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Yuliana Rivera

09/09/2021 - 1:18 pm

Sombras nada más

Entre cada capítulo cae una cortina de relatos que develan la ciudad que no duerme, voraz como el frío, apenas templada por el calor incendiario de las balaceras y, acaso, el monóxido de carbono como impronta del intento por sosegar la inhumana naturaleza.

Portada del libro "Sombras nada más" de César Silva.
“Luis Kuriaki, el personaje central, es un periodista exadicto a la coca o al menos eso cree por las noches, sueña con Rebeca Alcalá”. Foto: Portada del libro “Sombras nada más” de César Silva

“A veces siento que la ciudad es un pulpo rojo que me tiene atrapada de un pie y cada día que pasa me acerca un centímetro más a su boca”. Esta imagen poderosa e inusual de Ciudad Juárez es de Rossana Rodríguez, una de los protagonistas de Sombras nada más (2021), de César Silva. Si bien la metáfora está impregnada de erotismo y violencia, como toda retórica, su sentido, asimismo, insinúa al título de la novela. Ustedes se preguntarán ¿y qué relación existe entre un animal marítimo y el desierto? La ausencia. Los espacios, reales e imaginarios se pueblan de ella.

Luis Kuriaki, el personaje central, es un periodista exadicto a la coca o al menos eso cree por las noches, sueña con Rebeca Alcalá, Verónica Mancera y, para sobrellevar la locura del mundo se enreda con Rossana, a quien le pide infatigablemente se vaya a vivir con él y ella lo rechaza. Esta primera tercia deja entrever la consistente arquitectura de la novela, además: Los pulpos tienen tres corazones/ Toda historia de amor es un triángulo, cuenta por ahí un poeta. Rossana constantemente fantasea con la xilografía de Hokusai donde un cefalópodo le practica un cunnilingus a una mujer, mientras un calamar pequeño le besa la boca. Ella tiene sus quereres con Mario Bazán, un mago que la ve masturbarse desde su ventana y asiste a fiestas de narcos para dar su espectáculo. Luis, Rossana y Mario, como la pintura del japonés: tres cuerpos entrelazados.

Sobre cada triángulo uno va descubriendo tres historias más con ayuda de los agentes Julio Pastrana, Mariano Leyva y Álvaro Luna. El primero, que se mudó hace diez años a Ciudad Juárez para buscar a Margarita, su prima desaparecida en Veracruz. Pastrana tiene pesadillas recurrentes con ella; la ve nadar en una alberca inmensa y el agua es pesada y oscura. Sin embargo, termina involucrado en el rescate de un secuestrado, en la persecución de un violador y la investigación del asesinato de la amiga de Luis Kuriaki, la socióloga feminista Verónica Mancera. Tan sombrío y misterioso como la densa noche/ el pulpo vive siempre entre dos mundos, canta por ahí otro poeta.

En tanto, Leyva investiga de oficio la muerte del cantante Javier Solís. Como todos los personajes es abrumado por ausencias, sombras. Este agente, además de llevar durante el día el caso del secuestro del hijo de Sonia Torres, está determinado en descubrir y vengar, por qué no ¿el asesinato? de uno de los tres grandes de la música mexicana. En sueños, ese otro sombrío y misterioso mundo, Solís parece que le revelará el nombre del autor de su muerte. Y por último, Luna vive obsesionado con Johnny Knoxville, el de Jackass, porque va contra el Gobierno como él irá alguna vez y “de alguna manera u otra vería la forma de actuar como un verdadero Jackass”; mientras, recuerda los senos de Sonia y la llama entrada la noche con el pretexto de saber cómo sigue su hijo.

Sombras nada más es una novela negra que una vez que la tomas te atrapa y va ciñendo en su ritmo vertiginoso, por lo que solicita un lector atento y curioso, pero, sobre todo, perceptivo a la inclemencia de imágenes que despierta los sentidos. Los personajes beben mucho, fuman –y aún más– comen placenteramente. Para leerla no sólo se necesita estómago por el antojo de su tour gastronómico, sino por la atmósfera bien construida –en tanto orgánica– que en la mayoría de las escenas raya en lo erótico. Sí, comer es un acto erótico porque satisface a pesar de ser violento. La vida está hecha de paradojas. Cuenta algún poeta: El pulpo es amorfo, su imprecisión también es su belleza.

Entre cada capítulo cae una cortina de relatos que develan la ciudad que no duerme, voraz como el frío, apenas templada por el calor incendiario de las balaceras y, acaso, el monóxido de carbono como impronta del intento por sosegar la inhumana naturaleza. Madre e hija pelean a machetazos por una caguama, un hijo alcoholizado golpea a su madre y (accidentalmente) la mata; se roban mobiliario de las universidades, asesinan a feministas, periodistas, investigadoras, universitarias, esposas, novias: mujeres. Por las noches despierta el pulpo, según contaba Plinio, y su hedor asusta a los perros; durante el día a los agentes Juárez –como a los ciudadanos de Carteia– les corresponde levantar el tiradero. La metáfora, imagen del cefalópodo que se extiende, contrae y asfixia coquetea con integrar la estructura narrativa de Sombras nada más.

En aquel lugar, un pulpo rojo como lo describe Rossana, los personajes desvanecen la frontera entre dos mundos: sueñan acaso para mirar de otra manera la realidad, igual que el monstruo marino que, a decir de un poeta, su engañoso perfil/ cuando relaja los nervudos cordajes de su cuerpo/ lo vuelve más oscuro/ lo coloca en el linde de lo inclasificable. Así, al despertar, ni las peores pesadillas se le asemejan, ya que parece que todos van, como mejor lo dijo Javier Solís, en vida muriendo y entre lágrimas viviendo el paisaje más horrendo de este drama sin final.

Yuliana Rivera
Yuliana Rivera ha publicado en Tierra Adentro, Este País, Letras Libres, Punto de Partida UNAM, La Palabra y el Hombre, Círculo de Poesía, Cuadernos Fronterizos y en Maremoto Maristain. Participó en la antología Aún queda la noche, (Sangre Ediciones, 2019). Actualmente, colabora en el Seminario de Edición de Textos Críticos de la UNAM.

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