El 10 de junio de 1971, el grupo paramilitar conocido como Los Halcones perpetró una matanza de estudiantes que quedó impune por la complicidad del PRI y el PAN y la inmovilidad de la izquierda.
El candidato presidencial del PRI, Enrique Peña Nieto, estaba por cumplir cinco años cuando el régimen autoritario priísta reprimió violentamente las demandas de democratización de los jóvenes universitarios y preparatorianos de entonces.
Peña Nieto es el heredero de ese viejo régimen que para su defensa y seguridad encarceló, asesinó y desapareció a campesinos, médicos, ferrocarrileros, estudiantes, profesores, artistas y cientos de personas que se le opusieron.
Creado por el Ejército después de la Revolución Mexicana, ese régimen fue rebasado por los movimientos estudiantiles de 1968 y 1971 y, en un contubernio de los jefes políticos y militares del país, decidieron, literalmente, masacrarlos.
Pasaron casi tres años para que los estudiantes volvieran a salir a las calles después de la matanza del 2 de octubre de 1968, en Tlatelolco. Pero el 10 de junio de 1971, el régimen decidió proteger al Ejército después de su desprestigio por su intervención en la masacre de la Plaza de las Tres Culturas.
Se valió entonces de Los Halcones, el grupo paramilitar creado y entrenado durante el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz por el general Manuel Díaz Escobar. Los paramilitares recibieron la cobertura del entonces Departamento del Distrito Federal, hoy Gobierno del Distrito Federal, que estaba al mando del general Alfonso Corona del Rosal.
El 10 de junio de 1971, cuando ocurrió la matanza estudiantil en San Cosme, Luis Echeverría llevaba año y medio en Los Pinos y el regente de la capital era Alfonso Martínez Domínguez. Pero ambos mantuvieron al grupo paramilitar como brazo ejecutor contra la protesta juvenil.
Ese PRI represor quedó impune. La inoperante fiscalía creada por Vicente Fox que simuló investigar los crímenes de ese régimen dijo que ese día, un Jueves de Corpus, sólo hubo 38 muertos. La duda, sin embargo, se impone. No se sabe cuántos realmente murieron y desaparecieron.
Peña Nieto ha callado ante esos crímenes de lesa humanidad cometidos por su ascendencia política. Toda proporción guardada, él tiene su propia historia de represión e impunidad en Atenco.
Cuando el PAN llegó a Los Pinos, como beneficiario directo de esas muertes tenía el imperativo político y moral de investigar y sancionar a los culpables. No lo hizo. Simuló. Sólo manoseó la historia y obstruyó la justicia.
Felipe Calderón no sólo echó a la basura esa fiscalía especial y cerró el círculo de la impunidad, sino que al igual que Echeverría se valió del Ejército para sus necesidades políticas. Gustosos, los militares lo hicieron, también a cambio de impunidad.
Ejército y Marina están ahora en la calle para enfrentar un problema de seguridad del Estado, pero no están dispuestos a someterse a controles. Tienen el apoyo de toda la clase política. Signos de la fallida transición democrática.
Hoy #YoSoy132 viene a evidenciar otra cara de fracaso: la clase política sometida por el poder fáctico de la televisión. Gracias a ese movimiento, el duopolio televisivo transmitirá en sus principales canales el debate presidencial del 10 de junio.
Pero Peña Nieto no ha sido el único omiso ante el halconazo. También la candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota. Es natural.
En el debate, el candidato de las llamadas izquierdas, Andrés Manuel López Obrador, está obligado a honrar a los estudiantes de hace 41 años y a los de ahora. Omitirlo pondría en duda su “cambio verdadero”.
– Apro