El inmeso buque Akademic Lomonosov, la expansión de Rusia en el Ártico, deberá viajar seis mil kilómetros para comenzar las perforaciones.
Greenpeace ha descrito el proyecto como un “Titanic nuclear” o un “Chernobyl sobre hielo” en un momento en el que la serie de HBO sobre el accidente en la central de Chernobil en 1986 vuelve a captar la atención.
Por Andrew Roth
Madrid, 9 agosto (ElDiario.es).- Una mañana fría de verano en la Bahía de Kola en el mar de Bering, en la cubierta del barco Akademic Lomonosov, uno de sus ingenieros jefe bromeaba. “Me siento como uno de los primeros astronautas que fueron al espacio”, decía. El buque se convertiría en la primera central nuclear flotante de Rusia, otro paso más en su expansión en el Ártico, que viajará más de 6 mil kilómetros por el Mar del Norte.
Si todo sale según lo previsto, el Akademic Lomonosov será remolcado hasta el puerto ártico de Pevek este mes de agosto. Desde allí, gracias a sus dos reactores nucleares gemelos, proveerá energía a las viviendas y a la operación minera y de perforación en la región rusa de Chukotka, rica en recursos minerales.
Rusia defiende que el proyecto ofrecerá energía limpia a un lugar remoto y permitirá la clausura de una central nuclear envejecida y una central térmica de carbón. Sin embargo, el Akademik Lomonosov provoca dudas sobre la viabilidad económica del suministro eléctrico de centrales nucleares flotantes en zonas aisladas y ha encendido las alarmas de los defensores del medio ambiente. Organizaciones como Greenpeace temen que este nuevo proyecto pueda convertirse en un “Chernobil flotante”.
La ruta del Mar del Norte, abierta por el deshielo de los casquetes árticos, ofrece nuevas posibilidades comerciales entre Europa y China que Rusia pretende abrir a la navegación a lo largo del año. En la esperanza de lo lucrativo de esas nuevas rutas comerciales y dada la importancia militar que la región ártica comienza a jugar, proliferan rompehielos, submarinos y todo tipo de tecnologías relacionadas con la propulsión nuclear.
Thomas Nilsen, director de Barents Observer, un periódico de la localidad noruega de Kirkenes, calcula que para 2035 la porción del océano ártico que pertenece a Rusia “constituirá las aguas más nuclearizadas del planeta”. En eso, las centrales nucleares flotantes podrían jugar un papel en esa tendencia. Aunque hace años que existen e incluso Estados Unidos ya ubicó un pequeño reactor nuclear sobre una pequeña embarcación en la zona del canal de Panamá en las décadas de 1960 y 1970, nunca se han fabricado en serie.
Rosatom, la empresa estatal rusa para la energía nuclear pretende vender centrales nucleares flotantes capaces de adaptarse a diferentes lugares. La compañía ha anunciado que ya ha firmado un proyecto para desarrollar una posible central para Sudán, entre otros países.
El Akademik Lomonosov forma parte del plan de promoción comercial de la estrategia de crecimiento de Rosatom. La plataforma, recién pintada de un blanco reluciente y estampada con un inmenso logo de la empresa, es un proyecto piloto carísimo con detalles como gimnasio, piscina o bar (en el que no se sirve alcohol) para la tripulación. La seguridad a bordo es estricta y los periodistas invitados a recorrerla lo hicieron con guardias de seguridad sobre sus talones.
UN TITANIC NUCLEAR
La construcción del Akademik Lomonosov ha llevado más de una década y el buque transporta a bordo dos reactores nucleares KLT-40S similares a los que usan los rompehielos rusos. Se nutren de uranio de bajo enriquecimiento y tienen una capacidad de producción eléctrica de 70 megavatios, lo que según Rosatom es suficiente para proveer a unos 100 mil hogares. Rosatom afirma también que la plataforma es “prácticamente imposible de hundir” y capaz de soportar colisiones con icebergs y olas de hasta siete metros.
Greenpeace ha descrito el proyecto como un “Titanic nuclear” o un “Chernobyl sobre hielo” en un momento en el que la serie de HBO sobre el accidente en la central de Chernobil en 1986 vuelve a captar la atención. Países vecinos como Noruega han presionado a Rosatom para que no cargara el combustible nuclear en la plataforma hasta que fuera remolcada a una cierta distancia de sus aguas territoriales.
Los responsables de Rosatom, preocupados por las comparaciones con accidentes nucleares previos han explicado que los reactores en funcionamiento en Chernobil eran mucho mayores y de modelos diferentes. La tecnología nuclear a bordo del Akademik Lomonosov ya ha sido empleada en la flota de rompehielos nucleares rusos en el pasado.
“[Akademik Lomonosov] y un “Chernobil sobre hielo” son la noche y el día, hablamos de sistemas totalmente diferentes. Siempre hay que acercarse [a las nuevas tecnologías] con cierto escepticismo pero están yendo demasiado lejos. Si dicen que es posible un accidente en el reactor deben presentar pruebas”, defiende Vladimir Irminku, uno de los ingenieros jefe del proyecto.
En caso de accidente y un cierre del reactor, según Irminku, las gélidas aguas circundantes podrían ser utilizadas para enfriar los circuitos hasta que llegase la ayuda.
La Fundación Bellona, especializada en el medioambiente ártico planteó en un informe publicado 2011 que las olas provocadas por un tsunami podrían sacar la central nuclear del agua y lanzarla contra la costa, lo que supondría un “accidente nuclear de consecuencias graves”.
Sin embargo, Rosatom alega que el peligro de las olas queda limitado por un puente construido alrededor de la central y que, de ser arrojada contra tierra, los sistemas de emergencia del reactor pueden enfriarlo sin necesidad de ningún suministro de energía adicional durante 24 horas.
Dmitry Alekseyenko, uno de los responsables de construcción y operaciones de la plataforma, añadía que “hemos estudiado de cerca lo sucedido en Fukushima. ¿Qué sucedería si la plataforma recibe el impacto de tsunami? ¿O es lanzada a tierra? Según nuestros cálculos, un tsunami provocado por un terremoto de magnitud nueve no la movería de su base”.
Anna Kireeva, de Bellona, apuntó por su parte que la organización ha seguido de cerca el desarrollo del Akademik Lomonosov y aunque confían en que los expertos rusos pueden ser capaces de operar una central nuclear flotante se muestra preocupada por los planes de franquiciar la tecnología.
“Lo que en realidad nos preocupa es por qué fabrican esta central flotante. Que quieran vender esta tecnología a países como Sudán”, explica Kireeva. “Me preocupa de verdad que esa tecnología nuclear pueda ser usada por países en los que la seguridad, las leyes y los parámetros relativos a la radiación nuclear no son tan elevados como en Rusia. ¿Qué harán con el combustible nuclear una vez utilizado? ¿Cómo actuarán en caso de emergencia?”, apuntaba.
Otra de las cuestiones a tener en cuenta es la de la viabilidad económica de las centrales flotantes. Aunque Rosatom invierta asumiendo el interés de posibles compradores, aún no hay dinero sobre la mesa. Algunos detractores del proyecto se refieren al mismo con el término “frívolo”. Nilsen lo ha calificado de “proyecto de relaciones públicas” por la ausencia de pedidos y el hecho de que el gas licuado como alternativa energética al combustible nuclear ya está disponible.
“Si esto supusiera un muy buen modo de suministrar electricidad a la costa norte de Siberia, ya hubiéramos visto como se construían más… creo que este proyecto no va a pasar de una sola plataforma”, vaticina.
Rosatom no ha querido hacer público el coste del Akademik Lomonosov pero sí que se reduciría a medida que se construyan más plataformas. En 2016, se estimó que la central nuclear flotante costó 267 millones de euros, y la infraestructura paralela necesaria costaría otros nueve. Tras años de sobrecostes y retrasos, Alekseyenko calificó la entrega de la central como un hito para Rosatom y la industrial naval rusa. “Hacía mucho tiempo que no se realizaba un encargo de estas dimensiones”, concluyó.