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Campaña Nacional Sin Maíz No Hay País

08/12/2022 - 12:02 am

Soberanía alimentaria, sólo con maíz apto para consumo humano

El maíz transgénico que importamos sí representa una tercera parte del consumo nacional, pero es un maíz profundamente diferente del maíz mexicano porque está desarrollado en laboratorios y hecho para forraje, la industria de alimentos ultraprocesados y como insumo para combustible.

Decenas de organizaciones sociales y ambientalistas, como Greenpeace, realizaron una marcha para manifestar su rechazo a la siembra de los maíces genéticamente alterados.
“El maíz transgénico que importamos sí representa una tercera parte del consumo nacional, pero es un maíz profundamente diferente del maíz mexicano porque está desarrollado en laboratorios y hecho para forraje, la industria de alimentos ultraprocesados y como insumo para combustible”. Foto: Diego Simón Sánchez, Cuartoscuro

Por Malin Jönsson y Víctor Manuel Chima Ortíz*

La importación a México de maíz transgénico y el uso de plaguicidas altamente peligrosos (PAP), como el herbicida glifosato, ponen en riesgo nuestra cultura alimentaria y la diversidad biocultural; contribuyen a la destrucción de la naturaleza y dañan directamente la salud de la población. No sólo son la punta del iceberg de un modelo agroalimentario depredador basado en monocultivos que matan los suelos y sobreexplotan el agua, sino que van de la mano porque se aplican juntos.

La mayor parte del maíz transgénico que se cultiva hoy fue desarrollado con el fin de ser resistente al glifosato, por lo tanto, se puede aplicar una cantidad alta del herbicida sin que se dañe el maíz, y a la vez cumple con su objetivo de matar a prácticamente todas las demás plantas a su alrededor. Hay miles de estudios que demuestran los daños a la salud que conlleva el glifosato, por lo que en 2015 la Organización Mundial de Salud lo calificó como probablemente cancerígeno. Este es el maíz que más se siembra en Estados Unidos.

El maíz transgénico que importamos sí representa una tercera parte del consumo nacional, pero es un maíz profundamente diferente del maíz mexicano porque está desarrollado en laboratorios y hecho para forraje, la industria de alimentos ultraprocesados y como insumo para combustible.

El argumento y justificación de la importación del maíz transgénico las últimas décadas ha sido justo eso, que no es para consumo humano, pero estudios científicos [1] y de la sociedad civil [2] muestran que desafortunadamente la harina de maíz que consumimos contiene transgenes y glifosato. La explicación más probable es que el maíz que se produce en el país se mezcla con el maíz transgénico importado.

En México, centro de origen, domesticación y diversificación constante del maíz, lo sembramos sobre todo para consumirlo directamente, al ser indudablemente nuestro alimento más importante en todos los aspectos: cultural, histórico, tradicional, económico.

Nuestros pueblos originarios y campesinos siembran miles de diferentes variedades de maíces nativos y criollos. Estamos hablando del banco genético vivo in situ más grande en el mundo, y la importación de maíces transgénicos lo pone en peligro. En 2001 fue la primera vez que encontraron un maíz nativo contaminado por transgenes y según el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) hay cada vez más casos, a pesar de que actualmente es ilegal sembrar maíz transgénico en México. Esto implica una amenaza grave en contra de la diversidad futura del maíz [3], por lo tanto, en contra de nuestra futura alimentación.

En la Campaña Nacional Sin Maíz No Hay País, saludamos la voluntad política del Gobierno federal para dejar de importar maíz transgénico y gradualmente prohibir el uso de PAP en los campos mexicanos. El Tratado Comercial México – Estados Unidos – Canadá (T-MEC, que sustituye en julio de 2020 al TLCAN, implementado en 1994), no nos obliga a autorizar la importación de transgénicos o productos de la biotecnología moderna, como lo llaman en el Tratado (Art. 3.14), por lo que no es un impedimento para el cierre de importaciones, sólo hay que ser congruentes y no importarlo de ningún país. Hasta el mismo Estados Unidos ha prohibido la importación de productos por ser transgénicos [4]. Si quieren exportar maíz a México, que lo produzcan sin transgénicos.

La soberanía alimentaria es parte imprescindible de nuestra soberanía nacional, e incluye garantizar la disponibilidad y acceso a una alimentación sana, inocua, culturalmente apropiada para toda la población. El derecho humano a una alimentación adecuada está inscrito en nuestra Constitución y por tanto se encuentra por encima de cualquier tratado comercial. La decisión es nuestra como país y ahora es tiempo de realmente desarrollar políticas públicas que dan prioridad al interés común, al bienestar de la población y no a los intereses meramente económicos de las corporaciones transnacionales.

 [1] https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/21683565.2017.1372841?needAccess=true

 [2] https://consumidoresorganicos.org/2018/10/17/los-resultados-la-relevancia-la-presencia-glifosato-transgenicos-en-la-harina-maiz-maseca-explicados/

 [3] https://revistafitotecniamexicana.org/documentos/44-3/2a.pdf

 [4] https://thehill.com/opinion/international/3718625-time-for-new-approaches-to-us-mexico-corn-trade/

*Integrantes de la Campaña Nacional Sin Maíz No Hay País.

Campaña Nacional Sin Maíz No Hay País
La Campaña Nacional en Defensa de la Soberanía Alimentaria y la Reactivación del Campo Mexicano Sin Maíz No Hay País nació en junio del 2007, impulsada por más de 300 organizaciones campesinas, indígenas, urbanas, de consumidores, grupos ambientalistas, de mujeres, de derechos humanos, representantes de la cooperación internacional, intelectuales, artistas, científicos, estudiantes y ciudadanos de a pie, de casi veinte estados de la República mexicana. Desde entonces el objetivo ha sido luchar por la soberanía alimentaria fortaleciendo la producción campesina mediante políticas públicas favorables y un proyecto alternativo para el campo y el país, incluyente, justo, sustentable y solidario.

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