ZONA ROSA: ESPLENDOR, TRAGEDIA Y DECADENCIA

09/08/2013 - 12:00 am
Madres de los desaparecidos lloran durante una de tantas manifestaciones. Foto: Cuartoscuro
Madres de los desaparecidos lloran durante una de tantas manifestaciones. Foto: Cuartoscuro

Ciudad de México, 9 de agosto (SinEmbargo).– “Mira”, Jorge señala hacia una casa antigua, ubicada sobre la calle Estrasburgo, en pleno corazón de la Zona Rosa, en el Distrito Federal. Entonces alquilaba un ático donde ahora es una oficina incierta. Eran otros tiempos, otro ambiente, otros olores.

Jorge dice que vivía ahí con lo básico, sin lujos, “porque vivir en este barrio era en sí un lujo mismo”.

Todavía hace 20 años, la Zona Rosa respiraba ese ambiente abigarrado de intelectualidad con esparcimiento y pose urbana. Jorge recuerda una mueblería lujosa, un restorán pomposo donde constantemente entraban celebridades del momento. “Incluso antes de vivir en esta zona, veníamos a caminar con los amigos. Te sentías como en otro mundo, en un lugar de fantasía. Por eso, cuando pude rentar mi ático, yo decía a mis cuates que una cosa era la Ciudad de México y otra Zona Rosa”, sonríe.

A la pregunta de: ¿puedes imaginarte que sobre estas calles existían otros edificios y otra gente?, Ángel David primero piensa, como si intentara imaginarse otro lugar. “No, vengo seguido a Zona Rosa y si me preguntas qué imagen tengo de este lugar, pues respondería que muchos antros, chicos, música, no sé, cosas por el estilo”.

Desde luego que Ángel David no puede imaginarse lo que Jorge vivió en sus tiempos de juventud. Lo mismo que Isidro, un chico gay que conoció Zona Rosa cuando entró, por vez primera, al Cabaretito Neón, uno de los lugares de ambiente gay más emblemáticos de la capital del país. Isidro, quien recién llegó de Chilpancingo, Guerrero, se maravilló al ver los escaparates de ropa, las tiendas de productos orientales, luces neón y “a hombres que iban muy cariñosos, sin miedo a que les hicieran algo… Desde entonces me quedé aquí. Vengo tres o cuatro veces a la semana”.

La Glorieta de Insurgentes es su punto de reunión. Isidro aún recuerda cuando no se construía el Metrobús que atraviesa todo Insurgentes. “No había tantas patrullas, aunque sí mucho acoso hacia nosotros. Antes nos cuidábamos de besarnos aquí, porque cuando menos lo esperabas, ya estaba detrás de ti un patrullero. Ahora no, al menos yo me siento más seguro en ese aspecto. Pero hace unas semanas dejamos de venir porque nos dijeron que Zona (Rosa) estaba llena de policías, por lo que sucedió con los chicos del Heaven”, advierte casi en tono de confidencia.

Esto viene a colación tras la desaparición de 12 personas el pasado domingo 26 de mayo en el antro Heaven, ubicado en la calle Lancaster 27, en Zona Rosa. Lo que suscitó, no sólo el primer revés al gobierno de Miguel Ángel Mancera, sino otro descalabro a la imagen negativa que arrastra Zona Rosa desde hace tiempo.

Horas después de lo sucedido, comenzó el operativo Zona Rosa Segura. Varios negocios fueron suspendidos, la vigilancia alertó a los viandantes y vino esa sensación de alerta y miedo. Algunos hablaban de una cacería de brujas, otros opinaban que Zona Rosa naufragaba entre la inseguridad y el duelo de ser uno de los lugares más concurridos y distinguidos en la capital del país, a otro convertido en un espacio de venta de drogas y delincuencia organizada.

Poco queda de ese lugar que retrataría el propio Vicente Leñero, a quien describió como: “… un perfume barato en un envase elegante […] Le impusieron una manera de ser copiada del extranjero y el traje le quedó grande, inapropiado. Pronto mostró el cobre y el sobrenombre se impuso: Zona Rosa. Demasiado ingenua para ser roja, pero demasiado frívola para ser blanca. Rosa; precisamente rosa”.

Desde luego, Leñero hablaba de ese tiempo que ya no es.

Actualmente, y debido a esa imagen negativa que tiene Zona Rosa, autoridades del Gobierno del Distrito Federal (GDF), de la Comisión de Derechos Humanos local, empresarios y vecinos crearon el Consejo Consultivo para rescatar este lugar y resolver diversas problemáticas, que van desde la regularización mercantil, hasta la resurrección económica, cultural y artística que en algún momento la caracterizó.

Operativos de seguridad que llegaron tras la desaparición de los 12 jóvenes. Foto: Cuartoscuro
Operativos de seguridad que llegaron tras la desaparición de los 12 jóvenes. Foto: Cuartoscuro

LA ÉPOCA DE ORO

Las calles de la entonces colonia Americana albergaban casonas porfiristas, en grandes predios, libres del rumor de la ciudad, del comercio desmedido; era un lugar propicio para las clases pudientes, para las visitas de embajadores y cónsules europeos y estadounidenses. Fundada en 1874 por Rafael Martínez de la Torre, ahí se asentaron las primeras construcciones de lo que sería la zona más aristocrática de la capital.

“Se fundó con la idea de ser una colonia de grandes valores: culturales y arquitectónicos, sobre todo. Fue de las primeras colonias que comenzó a crecer, en el último tercio del siglo XIX. Sólo que antes no se les conocía como colonias, sino como fracciones. El nombre de colonias fue acuñado por empresarios y aristócratas estadounidenses, de ahí devino el nombre de la colonia Americana, y tiempo después se rebautizaría como la colonia Juárez”, dice en entrevista la cronista del Centro Histórico, Ángeles González Gamio.

Rodeada por Paseo de Bucareli, el Bosque de Chapultepec y Paseo de la Reforma, esta colonia fue unificada por cuatro colonias formadas entre 1859 y 1890. En el libro Arquitectura porfirista en la colonia Juárez, de Elena Segurajaúregui, menciona que la mayoría de estos lotes fueron comprados por la compañía norteamericana Chapultepec Land Improvement Company, por lo que en 1901 existían por lo menos 50 lotes construidos.

Comenta González Gamio: “Se construyeron mansiones, cuyos dueños provenían de la aristocracia porfiriana. Dejaron sus casas del centro para mudarse a esa colonia. A principios del siglo XX, parecen auténticas calles parisinas. Sin olvidar que la colonia Juárez tiene buena traza urbana, una ubicación magnífica. Parecía el mejor destino para vivir. Había una tendencia generalizada de la gente con bueno gusto que habita esta zona. Porque, además, está comprobado que vivir en un lugar céntrico te da mejor calidad de vida. Todo eso implicaba la colonia Juárez”.

Sin embargo, apunta la investigadora, con la Segunda Guerra Mundial estas casas vivieron un deterioro; muchas de ellas fueron alquiladas para los incipientes comercios, “con rentas tan irrisorias, que poco a poco dio paso a una transformación”. En La región más transparente, Carlos Fuentes dispara un flashazo de aquella recién bautizada colonia Juárez (en honor a la victoria del Presidente Juárez sobre el imperio de Maximiliano de Habsburgo): “… por la calle de Niza, donde ya las mansiones comenzaban su declive hacia la boutique, el restaurante, el salón de belleza”.

Vicente Leñero añade en su crónica Zona Rosa: “Sufriendo durante cuarenta años la viudez del porfirismo que mató la Revolución, nostálgicas de poder y de gloria, las familias más venidas a menos de esa colonia Juárez se enfrentaron al dilema de continuar enclaustradas en sus grandes casonas, disimulando el hambre y fieles a su dignidad y abolengo, o a ceder a las insinuaciones del nuevo rico que a cambio de diecisiete calles y veintiocho hectáreas ofrecíales nueva gloria, nuevo poder, nueva cuenta bancaria”.

Así fue el inicio de todo. Obras de arte antiguas, mobiliarios de abolengo, objetos valiosos e inmuebles, muchos de ellos sepultados bajo la nueva construcción de un edificio o una plaza comercial, dio final a esa época de oro, y que años después daría paso a la creación de ese sueño cosmopolita llamado Zona Rosa.

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El Heaven: caso sin resolver. Foto: Cuartoscuro

LA VIDA EN ROSA

La vida en rosa… Así podría llamarse a aquellos años gloriosos de esta área de la colonia Juárez: Zona Rosa. Su nombre se le atribuye a José Luis Cuevas cuando este artista expone una de sus obras en la extinta Galería Trofeo. Durante una entrevista, le preguntan cómo se llama su exposición, a lo que el escultor responde: “Temas de una zona roja en una zona rosa”.

Dicho nombre se hizo más popular, gracias a los comentarios del periodista de sociales, Agustín Barrios-Gómez, en el periódico Novedades. En su columna mencionaba los suntuosos restoranes, bares exclusivos, librerías, eventos sociales de gran realce.

Por su columna, Ensalada Popof, se conocieron lugares tan legendarios como los restoranes Konditori y Focolare; el café Tirol donde Carlos Fuentes charlaba con frecuencia; las Galerías Souza y la presencia de Manuel Felguérez; la oportunidad de ver a la poetisa Pita Amor en la librería Dalis; así como mueblerías lujosas Chippendale y Cozy; joyerías como Myro´s y la Kimberly. Lo cultural con lo comercial hacían sinergia, hasta que la noche caía y las luces de los bares y centros nocturnos iluminaban las sombras.

Gabriel Romero, propietario de los bares El Almacén y el Taller cuenta que hace 27 años inauguraron estos centros nocturnos, los primeros en declararse abiertamente como sitios para hombres gay. “Eran otros tiempos. Por un lado, había más acoso de los policías, por el alto índice de homofobia; pero también había una gran diversidad. Podías ver de todo: hasta sitios para toda la familia. Sólo existíamos seis lugares de ambiente gay, los demás eran establecimientos de cultura, diversión y restoranes… Hoy ya no existe eso”.

Gabriel Romero reconoce que Zona Rosa se ha apagado. Dice que hay una imagen de ser un lugar de sexo, apuestas y venta de droga. “La droga siempre se ha vendido, no es algo nuevo ni exclusivo de Zona Rosa. Lo que pasa es que de hace 15 años hacia acá, proliferaron negocios para adultos por lo que las familias no tienen espacio en estos lugares. Además de que mucha gente dejó de vivir en Zona Rosa y se convirtió sólo en un lugar de negocios. Dicen que los tarjeteros –personas que reparten tarjetas de promoción en bares y discotecas–, son narcomenudistas, pero hay muchos de ellos que sólo invitan a los centros nocturnos”.

Por su parte, Ángeles González Gamio habla de Zona Rosa como un lugar que no sólo era frecuentado por integrantes de la diversidad sexual, sino también “intelectuales, románticos existencialistas, snobs y hasta hippies. Mucha de la gente que frecuentaba este lugar era para ser vista, para posar”.

No obstante, el presidente de la Asociación Nacional de la Industria de Discotecas, Bares y Centros Espectáculos (Anidice), Ismael Rivera Cruces considera que la Zona Rosa ha tenido muchos cambios conforme pasa el tiempo, pero destaca: “Durante la administración de Dolores Padierna Luna, como titular de la Delegación Cuauhtémoc, la Zona Rosa sufrió grandes golpes, sobre todo el acoso a centros nocturnos y la entrada de giros negros en otros establecimientos. Lo del antro Heaven no es algo nuevo”, advierte.

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Zona de desprestigio y un golpe para el gobierno de Mancera. Foto: Cuartoscuro

MEDIDAS URGENTES

Ya no es lo mismo, confiesa Isidro, quien desde principios de junio se hizo consciente el incremento de presencia policíaca. “A partir de las nueve de la noche, comienzan a salir los policías en camionetas grandes. Los encuentras en Amberes, sobre Reforma, Londres y ahora más en Florencia”, y aunque dice que no ha recibido ninguna agresión, “sí se nos quedan mirando, sobre todo si vas agarrado de la mano con tu pareja… La verdad es que en vez de sentirme protegido, sí me dan miedo”.

Ismael Rivera, presidente de Anidice, afirma que desde 2000, con Dolores Padierna, comenzó una cacería de brujas contra diversos establecimientos. “Padierna declaró una guerra contra los centros nocturnos. De 160 que existían en esa fecha, sólo quedaron 40 que operaban a medias luces”, mientras explica que a Zona Rosa también le hace falta seguridad y no acoso de las autoridades; además de crear pasajes turísticos, darle más realce al turismo, crear una policía turística e iluminación”.

La escritora y cronista, Ángeles González Gamio precisa que Zona Rosa se “changarrizó” tras la apertura del Metro Insurgentes. “Dio paso al ambulantaje, se infestó de gente y poco a poco se perdió”. Cuando se le pregunta si vio un cambio negativo en este lugar, luego de la administración de Dolores Padierna, la investigadora dice: “Tal vez sí, porque los negocios dieron un giro distinto… pero lo cierto es que cuando un lugar se vuelve sólo de un sector de la sociedad, cuando en lugar de colonia es un centro comercial, y cuando los políticos son negligentes ante esto, se pierden los espacios”.

Por su parte, Gabriel Romero es cuidadoso al hablar de Dolores Padierna, pero sí reconoce que varios centros nocturnos “sufrimos acoso. Unos más que otros. Sobre todo aquellos donde no estaban reglamentados. Había desde redadas, hasta acoso policial. Yo creo que esto se debió al incendio en la discoteca Lobohombo (el 20 de octubre de 2000). A partir de ahí, Padierna quiso dar la imagen de que tenían el control sobre centros nocturnos, y dio paso a una serie de arbitrariedades”, apunta el empresario.

Para Ismael Rivera es urgente que Zona Rosa haga un alto en el camino y recupere, no sólo su glamour, sino también la vida de quienes la habitaron. Él es parte del Consejo Consultivo. Detalla Rivera Cruces que “se plantearon pasos a seguir. Tendremos juntas de gobierno todos los viernes. Lo que se intenta es un reordenamiento de los ambulantes, de guías de turistas, crear librerías y cafeterías desde Florencia hasta Niza. Limpieza en las calles, alumbrado público, hasta la remodelación de la Glorieta de Insurgentes y más cámaras de vigilancia”. Se le cuestiona si confía en que este Consejo sea viable y concrete esas ideas. El empresario responde: “Si hay voluntad política, se pueden ver los primeros cambios en 10 meses, o máximo un año, pero sólo si hay voluntad política… y presupuesto”, aclara.

A su vez, González Gamio cree prioritario que vecinos sean parte de este Consejo Consultivo: “Son ellos quienes pueden rescatar su colonia. Los políticos no tienen voluntad, me cuesta creer en ellos porque mantienen el mismo discurso desde siempre y Zona Rosa no cambia”.

Y es que tan sólo algunos datos del Gobierno del Distrito Federal (GDF) aseguran que de las 24 manzanas que conforman el polígono que va de Insurgentes a Sevilla y de Chapultepec a Reforma, viven unas 800 familias y circulan ahí, en Zona Rosa, 100 mil personas tan sólo por Génova. Funcionan, por lo menos, 500 establecimientos en planta baja, de los cuales 100 son restoranes y 80 entre antros y bares. Añádase a esto, 17 hoteles y 9 mil cajones de estacionamiento. Todo un mundo.

Jorge se despide con la mirada de ese lugar donde vivió tres años. Añora con volver a entrar, pero le da pudor. “Yo espero que rescaten este lugar. Dicen que era de pose y de dinero… acá también pasaba el ropavejero y la marimba, era una colonia con diversidad. Yo no creo que sea un lugar inhabitable, pero tienen que darnos las condiciones. Así, por supuesto que me regresaría a vivir”, sonríe.

A lo lejos, Jorge mira lo que siempre ve: la diaria metamorfosis de un lugar que fue y que promete volver a ser.

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