Sólo espero volver a estar despierta para sentir su aliento en lo bajo de mi espalda, espero estar ahí, con pies y con manos, para recibir de extremo a extremo su lengua traviesa y fugaz, espero tener la fuerza para retener la respiración, la voluntad para cerrar la boca, el cansancio para rendirme y entregarme, cerrar los ojos, callar…
Espero volver a estar en sus brazos para mirar sus ojos encogidos, dulces y malignos, espero desconfiar de él una vez más, para sentir ese vacío que crece hasta ser un lleno total, ese vacío que me hace apretarme el cuello cuando lo recuerdo, tronándome la garganta, castigando el deseo y manteniéndolo ahí en el paladar, donde extraño a cada instante su saliva caliente y sus dedos que besan mi lengua.
Hace poco que le tengo, y no le tengo, hace poco que me hace resentir el tiempo en que no me ha hablado al oído, prometiéndome el éxtasis en la espina dorsal, en las raíces de mis cabellos… la década sembrada en los surcos de su frente me acaricia el pecho, respirando, suave y sin dudas. Luego le tomo las manos y busco olvidarle, todo su nombre palpita en mis palmas y grita por mí, yo callo, por primera vez, incapaz de juntar los labios, en una plegaria confusa que él escucha, que ignora, que lame mientras se aferra a mis caderas.
La vida me desgarra el pecho, suplicando con voces que son vagamente conocidas, con voces a las que he encendido en una hoguera tantas veces. Vuelven feroces y humeantes, decididas a la entrega y al caos, hambrientas de oídos, queriendo romper cristales y derrumbar murallas, subiendo por mi sangre obstinada y silenciosa, reptando, mordiendo, destruyendo y desangrándolo todo. Miro sus ojos: son de carne y de agua, de tierra primitiva y ajena. Le tomo las manos y no se resiste. Pero miro sus ojos y son de dedos y de entrañas, y soy todo lo primordial, algo antiquísimo, moldeado con manos calientes capaces de cerrarse en puños atroces. Miro sus ojos y son de catástrofe y de conquista. Callo. Y soy todo lo que respira, soy algo doloroso, inundado por océanos feroces, infestado por avispas violentas.