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Gustavo De la Rosa

09/09/2023 - 12:04 am

¿Por qué la furia de Ebrard? 

Ese primer acto de Marcelo, de actuar fuera de tiempo, con premura y con engaño, no corresponde a la conducta de un político que se ha sometido a una encuesta y que ha denunciado irregularidades, pero sabe que las irregularidades se evaluarán hasta que termine el proceso y se den resultados.

Marcelo Ebrard y Martha Delgado.
“Ese primer acto de Marcelo, de actuar fuera de tiempo, con premura y con engaño, no corresponde a la conducta de un político que se ha sometido a una encuesta y que ha denunciado irregularidades, pero sabe que las irregularidades se evaluarán hasta que termine el proceso y se den resultados”. Foto: Fotógrafo Especial, Cuartoscuro

¿Por qué el hombre que mantenía la serenidad en las negociaciones de alto nivel con verdaderos tiburones, emisarios de Trump, una persona que bordea los límites de la razonabilidad, que estuvo en el Consejo de Seguridad de la ONU y nunca se le conoció de algún exabrupto o exceso verbal; estalló el miércoles pasado ante la televisión en vivo, como cualquier joven estudiantil, que se involucra en la política, y le informan su primera derrota?

¿Qué lo llevó al extremo de dar una conferencia de prensa, argumentando que no sabía el resultado de la consulta externa de Morena, porque no se habían contado los votos de los paquetes, cuando era evidente que sí lo sabía, y precisamente el saberlo, lo llevo a engañar a la TV audiencia? Porque la nulidad del proceso electoral sólo lo plantea aquel que sabe que ha perdido la elección y que su única oportunidad es promover la anulacion de la misma para tener una segunda oportunidad, sólo pide una segunda oportunidad aquel que está seguro que perdió la primera. A menos que fuera un total ignorante de los términos de cada proceso que en el mundo jurídico se conoce como la preclusión, es decir, que las etapas de un procedimiento se van cerrando de una en una y no se pueden impugnar, sino hasta que la etapa ha terminado y no ha transcurrido el término que cierre la oportunidad de impugnar, cualquier impugnación a priori antes de que termine el proceso legal es completamente inadmisible, y cualquier impugnación debe acreditar que el acto que se combate le ha causado daño a quien lo impugna.

Marcelo está solicitando a voz en cuello ante la ciudadanía la necesidad de que se reponga el procedimiento, y engaña con su argumento de que no conoce el resultado porque no se han contado los cuestionarios insertos en los paquetes de la encuesta.

Ese primer acto de Marcelo, de actuar fuera de tiempo, con premura y con engaño, no corresponde a la conducta de un político que se ha sometido a una encuesta y que ha denunciado irregularidades, pero sabe que las irregularidades se evaluarán hasta que termine el proceso y se den resultados.

¿Por qué lo hizo antes? ¿Por qué se comportó como un joven inexperto?

¿De dónde la arrogancia para considerar que las irregularidades o incidencias planteadas por él invalidaban totalmente la elección, sin tener la certeza de que esa elección había sido perjudicial para él?

Simplemente porque ya sabía el resultado de las encuestas paralelas, ya tenía conciencia de que la conducta de los encuestados era consistente con la conducta que habían manifestado durante los últimos cuatro meses, 40 por ciento para Claudia, 25 por ciento para él. Y ya sabía que no se había producido ningún milagro, y en la desesperación de qué hacer frente a la derrota ante Claudia Sheinbaum, explotó como adolescente, perdió la cordura que mantuvo durante casi cinco años como Canciller de México, y dejó salir al Marcelo reprimido por la cordura y la sonrisa, y tal vez por una madre impositiva.

Ciertamente que comprobar que está perdiendo sin remedio altera a cualquier persona que está participando en una competencia, pero ahí es donde viene la formación ética y política en la cual se ha construido la persona. Repentinamente tiene que decidir entre aceptar la realidad y continuar trabajando para nuevas oportunidades, que las tiene dada su juventud (escribe esto desde 77 años en mi último año de Diputado local) o romper con el colectivo cuya designación ha buscado y con la necesidad de venganza procurar hacerle el mayor daño al colectivo y a la adversaria que lo derrotó, y buscar la nulidad del proceso a ciegas, pero esa lógica casi de causalidad,  no funciona en las ciencias sociales, por qué en ese campo hay demasiados imponderables y muchos elementos convergentes.

Después y con toda conveniencia, cuando terminaba su conferencia, llega la Senadora Malú Mícher y narra un incidente violento a las puertas del lugar donde se hacía el recuento. Todo planeado para para aumentar la indignación de la televidentes.

Y después acudir a los insultos personales contra Mario Delgado y Alfonso Durazo, y exagerar los detalles del incidente en la puerta del lugar del recuento de los cuestionarios no se dibujan a un Marcelo irreconocible, impresentable e indefendible. Era obvio que el impacto que buscó y posiblemente obtuvo en algún sector de los que vimos en vivo los acontecimientos televisivos, duró lo que el amor de Sabina en 15 días y 500 noches, ” lo que tarden de derretirse dos hielos en un whisky on the Rock”.

Porque todo se acabó el coraje, la solidaridad con Marcelo, la indignación por el maltrato a la Senadora cuando se leyeron los resultados de las cinco encuestadoras, coincidiendo todas ellas en que Claudia tenía un 40 por ciento de las voluntades del los encuestados y Marcelo un 25 por ciento, ahí todos los que tenemos cierta experiencia en política entendimos claramente el ataque ajedrecístico de Marcelo, pero era demasiado tarde, ya era inevitable el mate.

Y volvemos a la primera pregunta: ¿por qué tanta rabia, por qué tanta arrogancia, por qué la pérdida de la cordura?

Considero que la rabia en mucho era personal, contra Claudia, y además de que le ganaba, tiene una cualidad insoportable para Marcelo: ¡es mujer! Y la expresión discriminatoria “esa señora” delata que tal vez si el ganador hubiera sido algún otro de los candidatos, varones, sí lo hubiese aceptado.

La arrogancia viene de su historia personal, aparentemente es un hombre eficaz en el trabajo, exitoso en la sociedad y en el convencionalismo de su grupo social, pero apenas ingresó a niveles de élite en la política y ya quería ser Presidente de la República en 1994 con 32 años de edad y seis de experiencia.

Después lo intentó otra vez contra Labastida y luego contra Andrés Manuel en 2012, cuando perdió a la primera oportunidad abandonó el partido que lo cobijaba y después regresó, estuvo en MC y apenas en 2017 se integró a Morena, y otra vez quiso ser candidato a Presidente, pero ya. Eso demuestra una enorme arrogancia, está convencido que nació para ser Presidente de la República porque solamente él tiene las soluciones a los grandes problemas del país, todo eso es una desmesura de personalidad.

Finalmente habría que hurgar en su infancia en sus relaciones familiares con las mujeres cercanas, en sus tres matrimonios, porque se advierte una irritación en sus reacciones cuando considera la posibilidad de que una mujer lo mande, puede haber cierta misoginia que explota y se pone al descubierto cuando ve la posibilidad de estar bajo las órdenes indiscutibles de una mujer. No lo conozco a profundidad, pero en 50 años de abogado he tratado con muchísimos hombres de todas las clases sociales que explotan cuando se ven en la perspectiva de tener que obedecer a una mujer, y los obreros y albañiles que tienen menos bolas de estambre en el cerebro lo dicen sencillo y directo: “Por que voy a aceptar que una vieja me mande”. Y los intelectuales con pensamientos más complejos y más reborujados expresan la misma idea, pero tratan de descalificar las cualidades específicas de la mujer para mandar el área de trabajo o mandar en la familia o a los hijos. Siempre les encuentran limitaciones a las mujeres, cuando mucho aceptan que jueguen un papel de auxiliares, de mucha confianza, pero nunca iguales y menos superiores. Y cuando escuché a Marcelo referirse a esa mujer en ese tono, recordé a mis clientes machos y machines que batallaron mucho para entender que los hijos estaban mejor con su madre.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.

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