Ciudad de México, 8 diciembre (SinEmbargo).- Nacido en Tel Aviv en 1967, Etgar Keret es el escritor más popular entre la juventud israelí, un cariño y admiración que se extienden a México, un país que lo ha recibido con los brazos abiertos.
Viene seguido a la Feria del Libro de Guadalajara, traído de la mano de Sexto Piso, su editorial en español, aunque esta edición del encuentro librero más importante del continente tuvo un sabor especial al ser Israel invitado de honor a la FIL.
Keret presentó varios libros en México. Uno infantil con Alfaguara (Cachorro peludo de niño gato), otro de crónicas que sólo dará a conocer en Los Estados Unidos y aquí (Siete años de abundancia) y un tercero titulado Keret en su tinta, el particular homenaje de los moneros nacionales que dibujaron sus historias con singular pericia y gran talento.
También participó de una iniciativa actoral junto a Diego Luna, quien hizo esperar más de una hora al público reunido en el Salón Juan Rulfo de la Expo, con el pretexto de que “no había terminado de ensayar”.
Etgar Keret comenzó a escribir en 1992 y desde entonces ha publicado cuatro libros de cuento, una novela, tres libros de cómic y un libro para niños. Sus libros han sido best sellers en Israel y han recibido los elogios de la crítica internacional. Ha sido traducido a 16 idiomas, incluyendo el coreano y el chino.
Extrañando a Kissinger fue nombrado uno de los 50 libros israelíes más importantes de todos los tiempos. Más de 40 cortometrajes se han basado en sus historias. Keret ha recibido el Book Publishers Association’s Prize y el Ministry of Culture’s Cinema Prize. Trabaja como profesor en el departamento de Cine y Televisión de la Universidad de Tel Aviv.
“Las breves historias de Keret son feroces, graciosas, llenas de energía y perspicacia y al mismo tiempo profundas, trágicas y muy conmovedoras”, dijo Amos Oz.
“Es un escritor brillante, completamente distinto de cualquier otro que yo conozca. Es la voz de la nueva generación”, dijo Salman Rushdie.
LA ENTREVISTA A ETGAR KERET
Recibe a SinEmbargo en el coqueto stand de Sexto Piso en la FIL. Tiene una paciencia infinita para firmar libros, mirar a los ojos con atención a su interlocutor de turno y comer un pastelito luego de mojarlo en el aguado café que suele servirse en Guadalajara (el café casi sin café, otro símbolo tapatío además de la torta ahogada y el tequila).
Es curioso ver cómo en las dedicatorias de los libros se toma el tiempo para hacer dibujitos y dejar con ello una marca realmente original. Los lectores se deshacen con esos gestos de ternura keretiana.
- Me sorprende ver cuánto lo quieren en México
- A mí también, soy el primer sorprendido. No sé qué decir al respecto. Cuando la gente no te quiere lo analizas, pero cuando la gente te quiere, sencillamente te dejas querer.
- Keret en su tinta es sin duda un acto de amor
- Sí, un trabajo que me ayudó además a ver de qué modo es visto Israel desde afuera de Israel, como se traduce en otros ámbitos. La arquitectura que aparece en Keret en su tinta, por ejemplo, es muy mexicana, al igual que los colores, los uniformes de los policías. Creo que el libro crea una nueva realidad, al reinterpretarla.
- No hay nada más placentero que mojar el pan en el café como hace usted ahora, ¿cuáles son sus otros placeres, señor Keret?
- Jugar con mi hijo, hacer el amor, comer pasteles, escribir y leer libros y fumar mota, si no quieres poner que fumo mota pon que también disfruto mucho nadar…
- Tal vez sea un doble exceso de imaginación en su caso, que es tan imaginativo, ponerse a escribir libros para niños como Cachorro peludo de niño gato…
- Cuando era niño mis padres me contaban historias para dormir y eso es un poco la herencia que quise replicar con mi hijo. Mis padres fueron niños durante el Holocausto y como en el gueto no había libros se inventaban las historias. Yo también invento las historias porque de otro modo pensaría que soy un padre perezoso. Sería como tomar el teléfono y pedir una pizza en lugar de cocinarle una verdadera cena a mi hijo.
- ¿Cómo nació Cachorro peludo de niño gato?
- De todos los cuentos que le inventé a mi hijo este era el que más le gustaba. Debía repetirlo a menudo. Finalmente, mi niño me pidió que lo escribiera. Hacerlo fue para mí tender un puente con él. Viajo mucho y él tiene sentimientos ambiguos con respecto a eso. Tengo que sentarme a explicarle que tengo que trabajar para poder comprarle juguetes y con frecuencia me aclara que él no necesita más juguetes, que lo que quiere es estar conmigo. Él, a pesar de su corta edad, articula muy bien el lenguaje y hace tiempo que me pide atención exclusiva. Cuando estoy con él desconecto el teléfono y no hago nada más que estar con él, algo que considero importante y que deberían hacer todos los padres: dedicarle atención exclusiva a sus hijos el tiempo que estén con ellos.
- De eso habla precisamente en su libro…
- Sí, además de los animales, de los que mi hijo es muy amante. Él suele decir que ese libro es “nuestro” y cuando mi esposa le aclara que en realidad fue su padre el que lo escribió, mi hijo responde que si él no hubiera nacido ese libro no existiría. Tiene razón.
- ¿Es verdad que no publicará en Israel el libro Siete años de abundancia?
- Es verdad. Son crónicas muy íntimas y no me gustaría que cuando vaya a tirar la basura, por ejemplo, me encuentre con un vecino que haya leído sobre la muerte de mi padre o los abortos de mi mujer.
- ¿Se sintió más libre al escribir sabiendo que no iba a ser publicado en Israel?
- Bueno, en realidad el libro es un compendio de artículos publicados en The New York Times y en otros periódicos o revistas. El espíritu con que fueron escritos cada uno de esos artículos fue distinto.
- ¿La realidad es tan absurda como para ser la materia esencial en la literatura?
- Bueno, no sé (se encoge de hombros). Puede que la realidad tenga sentido, pero no lo encuentro. Estábamos hace unos días en Tulum y mi mujer se levanta de la mesa. Entra un mono al restaurante, se sienta en la silla de mi mujer, mira la comida que ella había pedido, casi con asco y luego me mira como diciendo: - No te preocupes, esto es tan feo que ni vale la pena que se lo robe. Luego se fue y se subió a un árbol cercano. Puede que eso tenga algún sentido, pero no lo he descifrado todavía.