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Gisela Pérez de Acha

08/12/2013 - 12:00 am

Femen: síntoma de una época en crisis

Vivimos en la era del vacío: la postmodernidad. Me atrevería a decir, que mi generación es una generación en crisis. Después de la caída del muro Berlín, vivimos y crecimos con internet, en un mundo globalizado donde no se cuestionó el triunfo del sistema capitalista. Las instituciones por las que nuestros padres y abuelos lucharon […]

Vivimos en la era del vacío: la postmodernidad. Me atrevería a decir, que mi generación es una generación en crisis.

Después de la caída del muro Berlín, vivimos y crecimos con internet, en un mundo globalizado donde no se cuestionó el triunfo del sistema capitalista. Las instituciones por las que nuestros padres y abuelos lucharon por construir ahora están en jaque. Hay crisis política, crisis económica, crisis de los modelos de familia y crisis de la religión. Las identidades sociales están erosionadas.

Somos individuos solitarios en la era del consumo masificado y las redes sociales. Nuestro modo de socialización y de individualización es completamente inédito. Consumimos y a la vez somos objetos de consumo de manera autoimpuesta proyectando nuestro “yo” en imágenes y palabras vía Facebook, Instagram y Twitter. Sin referentes, el individuo entonces se busca en sí mismo, como el mito de narciso y su reflejo.

En este contexto tan individualista, no sorprende que de los derechos más reivindicados sea el de la libertad de expresión. Inclusive, hemos visto una poderosa liberación de las costumbres y la sexualidad, ello aparejado del derecho a expresarlo. El individualismo privilegia el culto a la elección, a vivir sin represiones y elegir el modo de existencia. Cada experiencia es distinta, y un entendimiento igualitario no busca privilegiar unas sobras otras: hay una democratización sin precedentes de la palabra. Cada uno quiere decir algo, y tiene derecho de hacerlo.

Los medios de comunicación juegan un rol importante, en ellos yace un concepto distinto de democracia en tanto a las posibilidades igualitarias de acceso a los mismos. La libertad de expresión es la validación del deseo de comunicar por comunicar, expresarse sin otro objetivo que el valor de la expresión en sí misma, amplificada en medios o vista fugazmente por un micro público en Twitter que apacigua momentáneamente la crisis de identidad. En teoría, todos deberíamos tener derecho a esto.

¿Cómo sería un feminismo que nace en un contexto de individuos en crisis?  ¿Qué vínculo hay entre feminismo y democracia en la era del consumo de imágenes e información, de la libertad individual y los medios de comunicación?

FEMEN es la expresión y el síntoma de una época específica. En la era de las referencias perdidas y el consumo instantáneo de información, presenciamos la emergencia de un feminismo pop –o un pop feminista– dirigido a un público no lee manifiestos más allá de 140 caracteres. No es coincidencia que este movimiento se desarrolle en una época donde Miley Cyrus, Rihanna y Lilly Allen, son consideradas como figuras del feminismo y empoderamiento del cuerpo mediante imágenes, videos y letras de canciones. Y no digo que sea el mismo tipo de desnudo, pero hay que tomarlo en cuenta. Todas somos de la misma generación y crecimos en el mismo contexto de crisis. Ante sistemas fuertemente establecidos, tanto FEMEN como las artistas del pop utilizan la subversión del cuerpo como argumento feminista.

Aunado a esto, no deja de llamar la atención que las críticas hacia ambas sean las mismas: la reivindicación individual de un tipo de cuerpo y un tipo de “expresión feminista” que es la que gana espacio y difusión en los medios masivos de comunicación.

Al respecto, el caso de FEMEN es aún más controversial, ya que a pesar de ser pop, la técnica carga un mensaje político de disidencia. Las críticas más agudas hacia este movimiento se centran en su objetivo de subvertir el significado del cuerpo para despojarlo de su contenido erótico y convertirlo en político. Para lograrlo, el cuerpo mismo cae en una contradicción muy propia de nuestra época. Si a nivel individual, los usuarios de las redes sociales a la vez que consumimos también somos sujetos de consumo de los demás, las activistas de FEMEN no son la excepción. El topless replicado en imágenes virales es la reivindicación individual de un “yo” sin referentes que se busca a sí mismo a través de la prensa y las redes sociales. Con una estructura ideológica simple, la expresión del cuerpo vale por sí misma, y es a la vez el fin y el medio.

En este mundo de las referencias perdidas, el entendimiento que tenemos de la libertad y la liberación también cae bajo la influencia del individualismo y la interiorización de valores contradictorios. Somos sociedades consumistas y ecologistas, porno y discretas, abiertas y moralinas, renovadoras y retro. De nuevo FEMEN es una representación de esto: la subversión inicial es  intrínsecamente contradictoria en tanto a forma y contenido.

Esto se expresa en la paradoja que el movimiento feminista, mientras se gestaba en Ucrania, haya sido controlado y liderado por un hombre machista, como lo mostró la película documental de Kitty Green. A pesar de que el fin es combatir la objetivización del cuerpo, no todas las activistas podían protestar: Victor Svatsky  las elegía en función de su belleza con el fin de poder colocar el mensaje en los medios de comunicación. Hoy en día esto ya no sigue siendo así, pero la imagen inicial del movimiento podría ser un desincentivo para posibles activistas que no cumplen con ciertos estereotipos de belleza.

La liberación de las costumbres y sexualidad de nuestra época, se apareja a la posibilidad de expresión de las mismas. En este sentido, una de las lecturas de la igualdad –dado el énfasis y la importancia de la libertad de expresión en nuestra época– implicaría el mismo acceso a oportunidades y plataformas para expresarnos. Si los medios de comunicación son un puente entre la sociedad y los gobiernos, los individuos “invisibles” son aquellos cuyas reivindicaciones personales no son representadas. ¿Por qué las tetas y el mensaje de una activista de FEMEN pueden llegar a ser primera plana, mientras el desnudo de las mujeres de los 400 pueblos no llega ni a ser nota?

La respuesta, es que aparejados con los cuerpos, hay mensajes que son más escuchados que otros. FEMEN es sólo un tipo ellos. Un tipo de feminismo, que reivindica un tipo de sexualidad, un tipo de concepción de libertad y un tipo de cuerpo en una época de individualismo extremo y consumo de información inmediata. El sexo es divertido, la desnudez puede ser liberadora, pero la cobertura de temas de género en los medios de comunicación es desbalanceada y desigualitaria.

Si el poder implica la magnificación de la palabra, queda una pregunta subyacente en tanto a la eficacidad del mensaje de FEMEN: ¿verdaderamente se empodera al cuerpo desnudándolo mediáticamente?

A pesar de todo esto, el panorama no es tan desolador. Si bien en términos de feminismo dicho mensaje podría parecer contradictorio, no lo es desde el punto de la libertad de expresión  y el resultado que provoca. FEMEN es una expresión radical, no sólo en tanto a la protesta topless sino en tanto a su contenido, que ha sido calificado como ofensivo al atacar a las instituciones que en nuestra época están en crisis: la religión, el machismo y la dictadura.

En la era del vacío y la apatía, las expresiones radicales como las de FEMEN, tocan nuestras débiles construcciones identitarias y nos obligan discutir. En este sentido los estándares de nuestra época juegan a nuestro favor. El “yo” individualista, sale de sí cuando empieza a escuchar a otro y a tener consciencia de su situación. El acceso a plataformas de comunicación como Twitter y Facebook nos ha permitido comunicarnos a partir de un plano de expresión mucho más igualitario. Desde la primavera árabe, hasta las protestas en Turquía por Taksim Square, llegando al #YoSoy132, se han generado verdaderas revoluciones de contra-información alrededor del mundo.

El feminismo de la cuarta ola se está construyendo. Dados los ingredientes de la época, parece perfilarse como un feminismo centrado en la libertad de expresión y su acceso igualitario y democrático en los medios. Con esto en mente, la siguiente revolución tendrá como base el debate en masa y el consumo de información, donde en pleno individualismo se encuentren verdaderos vínculos de solidaridad.

O tal vez todo lo que estoy planteando sea propio de mi época postmoderna y vacía, y más bien habría que encontrar otra propuesta. Las preguntas quedan abiertas, en todo caso, hay que seguir discutiendo.

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