el Force Fest, arribó al Club Campestre, un lugar solitario, donde no había nada más que nopales y unos cuantos militares. Imaginé que en un lugar así el ejército podía hacernos las peores cosas. El camión desaparecería y seríamos noticia al día siguiente. Ese destino quizá hubiera sido mejor que el que nos esperaba en el festival de metal, cuyas grandes luminarias eran bandas como System of a Down, Lamb of God, Rob Zombie y Slayer. La mitad de esos grupos ni se presentó, ¿fue por el clima o algo más? No lo sabemos, pero cuando el camión daba vuelta en busca de retomar el camino correcto, los ánimos todavía eran suficientes para no pensar en una decepción. Las cosas no siempre son perfectas, no pasa nada. Con ayuda de uno de los chavos asistentes, el chofer logró su cometido y todos bajamos, todavía ignorantes y todavía felices.

El camión se quedó en un punto y el resto de la tarea era de nuestros todavía descansados pies. Hay que ser medio masoquista para disfrutar de este tipo de eventos: largas caminatas, estar de pie casi todo el día, amontonado entre gente, todo para que ruidos estridentes nos taladren los oídos. Nos decimos que este sacrificio es por amor a la música. En otras palabras, uno está dispuesto a aguantar ciertas cosas cuando va a un festival. El camino era de terracería y olía a mierda de animal. Primero aparecieron unos cuantos vendedores de impermeables, los cuales hablaban con una seguridad casi vidente de la futura lluvia. Eran como las dos de la tarde, el sol quemaba duro, no había necesidad de pagar cien pesos por un pedazo de plástico. Luego apareció un tipo ofreciendo latas de cerveza Victoria de su mochila, más adelante puestos de los habitantes de Teotihuacán, donde ofrecían una caguama servida en un vaso grande con chamoy, limón y Clamato. Luego comida: tacos, tortas, quesadillas, tlacoyos, pambazos. Decidimos comer ahí.

Me acompañaban un amigo que venía de Querétaro y otro de Saltillo, Coahuila. Debía haber personas de todo el país, quizá hasta de otros. Puro greñudo, camisa negra y actitud de querer echar desmadre toda la noche. En el campamento de garnachas, bebidas y productos con los nombres de las bandas y el evento, era la fiesta previa, el “precopeo”. Había emoción en el ambiente, una pareja de Puebla estaba feliz por ver a Alice in Chains y Stone Temple Pilots, sin importar que varios de sus integrantes originales ya estuvieran muertos. “Al nuevo vocalista de Alice se le salen los gallos”, nos dijo la mujer, en actitud de “me vale, yo quiero escuchar “Would?” y “Man In The Box””. Las quesadillas estaban buenas y las expectativas eran altas. Mi amigo el de Querétaro iba a ver a System y el cartel estaba fabricado para que generaciones distintas de roqueros convivieran. De Anthrax a P.O.D., de NOFX a Bush, de Danzig a Hatebreed, además de un puñado de bandas mexicanas como Cuca y Transmetal.

 
MOJADO CAOS

La primera decepción se dio al acercarnos a la entrada. Una enorme fila serpenteaba, avanzando lentamente, sin que se viera su final o la puerta misma del festival, donde la música ya sonaba del otro lado. “¿Esta es la fila para entrar?” Recibimos un “sí” titubeante por respuesta. Algo no estaba bien. En efecto, dicha fila caminaba tan lento que nuestro ánimo inicial comenzó a caer en picada. Aunque mis amigos regresaron al campamento por cervezas, nos las acabamos antes de siquiera ir a la mitad del recorrido. Lo peor del caso es que la única imagen con los horarios, de la página de Facebook del Force Fest, estaba toda pixeleada; sabíamos que nos estábamos perdiendo de algunas bandas, nadie sabía exactamente de cuáles. “Todavía es de día, a ver si al menos llegamos cuando toque System”, bromeaban. La fila nunca fue fila en realidad. La gente se formaba como quería y podía, era un recorrido absurdo y sin salida. Cuando pasó una hora, la idea de meternos a la fuerza rondaba a más de uno. Uno puede estar parado todo el día en un festival, ¿pero afuera? ¿Por qué no podíamos entrar?

Me atrevo a decir que ninguno de los presentes, muchos ya con experiencia en eventos similares, había sufrido tanto sólo para entrar. Por mucha seguridad que haya, el servicio normalmente es ágil: ven tu boleto, checan que no traigas cosas que no debes y listo vas para adentro. Aquí no, aquí sólo había un lento caminar idiota que no nos acercaba a nuestro objetivo. Pero nos esperaba lo peor: una densa nube gris nos cubrió de un momento a otro. Primero fue una gota en el vaso de cerveza. Luego tuvimos que acceder a la venta de un pedazo plástico para taparnos un poco. Nada se vendió tan bien como los impermeables. La lluvia se puso cada vez más intensa y todavía no podíamos entrar. Había gritos de queja y otros más con ganas de tumbar una pared y meterse de una vez por todas. Porque uno puede mojarse en un festival, ¿pero afuera? Ninguno de los encargados se acercó a hacer algo o a intentar remediar la situación. Había cerca de mil personas sin poder entrar y empapados hasta los calzones.
 

 
La lluvia, como los organizadores, no tuvo piedad. El agua era muy fría, pero el coraje era tal que no se sentía. De pronto las filas desaparecieron, había una sola, la cual iba a desembocar en una multitud. Decidimos salirnos de ahí y meternos en la bola, para descubrir que, en efecto, la fila no servía para nada. Había personal de seguridad, pero ninguno nos dijo nada. No vieron nuestros boletos, no verificaron que no trajéramos armas. No hicieron absolutamente nada y pudimos entrar gratis. La lluvia seguía, pero el menos ya estábamos dentro. Algunas personas se refugiaban bajo algún árbol, otras en el área de foodtrucks. Eran como las cinco de la tarde. Caminamos al escenario donde se presentaría Asesino para quitarnos el mal sabor de boca con sus letras groseras y el virtuosismo en la guitarra de Dino Cazares. Funcionó más o menos, las gotas en los lentes no me dejaban ver.
 

 
MÚSICA PARA EL MAL TRAGO
 
Decían que la única forma de pago era con unas pulceras, a las que les tenías que recargar dinero, imagino que en unos lugares donde decía “Force Bank”. Jamás me formé en ellos y todos los vendedores aceptaron mis billetes sin problema. Vimos a P.O.D. y cantamos “Youth of the Nation” y “Alive”. Ellos se presentaron en uno de los escenarios principales, que eran dos, uno al lado del otro, intercalándose entre bandas. Ya no nos movimos de ahí. La lluvia se detuvo, pero el suelo de pasto ya era de charcos y lodo. Amasado por los pasos de los presentes, ese piso donde alguna vez jugaron golf, quedó convertido en un repugnante pantano.

Alice in Chains y Stone Temple Pilots se presentaron ese día y aunque ambos tocaron algunos de sus éxitos, es cierto que sin la alineación original perdían mucho encanto. Sobre todo Stone, quienes tras la expulsión y posterior muerte de Scott Weiland y Chester Bennington, traen ahora a Jeff Gutt al frente. Él no es más que una mala imitación de Weiland, tratando de moverse como él sobre el escenario y con un look bastante similar al del fallecido cantante. Por su parte, Alice In Chains tiene mejor suerte en esta nueva etapa de su carrera, tras a la muerte de Layne Stanley en 2002. Así lo demostraron con gran fuerza sobre el escenario, tanto con rolas viejas como “Them Bones” y “Rooster”, como otras de sus más recientes producciones. El sonido era bastante fuerte y bueno y de vez en cuando se escupían llamaradas de fuego que daban calor a los presentes.
 

 
El plato fuerte fue System of a Down y no decepcionaron. Tocaron un repertorio completo de todos sus grandes éxitos y algo más. No hubo canción pendiente: desde “Aerials” hasta “Spiders”, pasando por “Chop Suey!” y “B.Y.O.B.”, para cerrar con toda la energía de “Sugar”. El camino de regreso fue un suplicio. Por todo el lugar se escuchaba un “splash-splash” de los pasos de la gente, cuyo calzado estaba cubierto en su totalidad por lodo, sin mencionar el pantalón y quizá otras prendas para los menos afortunados que resbalaron en algún momento. Todos éramos una masa pestilente de lodo y humedad y cada pegajoso paso se sentía más pesado. En el camino vimos algunos automóviles atascados, con las llantas luchando por liberarse del lodo. Entre el pesado tráfico, logramos llegar a nuestro camión. Sucios y molidos volvimos a casa.
 

 
SEGUNDO DÍA DE DECEPCIONES
 
Al día siguiente había rumores de que Lamb of God y Rob Zombie cancelarían. Mientras íbamos en el camión de vuelta al Force Fest, se confirmó que ninguno de ellos iba a tocar, al igual que Testament y Exodus. Nosotros hasta una playera de Zombie traíamos, yo llevaba una del Captain Spaulding, de su cinta “House of a 1000 Corpses” (2003). No éramos los únicos, por ahí había una chica con una playera que decía “Living Dead Girl” y otros más con el rostro del cantante, que tuvieron que portar con orgullo pero tristeza. Los sueños de muchos quedaron destrozados y el festival dijo que era por el clima, pero por ahí decían que las cancelaciones se dieron por incumplimiento de contrato. El Force Fest hasta prometió en su página de Facebook que las bandas reagendarían su presencia en otras fechas. Quién sabe si será cierto.
 

 
No nos quedó más que permanecer y disfrutar lo mejor posible de lo que quedaba. Vimos a Dee Snider de lejitos y donde creíamos que tocaría Anthrax tocó Phil H. Anselmo and The Illegals. Los horarios y escenarios cambiaron con las cancelaciones. Al menos tocó un par de temas de Pantera que todos pudieron cabecear a gusto. No era muy buena idea, ni tampoco muy posible, moverse. El suelo enlodado era pegajoso y resbaloso y aunque durante la mayoría del día no llovió, de todas formas ya parecíamos soldados de la Segunda Guerra Mundial otra vez. También el proyecto alterno de Daron Malakian, guitarrista de System of a Down, Scars on Broadway, dejó escuchar un par de melodías bastante sólidas. Después siguió Anthrax y ya se veía una calavera blanca con cuernos que anunciaba a Danzig en el otro escenario. Por estos momentos cayó un nuevo aguacero del que nos protegimos en el área de comida.
 

 
El ambiente era de pesadumbre y decepción. Todos los refugiados de la lluvia tenían cara de que ya se querían ir. A nadie le importaba qué bandas había en los otros escenarios, sólo querían mantenerse secos. Un tipo de Guatemala nos dijo que había venido desde allá a ver a Slayer, pero no se lo veía feliz en lo absoluto. Ni siquiera cuando, en lugar del exvocalista de Misfits, se escuchó como un potente estruendo “Repentless” y Slayer se hizo cargo de lanzar las notas más pesadas al público. Cuenta la leyenda, que la banda les dijo a los organizadores que o salían de una buena vez o se iban de ahí, alterando la programación una vez más y arruinando la presentación de Danzig quien terminó por cancelar. La fuerza de Slayer era mucha, pero no fue suficiente. Todos estaban empapados, sucios, con sus impermeables puestos, tratando de sacarle el mayor provecho al final de un día repleto de decepciones. Pero ni “Raining Blood” ni “Angel of Death” pudieron salvar a nadie.
 

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