Violeta Vázquez-Rojas Maldonado
09/05/2022 - 12:04 am
Mirar al sur
“Parece que la línea que mejor define la política exterior de AMLO no es aquella de ‘la mejor política exterior es la interior’, sino otra acaso más conocida y que resuena más en el sentido común: primero los pobres”.
Sólo en el primer año de su Gobierno, Enrique Peña Nieto visitó 18 países, desde Chile en enero de 2013 (donde asistió a la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), hasta Turquía, en noviembre de ese año. Ese mismo año también viajó a Indonesia, China, Rusia, El Reino Unido, Sudáfrica, Costa de Marfil, Japón y El Vaticano. Su primera visita a Estados Unidos fue para reunirse con empresarios en la conferencia de Sun Valley. En el continente americano, además de Chile, visitó Costa Rica, Venezuela, Perú, Haití, Colombia, Guatemala y Panamá.
Felipe Calderón también salió paseador. En su primer año de Gobierno visitó Nicaragua, El Salvador, Alemania, Suiza, Reino Unido, España, Guyana, El Vaticano, Italia, Francia, Bélgica, Alemania, Dinamarca, Belice, Canadá, Nueva Zelanda, Australia y la India. Algunas de estas visitas eran para asistir a foros -lo esperado de un mandatario-, como el Foro Económico Mundial, o como cuando México asistió como invitado a la cumbre del G-8. Pero fuera de eso, las demás visitas parecían más que dispensables.
En el total de su sexenio, Peña Nieto realizó 29 visitas oficiales al exterior, Felipe Calderón, 90. Pero de todos no ha habido un presidente tan “de mundo” como Vicente Fox: sólo en su primer año hizo tantos viajes al extranjero como Peña Nieto en todo su sexenio, y sumó en total 109 visitas al exterior durante su mandato.
Viniendo de esta historia reciente, es imposible no contrastar la cantidad de visitas al extranjero que realizaron estos tres presidentes con la parsimonia de López Obrador. Los primeros casi dos años de su sexenio los pasó en México, mientras que el Canciller fue el encargado de representarlo en los foros que lo requerían. Hasta julio de 2020 por fin cruzó una frontera para reunirse con el entonces Presidente de Estados Unidos, Donald Trump. En 2021 realizó dos viajes a Estados Unidos: uno para presidir el Consejo de Seguridad de la ONU y otro para la cumbre trilateral con los presidentes de Canadá y el país anfitrión. La tercera vez que AMLO sale del país es esta, ya bien entrado el cuarto año de su mandato, y fue para visitar cinco países de Centroamérica y el Caribe: Guatemala, El Salvador, Honduras, Belice y Cuba. En cada caso fue recibido por el Presidente (en el caso de Honduras, la Presidenta) del país anfitrión.
Se requiere un experto en Relaciones Internacionales para explicar los detalles y las implicaciones de este agudo contraste entre los hábitos de viaje de López Obrador y sus predecesores. Pero desde la perspectiva de alguien que simplemente lee noticias y las contrasta, como cualquiera de nosotros, lo que vemos en los primeros tres casos que cité es un dispendio muy probablemente injustificado y en el segundo, el acatamiento firme de la austeridad republicana: no salir al extranjero más allá de lo necesario.
Siendo esto así, queda por preguntarnos por qué ha sido necesario para López Obrador visitar estos cinco países. La clave no está muy lejos en la memoria. Apenas en septiembre del año pasado, en la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), de la que México asumió la presidencia pro tempore, López Obrador propuso una alianza de países del continente americano, “algo parecido a lo que fue la Comunidad Económica que dio origen a la actual Unión Europea”. En ese discurso propone tres ejes para la integración: (i) el principio de no intervención y de autodeterminación de los pueblos, (ii) la cooperación para el desarrollo, (iii) la ayuda mutua para combatir la desigualdad y la discriminación. Tampoco descarta que la Organización de Estados Americanos sea eventualmente sustituida por este organismo integrador.
A continuación cito un extracto de ese discurso: “Pienso, pues, que es el momento de terminar con el letargo y plantear una nueva y vigorosa relación entre los pueblos de América. Me parece que es tiempo de sustituir la política de bloqueos y de malos tratos por la opción de respetarnos, caminar juntos y asociarnos por el bien de América, sin vulnerar nuestras soberanías.”
Las palabras de AMLO no son huecas: desde 2019, el Gobierno de México ha emprendido una fuerte cooperación con los países centroamericanos. Mediante los respectivos acuerdos, se extendieron los programas Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo El Futuro a El Salvador y Honduras, como una medida acordada para mitigar la migración forzada por causas económicas.
El viernes 6 de mayo, en su discurso desde El Salvador, López Obrador recordó la promesa de Joe Biden de apoyar estos programas con cuatro mil millones de dólares y dijo que, aunque confía en que los completen, no pueden quedarse esperando ni depender de nadie, así que, haciendo gala de su derecho a la autodeterminación, los presidentes de los dos países anunciaron que duplicarán los apoyos a estos dos programas y cada país los financiará por partes iguales. También se anunció este redoble de los programas en Honduras. Ya un día antes, desde su discurso en Guatemala, López Obrador había cuestionado que Washington postergue la entrega de los cuatro mil millones de dólares prometidos, al mismo tiempo que ha aprobado más de 30 mil millones para apoyar la guerra en Ucrania.
La siguiente parada de López Obrador fue en Belice, donde recordó explícitamente aquella propuesta que hizo en la CELAC y recordó la necesidad de la integración continental de toda América. Más tarde el Gobierno de México anunció que los productos agrícolas exportados de Belice a México ya no pagarán aranceles, con lo que se instaura una práctica de libre comercio entre los dos países.
En esta gira el Presidente mexicano ha insistido en que en la IX Cumbre de las Américas, a realizarse en Los Ángeles el mes próximo, no se deberá excluir a nadie, un énfasis que refiere claramente a Venezuela, Nicaragua y Cuba, éste último el destino final de su recorrido.
Ya en el discurso de conmemoración del natalicio de Simón Bolívar, en julio de 2021, AMLO había elogiado la fortaleza que Cuba ha mostrado frente al bloqueo económico y la hostilidad política de Estados Unidos y sus aliados desde 1959. En ese discurso propuso, para desmayo de los anticastristas, que la isla fuera declarada Patrimonio de la Humanidad por ser ejemplo de dignidad y resistencia. En el discurso que da este domingo desde La Habana, después de recordar, como lo hizo en los otros cuatro países, vínculos históricos entre México y cada país anfitrión, AMLO expresa un sentir que dice personal: que la Revolución Cubana no fracasó ni fracasará y que, por el contrario, lo ideal sería renovarla, dice, desde la misma revolución.
Lo que nos deja ver esta gira, mirada en el contexto de los hábitos viajeros de López Obrador, es que el Presidente encabeza un Gobierno que mira hacia donde no es obvio, que considera necesario establecer acuerdos, antes que nada, con los vecinos, y que si bien jamás desdeña ni desestima al poderoso de la frontera norte, considera, conoce y se acerca también a los históricamente ignorados vecinos del sur.
Las salidas de López Obrador al exterior contrastan con las de sus predecesores no sólo en su número y en el dispendio, sino en su propósito. (¿Alguien recuerda, por cierto, qué beneficios a largo plazo se obtuvieron por la visita de Vicente Fox a Mongolia y a Eslovaquia, o las de Calderón a Corea y a Uganda?)
En cada discurso, López Obrador nos muestra que los países de Centroamérica, de los que nuestra prensa sólo habla para reportar las oleadas de migrantes que cruzan nuestro país cada año, son naciones a las que nos hermanan rasgos culturales, preocupaciones económicas y pasajes históricos motivados por ideales comunes de búsqueda de libertad y justicia, y ahora, además, una visión a futuro: la de compartir una comunidad económica, no para el libre trasiego de los grandes capitales, sino para apoyar a los menos favorecidos.
Parece que la línea que mejor define la política exterior de AMLO no es aquella de “la mejor política exterior es la interior”, sino otra acaso más conocida y que resuena más en el sentido común: primero los pobres.
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