En México, los trabajos del hogar y de cuidados –desempeñados mayoritariamente por mujeres– contribuyen a una cuarta parte del PIB nacional. Esto afecta directamente a mujeres que quieren ser madres o ya lo son, pues tienen que hacer “malabares” entre su desempeño de estos trabajos y su desarrollo como profesionistas.
Ciudad de México, 9 de mayo (SinEmbargo).– En el 2020, más de la mitad de las madres mexicanas no estaban económicamente activas, reveló un estudio de México Cómo Vamos. De acuerdo con el análisis que hizo del Censo de Población y Vivienda 2020 y la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del cuatro trimestre de 2022, ambos elaborados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el 59 por ciento de las madres mexicanas –que a ese año sumaban más de 35 millones– no participaban en actividades remuneradas.
La falta de participación en actividades remuneradas se debe, explicó la organización, a que las mujeres mexicanas “trabajan más del doble de tiempo que los hombres en labores no remuneradas” como tareas del hogar y de cuidados. Mientras que los hombres dedicaban, en promedio por semana, 18 horas; las mujeres desempeñaban estos trabajos durante 42 horas a la semana.
“Las mujeres se enfrentan a una doble o triple jornada laboral“, expuso al respecto la doctora Brenda Gómez, especialistas en Estudios de Género y Feminismo adscrita a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
En primer lugar, se invierte tiempo para realizar trabajos domésticos como barrer, trapear, hacer la comida, etc. En un segundo lugar, se desempeñan trabajos de cuidado hacia otra persona –en el caso de las madres, sus hijos e hijas– “porque se liga a que es una cualidad innata de las mujeres”, en vez de que esas labores se repartan equitativamente cuando la crianza se produce en pareja.
Finalmente, una tercera jornada es aquella realizada por mujeres cuando desempeñan una actividad remunerada. “En el caso de las mujeres que son madres, tienen que estar haciendo este malabar entre que estar produciendo en el trabajo remunerado y al mismo tiempo, con las labores domésticas, de alguna manera también se está contribuyendo a la economía del país”.
En términos porcentuales, destaca el Inegi, el valor de este trabajo representó el 26.3 por ciento del PIB para el 2021.
Las mismas cifras señalan que el valor económico de las labores domésticas y de cuidados para dicho año fue de 6.8 billones de pesos. En promedio, las mujeres contribuyeron con 71 mil 524 pesos per cápita en trabajos domésticos y de cuidados, mientras que los hombres con 28 mil 831 pesos. Es decir, las mujeres producen 1.48 veces más de valor en labores domésticas y de cuidados que los hombres.
“En términos culturales, [los trabajos domésticos y de cuidados] no se le concibe como trabajo, sino es algo que simplemente le toca a las mujeres y muchas veces no hay un reconocimiento social”, profundizó la investigadora. “Por lo mismo, muchas mujeres no lo significan como un trabajo y dicen que no se dedican a nada, pero vemos que realmente implica un montón de trabajo y aporte económico, familiar, social y de sostenimiento a la economía” nacional.
Esta doble o triple jornada, detalló Gómez, tiene igualmente un desgaste físico y emocional en las mujeres, quienes además deben de hacer frente a la carga cultural de la maternidad con respecto a la idea de una “buena madre”.
Con respecto a la escolaridad que tenían las madres mexicanas al 2020, el Inegi reportó que el 57 por ciento contaban con educación básica, el 19 por ciento había cursado educación media superior y sólo el 17 por ciento tenía un nivel de educación superior.
Por esta razón, la académica de la UNAM Brenda Gómez expresó la importancia de que exista igualmente un sistema de cuidados para mujeres que están estudiando.
LAS MADRES NECESITAN UN SISTEMA DE CUIDADOS
Los primeros seis años de vida de las niñas y niños son vitales para el resto de su progreso en términos de educación y salud, indicó Mariana Becerra, investigadora en la Dirección de Desarrollo Social con Equidad del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY).
Es por ello que es particularmente importante que las mujeres tengan acceso a un sistema de cuidados que les permita desarrollarse tanto profesionalmente como madres, ya sea por medio de guarderías, prestaciones de salud, entre otros.
“Este sistema de cuidado se refiere a todo el apoyo que tienen entorno las mujeres”, señaló Becerra. “Las mujeres trabajan en casa las 24 horas: en lo que es mantener y organizar un hogar, los alimentos, la limpieza, los cuidados de los niños (…) entonces, el que haya un sistema adecuado y que se fortalezca para que haya un desarrollo infantil temprano sí permite que las mujeres puedan dejar ese mercado de trabajo no remunerado e incorporarse al mercado formal”.
El pertenecer al mercado formal, ahondó la investigadora, permite que los trabajadores reciban prestaciones sociales, a comparación de mujeres que solamente pertenecen al mercado informal debido la flexibilidad de los horarios.
“Pueden vender zapatos, o pasteles en este mercado informal, pero no tienen un sistema de prestaciones como es un seguro de atención de salud, una pensión, seguro de desempleo, que es todo un sistema que sí hace que la mujer pueda tener una mejor vida, y por ende sus hijos también, y haya una mejor movilidad social”.
De acuerdo con el análisis hecho por el CEEY, poco más del 30 por ciento de las mujeres superan su condición socioeconómica si no tienen acceso a servicios de cuidado infantil. En cambio, más del 60 por ciento pueden hacerlo si tienen esta opción en su día a día.
Lo ideal, consideró Becerra, sería que las mismas empresas dieran estas prestaciones. Sin embargo, también enfatizó la importancia de que existan políticas públicas que no sólo faciliten las labores de cuidado a quienes deciden ser madres o ya lo son, sino que también a sus parejas cuando éstas son hombres, pues muchas compañías discriminan al momento de contratar a mujeres por el tiempo que ellas pueden emplear en cuidar a recién nacidos y a hijos enfermos, en comparación con hombres.
“Tanto para el desarrollo profesional de la mujer, como también para que tengan capacidad económica, una independencia económica [es importante que más madres puedan trabajar en el sector formal]”, destacó la investigadora del CEEY. “Vemos en los casos de violencia de género e intrafamiliar que muchas veces las mujeres no dejan el hogar porque hay una dependencia económica, entonces tanto para temas de violencia como para temas de movilidad social es bien importante que la mujer pueda ser independiente económicamente. Además, permite que sus hijos tengan una mejor salud, educación y movilidad social. Es todo un ciclo”.