Antonio María Calera-Grobet
09/04/2022 - 12:04 am
Entre la vida y los libros: Entrevista inédita con la maestra Dolores Castro
Las mujeres poetas, sobre todo las jóvenes, necesitan vivir en libertad para poder escribir como lo requiere este tiempo.
Dolores Castro (Aguascalientes, 1923-Ciudad de México, 2022), estudió Derecho y la Maestría en Letras Modernas en la Universidad Nacional Autónoma de México, Estilística e Historia del Arte en la Universidad Complutense de Madrid, Lingüística y Literatura en la ANUIES, y Radio en el Instituto Latinoamericano de Comunicación. Fue fundadora de Radio UNAM. Poeta y narradora mexicana de altísimos vuelos. Obtuvo el “Premio de Poesía Mazatlán” en 1980, y “Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde” en el año 2013, y “Premio Nacional de Ciencias y Artes en Literatura” y Lingüística 2014, y en el año 2016, la “Medalla “José Emilio Pacheco” por su trayectoria. Fue autora, entre otros libros, de El corazón transfigurado (1949), Dos nocturnos (1952), La tierra está sonando (1959) y la novela La ciudad y el viento (1962). En su casa de la colonia Lomas de Sotelo, instalados en su gran sala-biblioteca, compartimos un par de horas de charla memorable. He aquí el porqué del interés de un diálogo con la maestra, transmitir su alegría por la literatura y la vida. Una entrevista inédita en agradecimiento a la mujer, a la maestra y a la querida amiga que me enseñara tanto cuando yo apenas comenzaba a hablar. (A.C.G.).
LAS RAÍCES
Tengo raíces muy profundas en la cultura del Bajío. Creo que en ellas pudiera haber un mestizaje más arraigado que en otras zonas del país. Hacía el norte hay mucha influencia norteamericana a pesar de que la gente se ha defendido de ella. Al sur encontramos toda la influencia de las antiguas culturas indígenas. En el Bajío hay muchas voces de lengua española, del español antiguo; el ejemplo está en la literatura jalisciense, a los que les decían los “jalisquillos”: Yañez y Rulfo, tenían ese mestizaje de la lengua muy acentuado; el primero fue Yañez, Al filo del agua, me parece una novela verdaderamente importante, un clásico de la literatura mexicana. Un parteaguas entre lo que fue el Porfiriato y la literatura de la Revolución Mexicana, como una frontera entre la hacienda y el pueblo clásicos, y lo que es una nueva forma de ver la vida. Sobre todo, encuentro un horizonte para las mujeres. Al filo del agua, trata sobre un pueblo casi muerto, a donde llega una mujer que pronto se convertirá en modelo para otras. Al filo del agua es por muchos motivos una de nuestras grandes novelas que, desgraciadamente, no sé lee como debería. En ésta, una puede lanzarse de clavado en un lugar diferente y maravillarse ante todo lo que ahí acontece. De Jalisco también es Efrén Hernández, a quien no se le da toda la importancia que merece.
EL LLAMADO
Empecé a escribir por la necesidad de expresar algo que me rebasaba; una emoción que estaba adentro de mí y que no encontraba la forma de expresarse. Una de mis primeras inspiraciones fue mi padre; era abogado, químico-farmacéutico, biólogo y un gran lector, tanto que estudiaba otras lenguas para seguir leyendo. A veces era difícil la comunicación con él. Si alguien le preguntaba algo, ponía el dedo en el renglón para así poder seguir leyendo. También viajaba en tranvía para poder leer. Naturalmente que cuando uno es niño llama la atención que alguien lea así. Mi contacto con la literatura fue primero escribiendo y luego leyendo. En mi casa había muchos libros de química, de biología y leyes. Entre los libros de literatura estaban El Quijote, Las novelas ejemplares, Los Cuentos, de Andersen, claro que la colección de El Tesoro de la Juventud no podía faltar. Entonces comencé a leer.
En la preparatoria descubrí a López Velarde y Pellicer. Me llamó poderosamente la atención la literatura. Rosario Castellanos y yo, nos conocíamos desde el tercer año de secundaria. Las dos ingresamos a la universidad para estudiar leyes. Ella salió y yo seguí en la carrera. Al poco tiempo no me convenció y cambié a literatura, que era lo que me hubiera gustado estudiar desde el principio. En la Facultad leí a los clásicos españoles, a las generaciones del 27, 32 y 34. Tuve muy buenos maestros. Como mi amigo don Manuel Pedroso, que era un estudioso que sabía alemán y lo leía como español. Conocía de fondo a Rilke y a otros poetas alemanes. Estar en la faculta de filosofía y letras fue como recibir de todas partes lo que a mí me interesaba, que era no sólo leer a los Clásicos Españoles, sino todo lo que me fuera posible de la literatura rusa e inglesa, al grado que pretendí hacer mi tesis de leyes sobre la política en Shakespeare, a quien leí bastante bien. Las lecturas quizá han sido desordenadas, pero he leído bastante y creo que ha sido uno de los gozos, junto con el escribir, que esta vida me ha dado.
LOS ESCRITORES A LO LARGO DEL TIEMPO
¿Por dónde empezar? Hubo una antología que hicieron Octavio Paz y los españoles refugiados que se llamó Laurel. Rosario y yo la leíamos de cabo a rabo. Y muchas veces hasta en la calle. De la obra de escritoras mujeres, leí con fuerza a Concha Urquiza, Gabriela Mistral y un poco a Alfonsina Storni. Tengo que confesar que no me gustaba mucho la escritura de las colegas sudamericanas, porque me parecía un poco cursi. Gabriela Mistral se trata aparte. De ella se conocen los poemas que dejó para la escuela, pero no su obra principal, por ejemplo, Lagar, que me parece un libro extraordinario. De su prosa casi no se conoce nada. Es notable y combativa porque siempre estuvo en contra de las dictaduras latinoamericanas. De su poesía existe un libro de “Aguilar”, en el que se reúne todo lo que ella escribió. Rosario Castellanos y yo tuvimos casi la misma preparación. Fuimos amigas durante muchísimos años. Nos separamos un poco cuando ella se casó, pero esto no quiere decir que hayamos perdido la amistad. Hasta su muerte fuimos amigas.
Ella y yo teníamos, más o menos las mismas lecturas. Leíamos a Virgina Woolf, sobre todo Una habitación propia. En su obra aparecía el cómo las mujeres teníamos que independizarnos un poco, pero no en el sentido de una literatura feminista. Con ella aprendimos una forma en que la mujer puede tener acceso a la vida de todos. Para seguir con el tema, pienso que en México la poesía moderna, comienza con López Velarde, una cúspide la conforman los escritores de la revista Contemporáneos, en donde yo situaría en primer puesto a Gorostiza, después a Villaurrutia y Pellicer, que es toda una aurora. Después Octavio Paz y, muy importante, Efraín Huerta. Mientras los otros permanecían en un contenido de campo, de paisaje no urbano, Huerta aterriza por primera vez en esta ciudad, con su propia habla, sus maneras. Además, utilizó muy bien el humor y el sarcasmo. Luego, Alí Chumacero, y más reciente, José Carlos Becerra y José Luis Rivas.
Entre las mujeres, están Rosario Castellanos, Enriqueta Ochoa y Margarita Michelena. Ahora figuran Elsa Cross, Myriam Moscona, Verónica Volkow, que me parece extraordinaria y Roxana Elvridge-Thomas, con una poesía que es maga y deslumbramiento, con una capacidad mayor para formar verdaderas ensoñaciones con las palabras, cosa que no es, por supuesto, nada sencilla. Una gran escritora. Y me disculpo porque seguramente ya he olvidado a muchas plumas.
ALGO SOBRE EL GRUPO DE LOS 8
El llamado Grupo de los Ocho funcionó en la vida y en la poesía. Rosario Castellanos y yo discutíamos mucho porque ella decía “Sí” exclusivamente a la literatura, pero yo daba ese “Sí” a la literatura, pero también a la vida. Ella quería dedicarse exclusivamente a leer y escribir. Decía también que, sin ser muy religiosa, entraría a una orden monástica para liberarse de la vida, y así poder dedicar su tiempo a sólo escribir y leer todo el día. Siempre me pareció que era importante experimentar en la creación, pero también igualmente vivir, es decir, tener un compañero e hijos. Cuando escribí La ciudad y el viento, tuve que decidirme entre tener un hijo o escribir la novela. Primero terminé la novela y luego tuve a mi hijo. Mi proyecto era escribir y lo sigue siendo, lo seguiré haciendo. Nunca dejaré de hacerlo. Quizá un poco como Ana Ajmátova, que escribía como podía. Escribir fue para mí tan importante como vivir. Ahora bien, en cuanto al “Grupo de los 8”, todos tuvimos una vida de escritores pobres. En este país ningún escritor es rico a menos de que tenga un trabajo distinto o herede su estilo de vida. Y me parece que fue adecuado vivir con esta experiencia de la precariedad económica, en la sensación de necesidad, porque uno entiende así más a la gente. Uno, en este estado de conciencia, entiende más a la gente. Un escritor, una voz de escritura, entiende así más el mundo, al otro: si ha experimentado también lo que esta sufre. Me parece que en los libros se adquiere casi todo, pero existe una pequeña parte que es la experiencia de una vida propia, y que sin duda es muy importante.
El origen del grupo tuvo dos aspectos importantes. El primero fue que Alejandro Avilés nos entrevistó a los ocho e hicimos una amistad con él porque observamos puntos de afinidad. El segundo aspecto que subrayo es que don Alfonso Méndez Plancarte, nos dijo que publicaría en la revista Ábside una antología de lo que nos encontrábamos escribiendo en aquel tiempo. Y que luego esto podría convertirse en un libro: 8 poetas mexicanos. Y bueno, de ahí, claro, el nombre del grupo.
El “Grupo de los 8” estaba conformado por personas muy diferentes: Honorato Ignacio Magaloni, era una persona de izquierda, nacido en Yucatán. Alejandro Avilés era un panista católico muy practicante, Roberto Cabral del Hoyo no era católico, Rosario Castellanos tenía un catolicismo que o decía que era como las fiebres tercianas, porque era tres días católicas y cuatro no. Efrén Hernández era de origen católico, ero no era practicante, y mi marido, Javier Peñalosa Calderón, era católico, pero de pensamiento abierto, horizonte amplio. En mi caso, yo no soy panista, soy católica y practicante pero crítica. La columna vertebral del grupo era la pasión por la poesía, cada vez que alguien realizaba un poema bueno, el gozo era general.
LA POESÍA
Una de las principales necesidades del hombre ante su mundo, es emocionarse y cantar. Por ello no podría morir jamás la poesía. Es una forma de conocer contemplando sin propósito utilitario. Pero hay que señalar que, tan importante es el contemplar y el decir, que el cómo decirlo: se debe ser fiel a lo que uno puede entrever al contemplar, y para ello, el escritor no puede mostrarse como una persona inteligente a la hora de escribir. Si uno lo hace así es un mentiroso. Uno debe decir lo que puedo entrever con amor.
Las mujeres poetas, sobre todo las jóvenes, necesitan vivir en libertad para poder escribir como lo requiere este tiempo. Ahora es posible acceder a gran cantidad de lecturas y formarse en la literatura, pero muchas mujeres siguen sin poder ser libres y corren mucho peligro. Podrá haber una mejor literatura escrita por mujeres, cuando todas se sientan seguras y libres, cuando puedan hacer, pensar y escribir lo que quieran, sin temor. La poesía puede ser también un medio de expresión, conocimiento y cambio.
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