Tras el asesinato del conductor Paco Stanley el 7 de junio de 1999, vino el show. La Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) trazó varias hipótesis, entre ellas los nexos del conductor con el narcotráfico, señalamientos rechazados por los familiares y que hasta la fecha no han sido esclarecidos. La orfandad es lo único que dejó Stanley a su público y al resto de conductores y comediantes que actualmente intentan imitar su humor.
Por Paul Medrano
Ciudad de México, 8 de junio (SinEmbargo/Vice Media).- En 1999, cuatro balas de metralleta acabaron con la vida de Paco Stanley. Con su muerte millones de mexicanos quedaron huérfanos de su tristemente célebre “gallinazo”. Sin embargo, los expósitos no sólo fueron del bando de los televidentes, sino también de quienes siguieron y siguen sus pasos en la industria de la televisión. Su humor continúa disecado en decenas de discípulos del “qué lindo soy, qué bonito soy, cómo me quiero…”.
La muerte de Paco Stanley no sólo mostró la ligereza moral con la que galopan las estrellitas de televisión, sino que también evidenció la bajeza de la que es capaz esta industria. Lo más triste es que el grueso de televidentes ni siquiera se dio cuenta.
Aunque ese día estuvo nublado, aquel el 7 de junio de 1999 no cayó ni una gota de agua en el Distrito Federal.
Esa mañana, Stanley terminó su programa “Una tras otra”, que se trasmitía desde TV Azteca. Antes de irse de la televisora, se dio tiempo para dar la “patadita de la suerte”- aunque bien podría tomarse como un beso del diablo- a un espacio televisivo inmediato al suyo.
Poco después, se dirigió a la taquería El Charco de las Ranas, donde desayunó con su patiño Mario Rodríguez Bezares, la edecán Paola Durante y el reportero de espectáculos Jorge Gil.
Cuando terminaron, Stanley y Gil salieron primero y subieron a la camioneta Lincoln Navigator del padre del “Kiskiriskiskis”. “Mayito” se quedó en el baño. Minutos después, un hombre vestido de traje se les acercó y disparó con una ametralladora. Gil fue herido en una pierna, mientras que el agente de seguros, Pablo Hernández, murió al ser alcanzado por una bala perdida. Su esposa y un acomodador de autos también resultaron lesionados.
Luego, el pistolero cruzó la avenida por un puente peatonal, se subió a un auto que lo esperaba del otro lado y huyó.
Cuatro balazos en la cabeza ocasionaron la muerte de Stanley. Es decir, le dispararon con enjundia. Uno en la mejilla, otro en el cráneo, uno más le reventó ambos ojos y la última quedó alojada en el tabique nasal. A excepción del tiro en la nariz, los disparos atravesaron la testa del creador de “Susanita tiene un ratón”.
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Jorge Francisco Alonso Stanley Albaitero, mejor conocido en la farandulilla como Paco Stanley, era oriundo del Distrito Federal. Nacido el 3 de julio de 1942, durante su juventud se desempeñó como profesor de secundaria, donde impartió la materia de Literatura.
Licenciado en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Stanley también cursó especialidades en Psicología, Mercadotecnia y Publicidad. Tenía una maestría en Literatura y era miembro activo del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Stanley incursionó primero en la radio, a la que ingresó en 1969, pero fue hasta 1974 que participó en varios programas unitarios, así como en noticiarios de la XEW. Para esa emisora condujo el programa “Sonrisas y sorpresas”, entre 1988 y 1991.
Su carrera en la televisión comenzó en el canal 4, con el programa “Nuestra gente”. Siguieron otros, pero se le recuerda por sus apariciones en “La carabina de Ambrosio” y sobre todo por su papel de patiño en “El club del hogar”, donde aprendería el humor gandalla, el cual perfeccionó y adecuó a su estilo.
Conducido por Daniel Pérez Arcaraz y Francisco Fuentes Madaleno, “El club del hogar” comenzó a trasmitirse en 1952 y permaneció en el aire durante casi cuatro décadas. Era de esos programas diseñados para un público muy peculiar, pues habrá que recordar que la economía de la época permitía que uno o varios miembros de la familia esperaran la quincena sentaditos frente a la tele.
“El club del hogar” era uno de esos programas de variedades en los que se presentaba un cantante o grupo musical en ascenso, se daban recetas de cocina y tips de belleza, entre otras cosas. Una de las características de estas transmisiones era la de la publicidad posicionada: conductores e invitados hacían los spots comerciales presentando o recomendando un producto determinado.
Luego de la muerte de Pérez Arcaraz, Stanley le entró al quite a manera de patiño de Madaleno. Después, con la muerte de Fuentes, terminó el ciclo de “El club del hogar”, aunque Paco ya traía mucha escuela.
A partir de ahí, Stanley comenzó a figurar en la tele de mediodía. Pero fue hasta 1992 cuando le ofrecieron la conducción de “¡Ándale!”, con el cual atraparía la atención de millones de televidentes.
A ese programa siguieron “Llévatelo” y “Pácatelas”, con los cuales se convirtió en el zar de la conducción y capo del humor gandalla. Su público le festejaba la mofa y “la mala leche”. Le perdonaba el escarnio, e incluso, hacía suyas frases como “¿hay o no hay?”, “¡romanescos!” o “ay, me resbalé”. Conviene aclarar que el grueso de la población carecía de servicios de televisión de paga, de modo que era casi inevitable no ver un hogar donde la hora de la comida no estuviera acompañada por Stanley y sus huestes.
Si analizamos la tónica de Paco, el principal ingrediente era el humor basado en poner en ridículo a quien se le pusiera enfrente: público, patiños (“Mayito”, Benito y anexas) y hasta a los invitados. Si bien se trataba de las mismas bromas, las mismas rutinas y los mismos comentarios, sus niveles de rating nunca bajaron. En cada emisión, los mensajes del público se leían por kilos.
Podríamos resumir cualquiera de sus programas en un dos por tres: autoelogios; carrilla hacia alguno del público; carrilla con sus compañeros, el staff o la gente de producción; una de sus canciones- “Susanita” o “La mosca chimuela”- llamadas telefónicas pidiendo “unos ojitos”, una declamación, una entrevista a algún cantante o “artistas” invitados, “el Gallinazo de Mayito” y así hasta el final.
No obstante, Paco Stanley era un gran negocio. La publicidad en sus programas era rebosante. Sus discos de poemas se vendían a diestra y siniestra. Incluso, el tema del “Gallinazo”, hacía de las delicias de chicos y grandes en fiestas infantiles y discotecas.
A finales de los noventas, luego de la venta de Imevisión, a la nueva televisora del Ajusco le urgía hacerse de “personalidades”, por lo que la “adquisición” de Stanley fue toda una noticia. Ya con TV Azteca, Paco dirigió “Una tras otra”, un programa idéntico a los anteriores, el cual encabezó hasta su muerte.
Tras el asesinato de Stanley, vino el show. La Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) trazó varias hipótesis, entre las cuales destacaba los nexos del conductor con el narcotráfico, aseveración que incomodó a los familiares, quienes rechazaron el señalamiento.
Después, Mario Rodríguez Bezares y Paola Durante fueron señalados como sospechosos por la PGJDF, que basó sus acusaciones en el testimonio de Luis Valencia, cocinero del narcotraficante Luis Ignacio Amezcua, presunto líder del Cártel de Colima, quien aseguró que Amezcua se reunió con Rodríguez Bezares y Paola Durante para planear el asesinato de Paco Stanley debido a deudas con las mafias de drogas.
Valencia dijo que escuchó a Amezcua ordenarle a Erasmo Pérez Garnica, alias “El Cholo”, a quien se acusó como el autor material, que asesinara a Stanley “porque le debía mucho dinero” y que Paola Durante actuó como enlace entre ellos.
Además, la PGJDF mencionó que Rodríguez Bezares se retrasó de manera intencional en el baño de El Charco de las Ranas para dar tiempo a que los pistoleros cumplieran con su cometido.
“Mayito” y Paola se echaron una temporada en la cárcel. Incluso, Rodríguez Bezares se declaró como preso político y hasta amenazó con escribir un libro, el cual, según él, estaría prologado por el mismísimo Carlos Monsiváis. Por fortuna, tal disparate editorial no se concretó.
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Inmediatamente después del asesinato, Televisa y TV Azteca comenzaron una campaña de golpeteo contra el Gobierno del Distrito Federal.
Su programación habitual fue suspendida y se abocaron exclusivamente al caso Stanley. En un foro expresamente abierto para tales emisiones, actores, conductores y demás gente de la televisora del Ajusco comenzaron a exigir “justicia”. Hasta el programa “Ventaneando” mutó su perfil periodístico para darle seguimiento a las investigaciones y unirse a la línea de la televisora.
TV Azteca mostraba sin pudor el cuerpo de Stanley, hizo encuestas del asesinato, vigiló al Ministerio Público y, sobre todo, criticó al Gobierno capitalino. “La responsabilidad es de Cuauhtémoc Cárdenas”, dijo un enojado Jorge Garralda en su programa “A quien Corresponda”.
En Televisa no se quedaron atrás. Después de su muerte se les olvidó que Stanley era un “apestado”, pues era desertor de las filas del emporio Azcárraga. De ese modo, en San Ángel, comenzaron su propia campaña de desprestigio hacia el Gobierno capitalino. “Alguien tiene que renunciar”, sentenció Jacobo Zabludovsky en el programa “Hoy” de Televisa.
Hay que recordar que en esa época se vivían nuevos tiempos políticos. El Partido de la Revolución Democrática (PRD) gobernaba la Ciudad de México. El Gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas estaba por cumplir dos años en medio de críticas y de ataques por parte de muchos sectores cuando ocurrió el homicidio de Stanley.
Con este asesinato, Televisa y TV Azteca mostraron su faceta gangsteril, la cual muestran cuando sus intereses son afectados.
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El caso se enturbió porque siguió su curso en la dirección incorrecta. Casi dos años después, “El Cholo” se desdijo de sus acusaciones. Incluso, afirmó que gente de la PGJDF lo torturó para que declarara. Con esta revelación el caso dio un vuelco, porque Rodríguez Bezares y Paola Durante fueron liberados. La televisión mexicana casi los beatificó.
Aunque el caso se empantanó, se ventilaron detalles impropios para una figura pública.
Cuando se hizo el levantamiento del cuerpo de Stanley, a las afuera de El Charco de las Ranas se le encontraron envoltorios con cocaína. Esto no se difundió en la televisión, pero sí en varios medios.
Tres meses después del asesinato, Benito Castro hizo su declaración ante el Juzgado 55 penal, con lo cual se confirmó que Stanley y Rodríguez Bezares eran consumidores de cocaína.
Según Benito, Stanley y “Mayito” consumían diariamente cocaína en sus oficinas y eventualmente en su camerino. Incluso, dijo que el conductor de televisión usaba un molino de plástico color verde “para triturar la piedra de droga hasta hacerla polvo y así poder inhalarla en los cortes que ellos mismos realizaban”.
El ex compañero de Stanley sostuvo que cuando Paco y “Mayito” acudían al baño de los restaurantes que frecuentaban era para drogarse, y esto lo hacían en repetidas ocasiones.
En el video “Gallinazo y la bolsita de coca”, subido a Youtube, se ve a “Mayito” bailar el ritmo de marras. En una de sus ridículas piruetas, algo cae del saco de Rodríguez Bezares: un bolsita de caspa del diablo. Por eso la cara nerviosa de Mario, que guarda lo más rápido que puede el envoltorio. Por eso la risa cómplice de Paco, al ver tamaña quemada en cadena nacional.
En 2001 se estrenó Un mundo raro, ópera prima de Armando Casas, en la que se hace una clara alusión al caso Paco Stanley y la vida disipada detrás de la televisión mexicana. Aunque los creadores del filme rechazaron cualquier parecido con el caso, a vuelo de pájaro, el espectador percibe lo contrario.
El 8 de junio de 1999, al día siguiente del asesinato, Jesús Blancornelas escribió en su columna: “Luis Alberto ‘El Bolas‘ Salazar Vega disparó y mató a Paco Stanley. El motivo: Stanley estaba asociado al Cártel de los Carrillo Fuentes. Se convirtió en estorbo para los Arellano Félix, quienes tenían dominada la plaza en el DF. Tuvieron el tiempo necesario para seguir a Stanley, conocer la rutina de sus recorridos, escoger el lugar más adecuado y ejecutarlo”.
Pocos hicieron caso de esta aseveración pese a la veracidad del periodista. Casi 12 años después, el 7 de abril de 2011, el Ejército difundió un comunicado a nivel nacional en el que se informaba: “como presunto autor de la ejecución de Paco Stanley, fue detenido Luis Alberto Salazar Vega, ‘El Bolas‘, en Tijuana”. Blancornelas tenía razón.
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La orfandad es lo único que dejó Paco Stanley a su público, ese que, pese a lo podrido del asunto, jóvenes, niños, señoras o adultos mayores despidiendo a su artista con lágrimas en los ojos. Esos mismos que primero acusaron de asesino a Rodríguez Bezares, luego lo perdonaron y poco después, lo olvidaron.
De ese orfanato también vienen los émulos de Stanley. Esos que ahora llenan las barras de programaciones con humor gandalla, previamente etiquetado como “apto para toda la familia”. De ese orfanato vienen Adal Ramones, Daniel Bisogno, Facundo, Jordi Rosado y más recientemente, Omar Chaparro. Humor para huérfanos, porque todo parece indicar que la televisión mexicana, no ha tenido, ni tendrá madre.