Este moscovita no le desea a nadie la experiencia de no poder respirar por sí mismo y espera que su relato sirva de ejemplo a los que continúan desobedeciendo la cuarentena.
Ciudad de México, 8 de mayo (RT).- El ruso Denís Ponomariov, un residente de Moscú, relató su experiencia tras dos meses de tratamiento por coronavirus y cómo fue para él estar conectado a un equipo de ventilación mecánica.
En diálogo con RT, Ponomariov, de 35 años, cuenta que se enfermó el pasado 5 de marzo. Tuvo fiebre, tos y sintió una "pérdida de fuerza". De inmediato acudió a una clínica privada, donde luego de una radiografía le diagnosticaron neumonía del lado derecho.
Además de esa enfermedad, este moscovita sufrió a la vez de neumonía bacteriana y viral y visitó varios centros de salud, tiempo durante el cual al menos seis veces tuvo que someterse a tomografías computarizadas. Su condición lo obligó a vivir bajo "un arsenal de medicamentos" y "todo se complicó" cuando los médicos le confirmaron que tenía COVID-19. Le administraron, entre otros, antibióticos de amplio espectro, inmunoglobulinas y antipiréticos. "En general, cada aspecto dentro de mi grave condición fue combatido con una droga diferente", confiesa.
Como si estuviera bajo el agua"
En el tercer hospital que visitó, Denís fue tratado varios días por fiebre alta y enviado a una unidad de cuidados intensivos. En ese momento sus pulmones no podían sobrellevar solos el tratamiento y, aunque los especialistas intentaron mantener su capacidad pulmonar y nivel de oxigenación con mascarillas de oxígeno, el esfuerzo fue inútil. "Necesitaba mantener estable mi capacidad pulmonar por cierto tiempo para que la droga más fuerte disponible hiciera efecto: anticuerpos monoclonales. Desafortunadamente, no pude hacerlo yo mismo, así que me ofrecieron un respirador artificial", explicó Denís.
Los médicos le dieron a conocer las consecuencias del tratamiento con respirador artificial y le advirtieron que si se negaba no había garantía de su recuperación y posiblemente su estado empeoraría. No obstante, le aclararon que permanecer bajo ese aparato por mucho tiempo podría traer otros problemas, como barotraumatismo o daño traqueal.
Ponomariov asegura que durante ese periodo se sentía "como si estuviera bajo el agua" porque tenía "un montón de tubos" que le salían de la boca."Lo más extraño fue sentir que la respiración no dependía de lo que yo hacía. Sentía que una máquina respiraba por mí", cuenta.
Esa condición lo obligó a comunicarse con los médicos a través de gestos o mensajes escritos a mano, que por la debilidad que sentía le costaba escribir. Sin embargo, pudo acostumbrarse, aunque permaneció "aislado del mundo exterior" y solo pudo escribirle a su esposa un par de veces. Lo que sabían de él sus familiares también era muy poco, y eso los mantuvo preocupados ese tiempo.
Cuando volvió a respirar por sí mismo, Denís afirma que fue "extraordinario" y se dio cuenta de lo importante de alegrarse por pequeñas cosas como esa o "levantarse de una cama y moverse". Este 6 de mayo fue dado de alta, pero aún siente que no está recuperado del todo: "A menudo pierdo la fuerza y el aliento, aunque puedo hacer cosas simples como lavar los platos o tomar un baño".
Ponomariov subraya que lo que le pasó "no tiene nada divertido" y no le desea a nadie tener que pasar por la experiencia de un respirador artificial. Espera que su relato sirva de ejemplo a aquellos que continúan saliendo a la calle y desobedeciendo la cuarentena y así "pueda salvar algunas cuantas vidas". Asimismo, invita a esas personas no solo a pensar en su libertad individual, sino en que "todos tenemos una responsabilidad con nuestros familiares, a quienes, desafortunadamente, también podemos infectar".