En 2005, a Juana Piña Salinas, originaria de San Juan de las Manzanas –en Ixtlahuaca, Estado de México–, le detectaron diabetes mellitus tipo 2. Sentada frente al comal donde hace tortillas, narra su odisea: habla de lo difícil que es vivir con la enfermedad y sus complicaciones, sin seguro médico y con acceso limitado a alimentos frescos y saludables.
Con la historia de Juana, SinEmbargo inicia una serie de siete testimonios semanales sobre la diabetes y las complicaciones físicas, emocionales, económicas y sociales que acarrea. Las entrevistas fueron recogidas por la organización El Poder del Consumidor (EPC) para el proyecto “Voces de la diabetes: el drama de una epidemia nacional”.
Estado de México, 8 de septiembre (SinEmbargo/El Poder del Consumidor).- Juana Piña Salinas teme dormir, dice que le aterra no despertar más. Trata de mantenerse alerta la mayor parte del tiempo. Borda, ve a sus animales, visita a su padre o hace cualquier otra actividad con tal de no cerrar los ojos.
A los 49 años de edad, la campesina y ama de casa fue diagnosticada con diabetes mellitus tipo 2, situación que vive el 9.4 por ciento de los mexicanos, según datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut).
Hace 13 años que a la mujer originaria de San Juan de las Manzanas, municipio mexiquense de Ixtlahuaca, le detectaron diabetes. Narra su historia sentada frente al comal donde hace tortillas: habla de lo difícil que es vivir con la enfermedad y sus complicaciones, sin seguro médico y con acceso limitado a alimentos frescos y saludables.
En las pocas tiendas de abarrotes que hay en su comunidad es muy fácil conseguir refrescos, frituras y galletas de todos colores y sabores, pero encontrar frutas y verduras es un verdadero reto, para lograrlo hay que gastar en transporte y la situación económica frecuentemente lo impide.
Le es un poco más factible alimentarse de nopales, lentejas, frijoles, papas y quelites, y lo que nunca falta en su mesa son las tortillas que come hasta sentirse satisfecha.
Una noche, Juana sufrió un derrame cerebral. La clínica del Seguro Popular a la que tiene acceso se encontraba cerrada, los médicos trabajan de lunes a viernes y se van a las dos de la tarde, después de esa hora no hay quien atienda –de forma gratuita– los problemas de salud de la localidad con un alto grado de marginación y donde habitan alrededor de 4 mil personas, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
“Tenemos que acudir al [consultorio] particular. Tengamos o no tengamos, ora sí que a veces consigue uno dinero para no ver a su familia morirse”, relata.
Una persona le obsequió un lote de medicamentos que dejó un familiar al fallecer, gracias a ello puede seguir su tratamiento, pues en su clínica hay desabasto desde hace meses. Ha visto desfilar a varios políticos que sólo prometen una mejor situación mientras están en campaña, pero al llegar al poder jamás cumplen.
Por si fuera poco, Juana de 62 años de edad, quien disfruta bordar y cuidar de sus animales, padece hipertensión, dislipidemia y obesidad. Esas enfermedades, han revelado estudios realizados por especialistas en distintas partes del mundo, son provocadas –entre otros factores– por el consumo de bebidas azucaradas y comida ultraprocesada.
Es por ello que Juana se despide de la cámara con un mensaje en lengua mazahua, dirigido a la población mexicana: “Yo les pediría por favor que dejen de consumir refresco porque vivir con diabetes es muy difícil”.