El libro, que se basa en los informes que Hurowitz hizo para Rolling Stone durante el juicio penal de “El Chapo” en 2018 y 2019, será publicado el 20 de julio por Atria Books.
Ciudad de México, 8 de julio (SinEmbargo).– Joaquín Guzmán Loera, mejor conocido como “El Chapo”, pudo demostrar, durante décadas, que aún en los peores momentos no delataría a los políticos mexicanos corrompidos por el narco. No se sabe si lo hizo en el juicio del año pasado en Nueva York, donde recibió cadena perpetua. Pero en México no lo hizo ni cuando tuvo frente a sí a la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos, la DEA.
Porque estuvo frente a la DEA. Y habló, sobre todo de sus rivales. Pero cuando le preguntaron por los políticos involucrados en el narco, prefirió callar. “Son demasiado peligrosos”, dijo.
La revista Rolling Stones cuenta en su nueva edición que en 1997, “El Chapo” Guzmán estaba a la defensiva. “Encerrado durante los últimos cinco años, acorralado por enemigos, aislado de su familia por pistoleros que lo acechaban fuera de los muros de la prisión, y viviendo con el temor perpetuo de ser extraditado a Estados Unidos, se acercó a las únicas personas pensó que podría ayudarlo: la DEA”.
Luego anuncia que viene un nuevo libro: El Chapo: La historia no contada del narcotraficante más infame del mundo, del periodista independiente Noah Hurowitz. Cuenta la historia de la reunión que resultó de ese contacto.
Noah Hurowitz cuenta: “El 7 de noviembre de 1997, Joe Bond se encontraba en su oficina de la Embajada de Estados Unidos en la Ciudad de México cuando recibió una llamada de uno de los marines estadounidenses que hacía guardia afuera. Había un tipo, le dijo el Marine, que tenía un mensaje para la DEA. Bond se puso una chaqueta y bajó las escaleras para ver qué pasaba. El visitante, a quien Bond se refirió más tarde con el nombre en clave ‘Electra’, tenía un mensaje para Bond”.
Era un cuñado de Joaquín “El Chapo” Guzmán, quien había sido capturado y encarcelado por su papel en un tiroteo en mayo de 1993 en el aeropuerto de Guadalajara que cobró la vida del arzobispo Juan Jesús Posadas Ocampo.
“Durante los últimos años, ‘El Chapo’ había estado tras las rejas en una prisión de máxima seguridad conocida como Puente Grande en las afueras de Guadalajara, donde se decía que vivía cómodamente gracias al dinero que repartía entre los guardias y funcionarios penitenciarios”.
“Ahora, dijo ‘Electra’, ‘El Chapo’ quería hablar. Con la DEA”, narra Hurowitz.
“–¿En serio –respondió Bond, a la vez interesado y sospechoso.
“–Sí –dijo Electra.
“Pero tenían que tener cuidado. A través de Electra, ‘El Chapo’ les dijo que usaran un nombre en clave: ‘Tito’”.
Cuenta que Bond debía convencer a sus jefes en Washington. Los agentes de la DEA no podían entrar fácilmente en Puente Grande de la forma en que lo harían en una prisión en los Estados Unidos. “Los altos mandos de la DEA temían ‘otro incidente de Kiki Camarena’, me recordó Bond en una entrevista a principios de octubre de 2019, refiriéndose a un agente de la DEA secuestrado, torturado y asesinado en Guadalajara en 1985. Durante los siguientes meses, trabajó en desarrollar un plan que les permita acceder a la prisión de la manera más segura posible. Pero para hacer eso, necesitaría permiso del Gobierno mexicano”.
“La única persona con la que Bond confiaba lo suficiente para hablar, y lo suficientemente poderoso como para dar permiso, era José Luís Santiago Vasconcelos, funcionario de la Procuraduría General de la República (PGR) y encargado de combatir el tráfico de drogas. De todos los funcionarios mexicanos con los que trataba Bond, había descubierto que Vasconcelos era el más honesto, el más dispuesto a compartir información, e incluso permitía que Bond a veces participara en sus comentarios. Con el mayor secreto, Bond y otro agente de la DEA, un oficial de inteligencia llamado Larry Villalobos, iniciaron conversaciones con Vasconcelos y su jefe”, narra Noah Hurowitz.
Tendrían que ir de incógnito a Puente Grande. “El Chapo” había estipulado que nadie, ni el director de la prisión, ni los guardias, podía saber que estaba contactando a la DEA. Si otros traficantes llegaban a la noticia de que estaba hablando con los gringos, le preocupaba que su vida y la de los miembros de su familia corrieran un grave peligro. Puede que tuviera a gran parte del personal de la prisión en su nómina, pero no era el único. En cuanto a los agentes, sabían que su seguridad dentro de la prisión dependía de mantener sus verdaderas identidades lo más resguardadas posible para evitar la posibilidad de ser secuestrados o agredidos dentro de Puente Grande.
Pero las cosas se dan y finalmente el agente de la DEA logra entrar, escondido, a prisión. “Tenía un gran carisma, no estoy bromeando”, dijo Bond al periodista. “Obviamente tenía el temperamento para tomar el control de las cosas. Pensó que, porque sabíamos quién era, nos iba a intimidar. Pero no nos iba a intimidar”.
“El Chapo” habló amargamente de su desconfianza hacia los funcionarios mexicanos. “Cuando ‘El Chapo’ fue arrestado por primera vez, dijo, le había ofrecido a la PGR información sobre los hermanos Arellano-Félix, pero había esperado con creciente consternación mientras la agencia tardaba más de una semana en dar respuesta a su información. Cuando finalmente allanaron la casa donde dijo que estarían los hermanos, sus enemigos habían tenido tiempo de huir y los agentes de la PGR no encontraron nada más que dinero en efectivo. Después de eso, dijo, había resuelto no volver a proporcionar información a las autoridades mexicanas. Simplemente no podía confiar en ellos”.
Guzmán planteó varias demandas a cambio de información. Y en ese encuentro, que ya nos se repetiría, habló de los hermanos Arellano Félix, de los hechos que habían llevado a la guerra entre su facción y la de ellos. Los hermanos, dijo, eran “inteligentes, ricos y extremadamente peligrosos”, según un informe clasificado de la DEA escrito más tarde directamente de las notas que Bond.
“Los hermanos, advirtió ‘El Chapo’, enviaban agentes dobles para trabajar como informantes de la DEA y recolectar información a través de sus interacciones con los gringos. En los últimos seis meses, dijo ‘El Chapo’, se había enterado de que el grupo estaba contrabandeando drogas y efectivo bajo la frontera de Baja California y California. Nombró a los que, dijo, eran responsables de tratar con los contactos colombianos del grupo”.
Sin embargo, cuando los agentes le preguntaron sobre la protección política del clan Arellano Félix, “El Chapo” se calló. Se negó a hablar de políticos.
–Son demasiado peligrosos –dijo, y cambió de tema.