Ciudad de México, 8 de agosto (SinEmbargo).– “Horchata es la culpable. Ella es la responsable de que surgiera este lugar”. Claudia Ornelas sonríe mientras apunta la mirada a ‘Horchata’, una cruza de poodle con cavelier que jugaba con su oveja de peluche. “Hace años que la adopté. Como es una raza de pelo largo, busqué un sitio en donde pudieran bañarla y cortarle el pelo bien, pero jamás lo encontré: todos los lugares estaban sucios, los encargados no se tomaban los tiempos adecuados para atender a cada perro, o los maltrataban. Jamás se involucraban con el oficio… En fin: nunca lo encontré y entonces me dije ‘yo lo voy a hacer'”.
Así surgió “La perruquería”, uno de esos espacios en que un perro entra, y sale uno diferente: bañado, peinado, oloroso y, en general, guapo: “‘La perruquería’ surge a partir de la necesidad de encontrar una estética canina en la que a un perro se le dieran atenciones completas y buen trato”, explica Claudia, que portaba una bata adornada con coloridos dibujos de animales, casi tan colorida como las instalaciones de “La perruquería”, un lugar decorado con fotografías y con artículos entre collares, placas, shampoos y galletas para perros cuidadosamente distribuidos. Sólo alguien que supiera de la importancia de la composición visual de un espacio podría haber decorado así.
“Yo soy diseñadora de profesión”, comenta Claudia, que confesaba de forma involuntaria su responsabilidad en la minuciosa decoración del espacio. Diseñadora de profesión, estilista canina de oficio: “después de adoptar a ‘Horchata’ me involucré por completo en el mundo de los perros. He tomado varios cursos en los que aprendí a cerca de comportamientos de razas, manejo de perros y estilismo. He aprendido desde cómo enjabonar a un perro –¡que vaya que tiene su gracia!– hasta cómo hacer los cortes, los diferentes tipos de pelaje, etcétera. Pero lo cierto es que, en esta cuestión, todos los días aprendes”.
Se aprende a mordidas y arañazos a veces. “Tratar a los perros es una cuestión bastante particular. La mayoría son bien portados, pero algunos dan terror. Cuando tratas con ese tipo de perros los cursos parecen una ‘embarradita’ y te ves obligado a complementar tus conocimientos con más lecturas, consulta de fuentes, estilistas, etcétera”.
Claudia platicaba y, momentos antes, ‘Horchata’ se había decidido por acercarse a ella como pidiendo que la cargara. Y deseo cumplido. La cargaron como si fuera un bebé. Y ‘Horchata’ se recargaba en el hombro de Claudia como uno.
–¿Cuál es su historia?
“¡Ah, me vas a hacer llorar!… Alguna ocasión, cuando mi esposo y yo nos decidimos por adoptar a un perro, acudimos a una asociación que se dedica a rescatarlos, rehabilitarlos y darlos en adopción. Nosotros buscábamos un perro un poco grande (de edad), pues ellos son más difíciles de adoptar.
“Cuando las personas de la asociación nos mostraron algunas fotos, nosotros nos decidimos por ‘Horchata’ que, por cierto, se llamaba ‘Pina’. Estaba en terribles condiciones. Vivía en un basurero de Santa Fe, con un indigente y una jauría en la que casi todos los otros perros eran machos. Así que ella tenía un tumor como del tamaño de un melón debido a una infección de transmisión sexual. Durante su rehabilitación, llevó un tratamiento con quimioterapias por el que todo el pelo se le cayó”.
Claudia acariciaba a ‘Horchata’, que ahora tiene un pelo largo en óptimas condiciones de color marrón claro, casi oro. “Nadie me cree la historia cuando la ven”. Sonríe. Momentos después la dejaría bajar a caminar un poco.
Así que ‘Horchata’ fue, en principio, la culpable de que un pequeño poodle blanco –debajo de un poquillo de suciedad– aguardara para un baño. Es cliente frecuente del lugar.
“Nosotros recibimos a más de 200 perros, y nos sabemos el nombre de cada uno”, dice Claudia, con orgullo. “Aquí los tratamos con cariño. Hay muchas estéticas en los que los maltratan, los bañan con agua fría o llegan a pegarles para ‘controlarlos’, pero ningún perro responde así. Aquí les hablamos con cariño si se resisten. A veces dicen que estamos locos, ¡pero en verdad funciona! También les damos un masaje relajante durante el baño.
A la poodle ya se le había cepillado el pelo y era hora de bañarla.
“Nosotros lo que queremos es que los perros queden limpios, bonitos y hasta que huelan bien. Nuestros clientes pueden elegir entre nuestros shampoos especiales con olor a chicle, sandía, coco, bebé y frutas. Es un pequeño plus que tenemos”.
Las botellitas con shampoo de colores rosa, rojo, blanco y celeste reposaban en la parte superior de un espacio diseñado para bañar a los perros.
– ¿Qué diferencia hay entre bañar a un perro en casa y traerlo a una estética?
“¡Es abismal!”, Claudia no dudó cómo responder ni por un momento: “las personas en casa no suelen bañar bien a sus perros. Hacerlo bien implica cepillarlos previa y posteriormente, limpiar sus oídos por dentro, vaciar algunas glándulas… Pero no lo hacen, inclusive hay quienes creen que a los perros de pelo corto no se les baña”. Creo que bañar a a un perro en casa y en la estética es como el agua y el aceite”.
La poodle estaba lista. Había que secarla, cepillarla y retocar un poco el corte. Temblaba un poco, pero se mantenía tranquila. Claudia, observándola, apuntó: “Todos los perros son muy nobles. Eso sí: todos se parecen a sus dueños: si el dueño es agresivo y grosero, así será el perro”.
Para Claudia, la nobleza de los canes no es sólo una cualidad que permite que sean bien bañados, sino que también hace que las adopciones sean exitosas. “Con ‘Horchata’ no nos costó nada. A pesar de lo que vivió antes perecía que siempre había estado en casa con nosotros, y siempre nos da mucho amor.
“Yo creo que vivimos en una sociedad que de pronto parece muy extremista: o los dueños aman a sus perros o aquellos a los que alguna vez les dijeron: ‘en una casa tiene que haber sala, coche y perro’, entonces los tienen, pero no porque les nazca. Este tipo de gente son los que los descuidan. Por eso hay tantos perros en la calle ¡y lo que menos necesita este mundo son más perros! Lo que estaría increíble es que todos los que están en la calle tuvieran una familia”.
Detrás de Claudia posaba un largo cartel, que anunciaba con letras grandes y rosas: “¡Adopta!”
Y listo. El poodle ya había sido secado, cepillado y retocado. Un poodle llegó, y otro salió por la puerta. Uno bañado, peinado, oloroso y, en general, guapo.