Si bien la izquierda logró instalarse como la segunda fuerza política en el Congreso, está obligada a limpiarse de corrupción si es que aspira a avanzar, dice Lorenzo Meyer. El investigador prevé un futuro incierto para aquélla, atrapada entre pelitos internos, ataques externos y tentaciones de cooptación económica. Meyer lamenta que en las olas democráticas que han llegado a todas partes, como Portugal y África del Norte, la nuestra “nos trajo al PRI de retorno”.
Por José Gil Olmos
El investigador Lorenzo Meyer advierte que una de las primeras tareas que la izquierda mexicana debería emprender, si quiere avanzar política y socialmente, es la de limpiar sus filas de corrupción. No obstante, considera que esto es muy complicado porque fuertes intereses en las llamadas tribus que la conforman han convertido a los partidos y gobiernos de izquierda en un negocio.
Entrevistado mientras el Frente Amplio Progresista que encabeza Andrés Manuel López Obrador reúne las pruebas de la compra y coacción de millones de votos por el PRI mediante monederos electrónicos y despensas, el doctor en relaciones internacionales Lorenzo Meyer observa un futuro incierto para la izquierda mexicana, atrapada entre las peleas internas, los ataques exteriores y las tentaciones de cooptación económica.
De entrada, el profesor de El Colegio de México hace una evaluación del proceso electoral y de los resultados preliminares favorables al candidato presidencial del PRI, Enrique Peña Nieto. Señala que mientras la izquierda se quedó como en el 2006, sin avanzar más allá del tercio de los votos, será la segunda fuerza en el Congreso de la Unión. A su vez, el PRI tendrá una mayoría relativa en el Poder Legislativo, aunque podría aliarse con el PAN para sacar las reformas en las que ambos partidos están de acuerdo.
Indica que el hecho principal, ahora que pasaron los comicios, es el retorno del PRI al poder. No es un caso único, continúa. En Taiwán también nos encontramos un partido autoritario que funciona de manera no muy distinta a la del PRI, partido éste que se refugia después de su derrota y ahora regresa al poder. En una más de las olas democráticas que han llegado a todas partes, como Portugal y África del Norte, la nuestra nos trajo al PRI de retorno, apunta Meyer.
El investigador percibe que si en diciembre de este año asume la Presidencia quien fue el candidato del PRI, volverán una visión y una forma de hacer política que ya parecían extinguidas y que se basan en el autoritarismo.
“Alguien puede decir que es un nuevo PRI, ¿pero tenemos derecho a creérselo? Considero que sería una irresponsabilidad. Tenemos que actuar en función de lo que ha sido la historia de ese partido, que no es totalitario, no es una dictadura, pero tampoco es democrático y sí, en cambio, es autoritario”.
A su juicio, lo que estamos viviendo es en realidad un relevo de derechas porque el PRI, desde Carlos Salinas de Gortari, puso al priismo al servicio del proyecto neoliberal que luego el PAN continuó en 12 años de gobierno.
“De cualquier manera, en esta elección nos preparamos para recibir a la antigua derecha. Entonces, es un intercambio de estafeta entre representantes del mismo proyecto. El 2012 tiene como centro el regreso del PRI y la persistencia del mismo proyecto económico, que condiciona la forma en que la sociedad mexicana va a seguirse desarrollando, y no vemos cambio: es una reafirmación de las inercias, de las fuerzas que ya venían condicionando el cauce del desarrollo mexicano. Más de lo mismo: eso es el 2012”, sostiene.
A partir de este hecho, Meyer hace una revisión de la izquierda mexicana que, desde su punto de vista, históricamente ha estado ligada con aquellos movimientos sociales y políticos que miran por el bienestar de la clase más desprotegida –desde los liberales del siglo XIX hasta el cardenismo–, la cual no ha llegado al poder por la vía electoral, y ahora enfrenta los enormes retos de la corrupción y la fragmentación.
LA CORRUPCIÓN
Para Meyer, la izquierda mexicana tuvo un fantástico avance en las elecciones de 1988, cuando se amalgamaron las herencias del antiguo Partido Comunista, la izquierda más ortodoxa y tradicional, y esa izquierda que convivió tanto tiempo, dentro del PRI, con el centro y la derecha.
Pero lo que en un momento fue una virtud, ahora es un problema: “La izquierda mexicana se forma de pedazos, y nunca ha pasado a ser una estructura unida; sigue estando muy dividida”, asevera Meyer.
–¿Por qué no ha estado unida la izquierda?
–Por sus orígenes, porque cada quien los conservó. Hay la hipótesis de que cada partido tiene un sello que nunca pierde. El agrupamiento de izquierdas mexicanas nació de uniones, de amalgamas que ya estaban formadas, y una vez dentro de la gran izquierda nunca dejaron de existir como subgrupos o “tribus”, como se les llama. En cada uno de ellos hay intereses, y no son precisamente ideológicos.
Plantea que la izquierda siempre ha estado dividida en el mundo y que una de sus principales características es que los grupos que la integran se ven unos a otros como adversarios.
Sin embargo, ahora que la ideología ha perdido una buena parte de poder, en el caso mexicano ve que están de por medio intereses económicos, “porque quien controla al PRD es quien recibe los dineros que el Estado le da al partido; es el que recibe la mejor parte”.
Subraya que si los adversarios de la izquierda la han atacado de frente considerándola un peligro para México y haciéndole una imagen negativa, también la han corrompido en algunas de sus facciones y algunos de sus dirigentes, comprándolos.
Meyer cita como ejemplo el Estado de México, donde los perredistas han apoyado propuestas de ley y otras acciones del PRI en los gobiernos de Arturo Montiel, Enrique Peña Nieto y ahora con Eruviel Ávila. “A lo que hay de izquierda ahí, a sus representantes en el Congreso, se les ha visto votar con la mayoría del PRI. ¿Cómo se explica eso si no es por cooptación?”.
Y esas situaciones también se pueden detectar en el Distrito Federal.
“Vemos que la izquierda en el Distrito Federal pelea duramente por las delegaciones, pero no es por una ideología, por un proyecto de desarrollo social y económico, sino por ver quién controla los empleos en esas delegaciones. Que yo sepa, las delegaciones no son particularmente limpias y ajenas a la corrupción; a veces da la impresión de que están igual que antes, cuando el PRI las controlaba.”
Recuerda Meyer el estudio que elaboró Samuel del Villar sobre el PRD en el Distrito Federal, donde detectó la compra de votos. “Hay estudios en los que se ve cómo en las delegaciones una facción del PRD se enfrentaba a otra en las elecciones internas comprando votos. Samuel del Villar, cuando se le pidió que viera el proceso interno del PRD, lo dejó por escrito, y en conversaciones directas señalaba que aquello era un infierno en la lucha no democrática por controlar pedazos del partido”.
–¿Internamente la izquierda partidista tiene el reto de superar estas fragmentaciones?
–Tiene ese reto como izquierda, pero en los grupos internos quizá el reto no es ese, sino el interés particular de tener poder. Hay dirigentes, bases de izquierda a las cuales no les conviene la existencia de una refundación de la izquierda porque perderían. Entonces su interés personal, vital, es mantener las cosas como ahora, aunque eso impida que como gran corriente política e histórica alcancen lo que pudieran alcanzar.
“Hay muchos intereses pequeños, personales, y se sienten más a gusto administrando la pedacería que corriendo el riesgo de que en el gran proyecto sólo sean un átomo y queden marginados en ese nuevo trayecto.”
–¿Ese es el problema real? ¿Ya no hablamos de ideología?
–Hace tiempo ya no hablamos de ideología. Se supone que la izquierda está más libre porque ya no está atada a la ideología. Ya no hay eso. Lo importante de la izquierda es mantener en cada coyuntura una posición que vaya en beneficio de la mayoría, de los que están hasta abajo de la pirámide social. Esa izquierda es muy flexible, pero esa flexibilidad hace que no haya una meta muy clara y que se disperse la energía.
–Ese es un problema grave para la gente que pensaría que la izquierda es la posibilidad de cambio, ¿no es así?
–Bueno, sí, pero no hay un camino marcado para el cambio. Puede ser en varias direcciones y con diferente intensidad. Ahí lo que se necesita es inteligencia, sensibilidad y honestidad.
–¿Cuáles son los retos de la izquierda tanto en lo social como en lo político?
–Reorganizarse, aceptar que no ha estado a la altura por un alto grado de corrupción. ¿Pero se puede aceptar eso? Es posible que alguien desde la izquierda pueda reconocer errores de política, ¿pero de corrupción? El problema ético es muy difícil de aceptar; decir: “somos una junta de corruptos, y de aquí en adelante ya no lo seremos”, es muy difícil. No obstante, ese sería el tema.
“Vuelvo a lo de Samuel del Villar, quien insistía mucho en que hay un elemento central que es el moral. Para una izquierda más tradicional y ortodoxa esto suena hasta ridículo, pero yo digo que sí hay un elemento ético muy importante… Si no, no se entiende a la izquierda.
“¿No sería más fácil para alguien que se dedica a la política irse por donde están los intereses ya creados? Es mucho más factible hacer esto, ganar en política siguiendo a Maquiavelo, que insistir en que se tiene que enfrentar a los intereses creados, en función de una sociedad más justa que al final es una utopía. Puede que no sea tan eficaz, pero es preciso tener una meta con un elemento ético. Esa es la parte difícil para la izquierda, porque la derecha no lo tiene, ni tampoco el PRI, que no tiene ideología ni nada, porque su objetivo es conseguir el poder.
–La izquierda necesita una limpieza interna, ¿y eso es difícil de hacer?
–Cómo hacerlo, no lo sé. Bueno, las derrotas pueden ser una oportunidad. ¿Por qué no invitar a una parte de la izquierda a irse al PRI? Seguro que los quieren ahí.
EL FUTURO
El profesor Lorenzo Meyer estima que, en estas condiciones, la única amalgama que han tenido los grupos de la izquierda, aquello que los tiene pegados a pesar de sus diferencias, es la presencia de Andrés Manuel López Obrador, quien, sin embargo, no está identificado con ningún partido, por lo cual creó su propio movimiento, ya que los partidos no respondían a las necesidades de una buena campaña política.
“A veces, en ciertas coyunturas, uno se preguntaba contra quién estaba luchando Andrés Manuel, si contra la derecha o contra alguna fracción de la propia izquierda. Adentro de la izquierda, Andrés Manuel tiene unos enemigos formidables. Con esos frentes, interno y externo, casi es un milagro que haya podido llegar hasta el final”, asevera Meyer.
–¿Cree que el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) pueda ser el siguiente paso para la formación de un partido de izquierda?
–Es una posibilidad, pero, una vez arraigados, los intereses creados y burocratizados no los deshace ni Dios. Considero que el PRD se va a quedar, y no es fácil que Morena se convierta en un partido político. Pero, bueno, se podría, aunque hay que esperar a ver qué decide hacer Andrés Manuel.
Meyer advierte que la derrota es uno de los mejores elementos para que se fragmenten los partidos, aunque en el largo plazo, como ya lo demostró el PRI, pueden volver a recomponerse.
En el caso de la izquierda, su recomposición va a depender de muchos factores: de la actitud de López Obrador, de los otros fragmentos de la misma, de lo que hagan el PRI y el gobierno al ofrecerles un buen trato e intentando apartarlos mediante la cooptación.
–¿Andrés Manuel podría ser la figura unificadora?
–Bueno, él dijo que si no ganaba se retiraría, pero no veo señales de qué vaya a decidir; de momento está muy enfocado en deslegitimar la victoria de Peña Nieto; ahí están sus baterías puestas; en el largo plazo quién sabe por dónde decida irse.
“Es interesante ver que es el único líder carismático que hay. La derecha panista no tiene a nadie, ni por asomo, con algo de carisma; Josefina Vázquez Mota no lo tiene. En el PRI disponen de una figura hecha a base de publicidad, de mercadotecnia; no es un carisma genuino porque no se ha puesto a prueba en los momentos difíciles, en los momentos de lucha real. El único con carisma es Andrés Manuel.”
–En este escenario, ¿hacia dónde puede ir la izquierda mexicana?
–También depende de cómo reaccione la sociedad mexicana, esa entidad tan abstracta con multiplicidad de actitudes, de contradicciones. La parte dura de la izquierda ya la sabemos: es entre 15 y 18% del electorado. En esta elección tuvieron 33%, pero hay una parte que puede no identificarse en el futuro.
La izquierda es compromiso de lucha contra el statu quo. Aquí y en cualquier otra parte, le demanda a quien es parte de ella más esfuerzo que al común de los ciudadanos, señala Meyer, pero agrega que existen otras manifestaciones que pueden apoyar a la izquierda sin ser necesariamente partidarias o sin identificarse del todo con ella, como el movimiento de los estudiantes.
“Depende en buena medida de los estímulos que salgan allí donde no los espera uno. Según las encuestas, el movimiento estudiantil significó una subida de votos para Andrés Manuel; no los buscó, no los creó él, sino Peña Nieto, al comportarse en la Ibero de la manera en que lo hizo. ¿Cuándo podrá salir un estímulo así? Voy a especular: quizá cuando se decida la privatización de Pemex o cualquier otro que no nos imaginamos. El llano sí tiene pasto seco. Lo tenía antes, lo tiene ahora y lo tendrá en el futuro.”
Se le recuerda a Meyer que una de las principales ofertas que hizo López Obrador en su campaña fue la honestidad. Y él comenta que, de acuerdo con una encuesta que un grupo de investigadores encargó a la empresa Berumen, la honestidad fue la última propuesta que tomaron en cuenta los entrevistados.
“Si la encuesta tiene razón de ser, si la menos importante es la honestidad, quiere decir que ahí hay un problema de la sociedad”, enfatiza.
Manifestó que en las sociedades colonizadas como la mexicana todo se hizo para que la relación entre la autoridad y la sociedad fuera de superiores e inferiores, de súbditos; que en el siglo XX dominó la forma autoritaria del PRI, y que apenas ahora estamos teniendo oportunidad de desarrollar el elemento ciudadano, pero que es una minoría de la sociedad la que puede hacerlo.
Y remató: “Tenemos que conocernos más y ver de qué estamos hechos en materia de valores. No hay mucho tiempo. Al final de cuentas el problema somos nosotros. El enemigo somos nosotros. Esto parece desalentador, pero es en el proceso de lucha donde adquiere sentido nuestra existencia”.
–Apro