Cuando el tren cruza por Guadalajara, esta mujer de 64 años acampa a lo largo de las vías y junta basura útil para asistir a sus vecinos temporales, para que la usen o la vendan y puedan continuar su viaje; “hago todo lo que puedo para ayudar a la gente”, dice Laura en entrevista con Vice.
Por Chris Donovan
Ciudad de México, 9 de abril (SinEmbargo/ViceMedia).– Laura Ávila ha dedicado su vida a ayudar a los migrantes que pasan por Guadalajara, la segunda ciudad más grande de México, en la infame línea del tren conocida como “La Bestia” en su camino a Estados Unidos.
La Bestia, también conocido como “el tren de la muerte”, es una red de trenes de carga que va desde Centroamérica a Estados Unidos, pasando por México.
Si caminas por las vías en Guadalajara, encontrarás un sinfín de migrantes de Guatemala, Honduras y el sur de México. La mayoría de los migrantes que viajan en La Bestia por Guadalajara ya han pasado varios días o semanas aferrados a un tren de carga para sobrevivir.
Se bajan del tren en movimiento cerca del mercado en Guadalajara para encontrar suficiente comida para ayudarlos a subsistir durante la siguiente etapa de su viaje; a menudo se ven obligados a vender o comerciar lo que puedan encontrar para sobrevivir.
Cuando los migrantes tienen las fuerzas suficientes para iniciar la siguiente etapa del viaje, correrán y saltarán hacia un tren de carga a medida que éste baje su velocidad para atravesar las áreas densamente pobladas de Guadalajara, gradualmente avanzando a Estados Unidos.
Ávila pasa sus días recuperando basura útil de un mercado abierto cercano y le entrega los bienes a los migrantes que pueden usarlos.
La mujer no está sola en la lucha por ayudar a los migrantes en México. A mil kilómetros al este de Guadalajara, en el estado de Veracruz, hay una red de mujeres conocidas como “Las Patronas”.
Estas mujeres esperan junto a las vías cada día mientras La Bestia pasa por la ciudad y les entregan víveres a los hombres, mujeres y niños hambrientos.
Aunque este grupo de mujeres es ampliamente conocido en toda Latinoamérica, Ávila es parte de una tradición menos conocida de mujeres que viven a lo largo de las vías del trayecto hacia Estados Unidos que ayudan a los migrantes de cualquier manera que pueden.
“Por ejemplo, a veces encuentro una caja de zapatos perfecta; sé que siempre hay inmigrantes que intentan vender zapatos para conseguir algo de comida. Les doy una caja de zapatos para que parezca más profesional, para que les sea más fácil venderlos”, dijo Ávila.
Ávila habla inglés ininterrumpido, a pesar de su falta de educación tradicional.
“Quería estudiar idiomas en mi juventud, pero mi padre me obligó a casarme y tener hijos cuando era muy joven”, explicó.
El marido de Ávila trabajó en una fábrica de ropa por décadas.
“Trabajaba en muy malas condiciones, era horrible, comenzó a inhalar cemento en el trabajo con sus compañeros para poder resistir, pero murió a los 30 años”, dijo.
Después de la muerte de su esposo, a Ávila no le quedó más remedio que arreglárselas sola. Sin una educación que pudiera utilizar a su favor, decidió comenzar a recolectar basura y cambiarla por comida.
Ávila tiene tres hijas, dos de ellas en la Ciudad de México y una que vive a cien metros de la cama de basura de Ávila en Guadalajara.
“Podría vivir con mi hija en esos apartamentos, pero estoy acostumbrada a vivir al aire libre, me encanta la naturaleza y me encanta la gente que viene a esta parte de la ciudad en busca de una vida mejor”.