El Código de Familia de Cuba legalizó el matrimonio, la adopción y la reproducción asistida para parejas del mismo sexo.
Ciudad de México, 9 de abril (OpenDemocracy).- Rocío Baró y Evelin Rosales dejaron su marca el año pasado como una de las primeras parejas del mismo sexo que se casaron en Cuba, luego de la legalización del matrimonio igualitario en septiembre.
Sus primeros días de casadas no fueron muy diferentes, afirman Baró, de 29 años, y Rosales, de 24, porque desde el inicio de su relación, tres años atrás, compartían casa y vida en común.
“Pero desde el punto de vista legal y de protección de derechos, el cambio sí es muy grande”, dijo Baró, especialista en marketing digital. “A la hora de hacer cualquier trámite, no es lo mismo llegar casadas que llegar como una pareja ‘no reconocida’”.
El matrimonio igualitario entró en vigor en esta isla caribeña el 27 de septiembre de 2022, dos días después de un referendo sobre el nuevo Código de Familia, en el que participó tres cuartos del electorado y que obtuvo 66 por ciento de votos a favor y 33 por ciento en contra. El código incluye otros derechos antes negados a las personas LGBTIQ, como la adopción y la reproducción asistida.
Entre el 27 de septiembre y el 9 de marzo de este año, se casaron 513 parejas del mismo sexo, según cifras oficiales.
La igualdad de derechos maritales se había planteado en 2018 durante el debate para reformar la constitución. Un borrador proponía definir el matrimonio como “una unión entre dos personas” en lugar de entre hombre y mujer, pero fue descartado por las presiones de grupos religiosos fundamentalistas. El conservadurismo propio de la sociedad cubana también pesó a la hora de posponer el asunto.
Las parejas del mismo sexo debieron esperar cuatro años para que se redactara el nuevo Código de Familia y se lo sometiera a voto popular.
“Cuando la ley se aprobó, se abrieron un montón de puertas, no sólo para mí, sino para muchas personas que llevaban años y años esperando que algo así pasara en Cuba”, dijo Rosales, artista, a OpenDemocracy.
La revista cubana LGBTQ+ Q de Cuir celebró la nueva legislación y pronosticó que la cantidad de bodas del mismo sexo seguirá creciendo, y que “un acto tan sencillo pero tan demandado irá perdiendo la novedad para asentarse en el ritmo natural de la vida legal del país”.
UNA BRECHA NUEVA
Nueve de los 33 países de América Latina y el Caribe reconocen el derecho al matrimonio de las parejas del mismo sexo: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, México y Uruguay.
En Cuba, la posibilidad de otorgar estos derechos abrió una división relativamente nueva en un país caracterizado por el enfrentamiento entre el obierno comunista de partido único y los sectores políticos disidentes, a los que el estado considera ilegales.
En este proceso, se alinearon organizaciones LGBTQ, feministas y defensoras de derechos junto con actores progresistas de comunidades religiosas y del estado contra grupos religiosos contrarios a la ampliación de derechos, actores estatales conservadores y gente común no creyente pero conservadora, según un análisis escrito en 2020 por la investigadora feminista cubana Ailynn Torres Santana.
Las iglesias bautistas, evangélicas, pentecostales y metodistas exhibieron por primera vez la amplitud de su alcance en un país donde el catolicismo sigue siendo la religión mayoritaria. Oraron en los templos y distribuyeron cartas y volantes, organizaron peticiones e hicieron campaña en redes sociales contra el matrimonio igualitario y en favor del “diseño original” de la familia “creada por Dios”.
Cuando el Gobierno anunció que el asunto se incluiría en el Código de Familia y lo zanjaría el voto popular, estos grupos cristianos protestantes siguieron el modelo de otras organizaciones conservadoras de América Latina: forjar alianzas y establecer conexiones regionales, y encontraron coincidencias con la Iglesia Católica, que desde hace tiempo rechaza el matrimonio igualitario.
La igualdad de derechos maritales enfrentó otros obstáculos: parte de la disidencia política hizo campaña en contra, alegando que la prioridad estaba en conseguir otros derechos humanos y el cambio de régimen, mientras que una porción de la ciudadanía, disgustada por la crisis económica, votó en contra de la propuesta del Gobierno.
En medio de esta reacción, la luz de esperanza la pusieron varias iniciativas de activistas LGBTQ y de sus aliadas, que batallaron para conseguir el apoyo necesario para el Código de Familia. También criticaron el pinkwashing (intento de mostrarse en sintonía con la causa LGBTQ) del Gobierno, y argumentaron que los derechos humanos no deberían estar sujetos a la voluntad de la mayoría y que hubiera bastado con que el parlamento aprobara la ley de matrimonio igualitario.
DERECHOS MÁS ALLÁ DEL MATRIMONIO
Para muchas parejas cubanas, una boda no es solo una forma de celebrar su amor, sino una posibilidad de materializar proyectos comunes de vida – como tener hijos.
Baró y Rosales han hablado mucho de ser madres. “Nos da tremenda alegría que no haya que hacer ningún ‘invento’, sino que ya tengamos acceso a una reproducción asistida, y que ese niño o niña nazca reconocida dentro de este matrimonio, que sepa que tiene dos madres y que así se va a componer su familia”, dijo Baró.
Hasta el cambio legal, la adopción y la reproducción asistida sólo estaban disponibles para parejas heterosexuales. Las nuevas reglas incluyen también la gestación subrogada solidaria y no comercial, que se aplica a personas unidas por lazos familiares o afectivos, mujeres con enfermedades que les impiden gestar, personas infértiles, hombres solteros y parejas de varones.
El matrimonio igualitario entraña también más libertad para que las parejas LGBTQ emigren de manera legal. Haberse casado y contar con el documento que lo prueba puede cambiar completamente la situación migratoria.
“Para mi esposo y para mí, habernos casado tiene, en efectos prácticos, una gran importancia”, dijo Adiel González, teólogo y activista LGBTQ, ahora residente en Brasil. Él puede solicitar una visa de reunificación familiar para que su esposo se mude con él a Brasil.
Laura Bustillo, camarógrafa que se fue a España con su novia el año pasado, explicó que el proceso migratorio ha sido difícil para ellas. Su novia tiene una beca que le permite solicitar la residencia – a la que podría haber accedido Bustillo si se hubieran casado antes de salir de Cuba. Pero no lo hicieron. El momento no fue oportuno, dijo: “Salimos de Cuba el 23 de septiembre, y el 25 fue aprobado el matrimonio igualitario”.
De forma similar, cuando Baró fue a estudiar al Reino Unido un año atrás, Rosales no pudo viajar con ella porque no estaban casadas. Ahora por fin pueden ejercer un derecho demorado. “Si mañana yo me fuese de nuevo a otra beca, Evelin podría estar conmigo en ese lugar, el tiempo que sea”, dijo.
Algunos cubanos que se casaron con extranjeros en el exterior, desean que sus matrimonios sean reconocidos en Cuba, según las autoridades. Uno de ellos es Ernesto Carrodeguas, ingeniero cubano que vive en Argentina, donde se casó en 2011. Ahora le gustaría casarse de nuevo en su país.
“Mi esposo, con quien vivo hace casi 23 años, es quien primero puede tomar cualquier decisión vinculada con mi salud, en caso de que yo no pueda”, dijo a openDemocracy. “Y luego, obviamente, están los derechos hereditarios. Vivimos en un mundo regido por esos derechos, que no han sido plenos para las relaciones homoafectivas. Yo todo eso lo tengo resuelto en Argentina. En Cuba, aún no”.
Para él, su matrimonio constituye un tributo a quienes por tanto tiempo lucharon por este derecho. La abogada Darsi Fernández, quien se casó luego de 13 años con su pareja, Liliana, piensa algo parecido.
“Ninguna de las dos tiene un especial aprecio por la figura del matrimonio”, dijo Fernández a OpenDemocracy. “Decidimos hacerlo como una especie de homenaje a toda la gente que no pudo, que lo deseó y no pudo”.
Fernández y su esposa se olvidan a veces de que están casadas. “Sigo presentando a Liliana como mi novia, y ella también; y bueno, lo usamos para alguna broma del tipo: ‘¡de saber eso, no me hubiera casado!’”.
Hace años, el economista Ahmed Ación fantaseaba con la idea de casarse, a pesar de que no tenía pareja; quería una boda con carro descapotable que lo paseara por toda La Habana, para que la gente viera. “Ahora miro el matrimonio de manera más pragmática; es un contrato que te facilita la vida en muchos sentidos”, dijo.
Sea cual sea la motivación, la capacidad de decidir y planificar este aspecto de la vida ya está a la mano de toda la gente en Cuba.