A primera hora de la mañana, los perros, que pueden detectar nueve aromas de explosivos, rastrean el perímetro de la Cámara de Diputados y posteriormente recorren las oficinas de los legisladores y el salón de plenos, algo que repiten por la tarde e incluso de madrugada.
Por Eduard Ribas i Admetlla
México, 8 sep (EFE).– Corre, olfatea y se sienta delante de un vehículo sospechoso. Jako acaba de descubrir un explosivo en el estacionamiento de la Cámara de Diputados de México. Los equipos de seguridad ya se preparan para desalojar el lugar.
Jako es uno de los seis perros de la unidad canina encargada de rastrear el Palacio Legislativo de San Lázaro, en la Ciudad de México, en busca de artefactos explosivos y el de hoy es un entrenamiento para perfeccionar sus habilidades de cara a la protección de los 500 diputados de la Cámara Baja.
"Estos perros están entrenados para detectar los explosivos y hacer revisiones en todo lo que es la Cámara de Diputados para dar seguridad a las personas que ingresan y que laboran en el mismo", cuenta este domingo a Efe el cuidador y encargado de la unidad, quien pide permanecer en el anonimato por seguridad.
A primera hora de la mañana, los perros, que pueden detectar nueve aromas de explosivos, rastrean el perímetro del recinto y posteriormente recorren las oficinas de los diputados y el salón de plenos, algo que repiten por la tarde e incluso de madrugada.
Aunque no encuentren una amenaza real, el equipo de seguridad se encarga de depositar algún objeto sospechoso porque "cada vez que salen tienen que detectar algo para mantener su nivel técnico operativo", explica el encargado.
La raza de cada uno de los perros es determinante a la hora de asignar las actividades que realiza cada miembro de esta unidad, compuesta por cuatro pastores belga malinois, un golden retriever y un labrador.
"En los exteriores usamos malinois porque son un poquito más imponentes, mientras que usamos al labrador para trabajar en lo que son los interiores, oficinas de los diputados o el salón, porque dan una visión mucho más tranquila y sociable", relata el cuidador.
Eso no significa que Jako, un pastor belga malinois de dos años y medio, sea un perro agresivo, puesto que derrocha afabilidad con su cuidador durante los minutos de recreo que tiene cada dos horas en un extenso jardín de la cámara.
Es en esta zona donde los seis perros habitan dentro de jaulas vecinas, aunque no suelen coincidir en el exterior porque son "perros dominantes" y podrían enfrentarse entre ellos.
Tras revolotear por el jardín, toca disciplinarse y Jako sale a entrenar en el estacionamiento de la Cámara, donde cada día acceden centenares de vehículos.
Uno de los cuidadores ha depositado debajo de un automotor una sustancia con aroma de explosivo, que el pastor belga tarda muy pocos minutos en detectar.
"El perro tiene que sentarse y no tocar el objeto. Lo importante es que, sin tocar, llegue, detecte el aroma y se siente", explica el encargado.
Cuando tres perros han detectado un aroma sospechoso, se activa el protocolo para que el equipo antiexplosivos acordone la zona en un perímetro de 100 metros.
Lucas, un golden retriever de pelo largo con tres años y medio de edad, actúa de la misma forma, pero lo hace dentro del inmenso salón de plenos de la Cámara de Diputados, donde no corre el riesgo de asustar a nadie gracias a su amigable presencia.
Antes de cada pleno, la sala debe ser revisada, por lo que el perro recorre cada uno de los 500 escaños de la cámara e incluso sube hasta el atril y la mesa directiva en busca de cualquier amenaza para los legisladores.
El encargado de la unidad, la cual tiene ya casi una década de existencia, explica que "afortunadamente" nunca han encontrado explosivos reales, aunque sí se han detectado "algunas armas".
Para adquirir a los canes, la Cámara de Diputados abre un proceso de licitación pública, en la que las empresas presentan a varios ejemplares y el equipo de seguridad escoge al que detecta aromas con mayor facilidad y se adapta mejor al entorno.
Pero por primera vez, la unidad afronta ahora un proceso a la inversa y es el de buscar a una familia que quiera adoptar a uno de los perros.
Se trata de Blackie, un labrador negro que ya tiene ocho años, lo que según el encargado de la unidad equivale a 70 años humanos, una edad que limita ya sus movimientos y aumenta el riesgo de que se lesione durante los rastreos.
En los últimos tiempos, la unidad canina, que la completan Thor, Mairo y Óscar, ha expandido su labor social más allá de la protección de la Cámara mediante un programa para concienciar en los barrios capitalinos de la importancia de tratar bien a los perros.
"Estamos yendo a las alcaldías para que la gente tenga un poquito de conciencia en el manejo de los perros para que controlen a sus cachorros y no acaben afuera. Esto se está extendiendo con muy buenos resultados", relata el responsable de los animales.