Era guapo, casi tanto como Junior (del dúo Juan y Junior y posteriormente marido de Rocío Dúrcal), pero tenía un vozarrón solo equiparable al de otro valenciano excepcional de aquellos años setenta, Nino Bravo, que murió muy pronto y trágicamente.
Eran mediados los años 70 y Valencia (este de España) nutría de voces pop a un panorama español plagado de cantautores como Joan Manuel Serrat, Víctor Manuel o Luis Eduardo Aute… Pero cuando Camilo Sesto publicó “Algo de mí” (1972), se produjo el terremoto.
Por Alicia G.Arribas
Madrid, 8 sep (EFE).– Tengas la edad que tengas, ya seas millennial, carroza, zeta, equis o babyboomer, seguro que puedes cantar sin dificultad y con la letra correcta alguna canción de Camilo Sesto. Pero “Vivir así es morir de amor” es un himno que traspasa generaciones, al alcance solo de genios como lo fue él.
“El amor de mi vida”, “Perdóname”, “¿Quieres ser mi amante?”, “Algo de mí”, “Jamás”. Solo leer los títulos y ya surgen en la memoria estribillos y ritmos, bailados hasta caer rendidos, como cantaba Bruno Lomas, otra voz espectacular de las que surgieron en la época en la que Camilo Sesto (Alcoy, Valencia, 1946) intentaba hacerse un hueco.
Era guapo, casi tanto como Junior (del dúo Juan y Junior y posteriormente marido de Rocío Dúrcal), pero tenía un vozarrón solo equiparable al de otro valenciano excepcional de aquellos años setenta, Nino Bravo, que murió muy pronto y trágicamente.
Eran mediados los años 70 y Valencia (este de España) nutría de voces pop a un panorama español plagado de cantautores como Joan Manuel Serrat, Víctor Manuel o Luis Eduardo Aute… Pero cuando Camilo Sesto publicó “Algo de mí” (1972), se produjo el terremoto.
Además, Camilo Sesto interpretaba sus dificilísimas canciones con un estilo melodramático que rozaba el paroxismo; “Algo de mí”, “Amor, amar” o “Todo por nada” exigían no solo una voz excepcional, sino un dominio técnico que prácticamente solo él podía permitirse, embutido en unos pantalones campana igualmente inexplicables.
Durante años, Camilo Sesto y Raphael compitieron en la búsqueda del número 1. Antagónicos, idénticos en el exceso, los artistas se querían, eran amigos. “Estoy triste, se nos fue Camilo Sesto ídolo indiscutible, gran amigo. Buen viaje”, tuiteaba hoy el cantante de “Yo soy aquel”.
La gracia de Camilo, sexto hijo de su familia de apellido Blanes, era su tesón, como artista y empresario, al cincuenta por ciento con su desbordada imaginación; fruto de aquellas inquietudes surgieron proyectos impensables en la España de la época, como el pionero musical “Jesucristo Superstar”.
De hecho, adaptar para España el musical basado en la película de Norman Jewison fue un reto que les costó a los productores una gran lucha con la censura: era 1975, el dictador Francisco Franco aún estaba en el poder (moriría apenas quince días después de estrenarse la obra) y aún se castigaba la osadía.
Los entonces tristemente conocidos “guerrilleros de Cristo Rey”, un frupo juvenil de ultraderecha, bloqueaban las puertas para que el público no entrara al teatro Alcalá Palace de Madrid, donde se estrenó.
Jaime Azpillicueta, el director teatral de la obra protagonizada por Camilo Sesto, Teddy Bautista (Judas), Alfonso Nadal (Pilatos) y Ángela Carrasco (María Magdalena), desveló hace unos años que el texto era un poco incongruente, precisamente por esquivar la censura.
Pero aquel fue el hito que necesitaba Blanes. Empeñó todo su esfuerzo (y capital) en sacarlo adelante y se dijo que le costó reponerse sangre, sudor y lágrimas, como al protagonista de su éxito.
Después de aquello solo quedaba volar a otros países de Europa y, ya en los 80, a Latinoamérica. “Y allí la armamos”, recordó el cantante en una entrevista con Efe, en la que reconocía la importancia del mercado americano en su carrera.
“Entonces había que trabajárselo a pie, sudando el alma, pero eran tiempos muy bonitos. Hoy mucha gente dice que ha triunfado en América con 800 personas en el Madison Square Garden de Nueva York”, decía el artista, que actuó ante 45 mil espectadores en ese recinto y al que en el estado de Nevada se rinde homenaje cada 28 de mayo con “El día de Camilo Sesto”.
En 1983 ocurrió otro milagro en su vida: De su relación con la mexicana Lourdes Ornelas nació su hijo, Camilo Michael. Tras algunas tensiones, Blanes logró que se le reconociera legalmente la paternidad de su hijo.
Alejado de los estudios de grabación desde entonces, en octubre de 1987, el cantante apareció en la primera página del semanario sensacionalista “El caso”, donde se especulaba con la posibilidad de que padeciera sida. Se querelló contra la publicación que finalmente le tuvo que indemnizar.
Ese año se llevó a España, y sin consentimiento de la madre, a su hijo Camilo, y abandonó por completo los escenarios para dedicarse a cuidarle. Volvió a actuar el 22 de septiembre de 1990 en Puerto Rico.
La década de los 90 traería otras corrientes y gustos y su actividad y repercusión no fue tan intensa. Hasta que en la primera década del nuevo siglo sorprendió a todo el mundo con un disco, “Alma” (2002), y un sencillo, “Mola mazo”, tan discutido como impactante por su estilo.
Cuando cumplió los 70, el cantante estuvo charlando con Efe. Tan coqueto como siempre, vestido con un traje que contrastaba con sus modernas gafas de sol y luciendo piel rejuvenecida, Sesto aseguró que le quedaban por hacer “muchas cosas para seguir mejorando”.
Que seguía pintando, que no bebía y apenas fumaba y que practicaba “una vida muy sana, muy en contacto con la naturaleza”. No fue suficiente. Una complicación renal, a solo unos días de cumplir los 73 años, se ha llevado al artista. Morimos de amor con el alma herida.