El cineasta mexicanos Alfonso Cuarón considera que los “momentos de transformación” política y social que experimenta México tienen que pasar por la autocrítica.
“De la misma manera que señalamos la injusticia del Gobierno de Estados Unidos con nuestros migrantes, hay que señalar cada vez más fuerte las injusticias de nuestro país hacia los migrantes que cruzan nuestra frontera”, sostiene.
Por Eduard Ribas i Admetlla
México, 8 octubre (EFE).- El oscarizado cineasta mexicano Alfonso Cuarón creció en el seno de una familia acomodada en un céntrico barrio de Ciudad de México. A sus 56 años ha regresado a su país natal, donde han cambiado muchas cosas excepto la “perversa relación” entre clase y raza que observó durante su infancia.
La película Roma, que supone el regreso de Cuarón a México tras 16 años sin rodar en el país, es un filme autobiográfico a partir de los recuerdos del director sobre el México de los 70, así como el rol de las mujeres, el personal doméstico y los indígenas.
“Esta película me obligó a vivir México una vez más, porque es muy distinto venir a visitarlo que vivirlo. Esto supone confrontarme con un México nuevo que contradice mi memoria”, relata Cuarón en una entrevista con Efe con motivo de la presentación del filme.
El objetivo de la película es “explorar parte del mosaico que somos los mexicanos, pero sobre todo esta relación tan perversa que existe en nuestro país entre clase y raza”, dice Cuarón, quien hace décadas reside en el extranjero.
Y es que a pesar de las transformaciones que ha vivido el país, Cuarón afirma contundente que el racismo en México “no ha mejorado nada” y que todavía persisten “no solo los estereotipos sino también las actitudes” negativas hacia las personas indígenas y el personal doméstico.
“Es la perversa relación entre el México de la clase y de la raza”, denuncia el director, quien reprocha que “al mexicano mestizo, blanco y criollo le encanta decir que no es racista”, aunque eso “no es cierto”.
“Te justifica que (la actitud) es clasista en lugar de racista, como si eso fuera justificable”, declara enfático el director, convencido de que “basta con pasear por las calles para cotejar” el racismo.
Cuarón considera que los “momentos de transformación” política y social que experimenta México tienen que pasar por la autocrítica. “De la misma manera que señalamos la injusticia del Gobierno de Estados Unidos con nuestros migrantes, hay que señalar cada vez más fuerte las injusticias de nuestro país hacia los migrantes que cruzan nuestra frontera”, sostiene.
Pese a todo, Cuarón ha encontrado en su regreso un pozo de esperanza: “Entre el México que yo viví y el actual, es incuestionable el gran impulso que tienen las nuevas generaciones. Es algo que me llena de ilusión”, afirma.
Con casi dos años de trabajo, Roma es la película con el rodaje más largo de todo su repertorio, en el que destacan Harry Potter y el prisionero de Azkaban (2004) y Gravity (2013), ganadora del Óscar a mejor película, con la que Cuarón se convirtió en el primer mexicano galardonado con la estatuilla a mejor director.
La necesidad de hacer una película sobre el México en que vivió su infancia tuvo dos frentes: por una parte “tratar de entender las transformaciones personales” que experimentó Cuarón, así como la relación que tuvo con su país.
“Es una película donde el personaje principal es, por un lado, una trabajadora doméstica, que es la representación de uno de los personajes de mi vida que más amo, pero a la vez es una película acerca del país”, relata.
Y es que Roma, nombre del barrio en que creció, “no trata personajes con un país de fondo”, sino que México es el gran protagonista.
Por ello, Cuarón tuvo que reproducir en las calles de Ciudad de México episodios que marcaron una época, como la masacre del Halconazo, perpetrada el 10 de junio de 1971 por un grupo de paramilitares contra una manifestación estudiantil que reclamaba libertades políticas.
El cineasta se confiesa “muy contento” por el hecho de que su película, en la que participan actores no profesionales, sea invitada a festivales cinematográficos como la 75 Mostra de Venecia, donde “Roma” se llevó el León de Oro.
También está “lleno de orgullo” por los reconocimientos que el cine mexicano recibe en el extranjero, como los tres Óscar a mejor director entregados a Cuarón (2013), Alejandro González Iñárritu (2015) y Guillermo del Toro (2017), conocidos en México como “los tres amigos”.
Pero señaló que “ya es momento de volcarse hacia el orgullo interno” de los mexicanos: “Es importante empezar a poner los ojos en la gente que hace un gran trabajo dentro de México”, concluyó.