Los seres humanos por naturaleza tiene el deseo de querer adornar la piel, las culturas antiguan lo demuestran ya sea con cicatrizaciones, tatuajes, perforaciones o el horadado de dientes.
Guatemala, 8 noviembre (EFE).- «La Dama de los tatuajes»: piercing en el tabique nasal, expansiones en ambas orejas y volutas floreadas tatuadas sobre el pecho derecho, bien podría ser una joven de las que pasea a diario por el centro histórico de Guatemala, pero lo cierto es que es una figurilla con más de mil 500 años de antigüedad.
Concretamente data del periodo maya clásico, alrededor del 450 d.C, apunta en una entrevista con Efe la arqueóloga Sofía Paredes.
«Los mayas del periodo clásico parecen haber destacado en la ornamentación de sus cuerpos a través de la pintura corporal, las transformaciones físicas extremas y el uso de variedad de joyas y prendas de vestir», asegura la experta
De hecho «La Dama de los tatuajes», como se conoce a esta figurilla, tiene su rastro marcado por la «cicatrización», otra técnica decorativa que mediante heridas en la piel creaba relieves con círculos, líneas y espirales alrededor de los ojos y las comisuras.
«En la naturaleza humana está el quererse decorar la piel», reflexiona Paredes, quien no duda en llevar sus conocimientos sobre el mundo maya a los foros de tatuajes que se celebran por todo el mundo para mostrar la relación existente.
El propio Diego de Landa, el misionero español que se convirtió en uno de los principales cronistas de la cultura maya tras la conquista, recogía en sus textos la tradición ancestral de pieles labradas con tinta.
A diferencia de otras técnicas, los tatuajes no eran una práctica única de los pueblos mesoamericanos: la Dama de Cao, de la cultura mochica de Perú, una princesa Siberiana o incluso Ötzi, el Hombre del Hielo, la momia natural mejor conservada de Europa, contaban con tatuajes.
En este último caso, subraya Parades, se contabilizaron hasta 61 tatuajes, muchos de ellos colocados en zonas de su cuerpo afectadas por las artritis, de lo que se puede inferir un uso terapéutico del arte sobre la piel.
Hoy los tatuajes ya no forman parte de la cultura de los pueblos originarios. «El indígena ya no se tatúa», apunta la arqueóloga.
La conquista española y consiguiente introducción de estructuras occidentales en las que esta práctica se asociaba a presos y minorías estigmatizadas provocó que los herederos de la tradición maya renunciaran a ella.
Por lo contrario, todavía mantienen algunas de las técnicas ancestrales, como el horadado de dientes: en aquella, precisa Paredes, se colocaban piedras de jade, hoy muchos optan por las piezas de oro, «o por decoraciones con el nombre de su novia», bromea la arqueóloga.
Al igual que los tatuajes, otras tradiciones comunes en los mayas, como los piercing o las extensiones de las orejas, son también frecuentes en otros colectivos urbanos, mas no en los actuales indígenas mesoamericanos.
«En efecto, los antiguos mayas se pintaban el cuerpo, se hacían tatuajes y realizaban transformaciones extremas en sus cuerpos perforando orejas y labios, y horadando los dientes para colocar incrustaciones de jade», resume el boletín informativo de la exposición «La Figura humana y la Decoración Corporal Prehispánica».
Esta muestra, compuesta por un centenar de piezas aportadas por la Fundación Ruta Maya, ofrece ejemplos visuales de estas tradiciones y de otras, ya olvidadas, como la cabeza aplanada y la mirada «bizca».
Todas estas tradiciones pueden ser contempladas hasta el próximo 26 de febrero de 2017 en el Centro de Formación de la Cooperación Española en La Antigua Guatemala. Una oportunidad única para ver cómo éramos hace mil 500 años.