Esta ciudad fronteriza no se ha detenido en su totalidad en su rama manufacturera pese a la paralización de actividades no esenciales y al distanciamiento social decretado por el Gobierno desde hace semanas.
Por Carlos Zúñiga
Tijuana, 8 mayo (EFE).- La fronteriza ciudad de Tijuana lucha contra el COVID-19 en el pico máximo de contagios, previsto en México para este 8 de mayo, sin evidentes signos de saturación pero con algunos hechos alarmantes que preocupan a las autoridades y a la ciudadanía.
Según el reporte más reciente, el noroccidental estado de Baja California, colindante con California (EU), registra cerca de 2 mil 227 casos y 340 fallecidos, de los cuales solamente mil 136 son de la ciudad de Tijuana con 226 muertos.
A nivel nacional, el número de casos se sitúa en 29 mil 616 casos y 2 mil 961 fallecidos.
Esta ciudad fronteriza no se ha detenido en su totalidad en su rama manufacturera pese a la paralización de actividades no esenciales y al distanciamiento social decretado por el Gobierno desde hace semanas.
Actualmente, Tijuana es uno de los focos rojos a nivel nacional.
Y el estado de Baja California, según cifras oficiales, registra una saturación hospitalaria del 60 por ciento, y del 46 por ciento para camas con ventilador (para enfermos graves).
En Tijuana, la cifra de ocupación hospitalaria ascendería hasta cerca del 75 por ciento, según datos oficiales.
Los hospitales aún no se saturan. Sin embargo, temen que ocurra en los próximos días y por ello ya entró en funciones un hospital auxiliar impulsado por organismos civiles como Médicos Sin Fronteras (MSF), habilitado en una pista de baloncesto profesional y que es para paciente no críticos.
Además, a mediados de abril, el Gobernador estatal, Jaime Bonilla, alertó que los médicos estaban “cayendo como moscas” por falta de protocolos y material.
Aunque también ha sido algo contradictorio en sus mensajes, rechazando por ejemplo los toques de queda y apelando a la “consciencia” de la ciudadanía de Tijuana, una urbe de cerca de 1.8 millones de habitantes.
LAS CARTAS DE LA ESPERANZA
Entre pacientes internados por COVID-19 en distintos hospitales y sus familiares que los esperan afuera, hay cientos de historias que son contadas a través de cartas, principal medio de comunicación entre un enfermo y una persona sana en esta ciudad.
Por ello la enfermera Margarita “Magui” Hernández optó desde hace unos días ser la “cartera” entre los familiares e internos del Hospital Regional Número 1 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
La enfermera antes de entrar a sus labores sale a la explanada y cuestiona quienes tienen cartas por entregar a sus familiares, quienes por la condición en la que se encuentran no pueden llegar a tener contacto con el exterior.
Silvia Maricela Muñoz tiene a su madre internada desde hace once días en dicha clínica, y la mantiene enterada de lo que ocurre en el hogar a través de estas cartas.
“Es para que se motive, para que no se dé para abajo y pueda salir adelante”, dijo a Efe, y felicitó a la enfermera por su iniciativa.
DE ENFERMERA A PACIENTE
En los últimos cuatro años, Laura Bautista López ejerció como enfermera en el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores (ISSSTE) de la región, pero ahora es paciente de COVID-19.
A sus 29 años de edad, Laura expresó su tristeza por estar lejos de su familia y pacientes, pero a la vez se dijo motivada porque asegura que superará esta enfermedad para de nuevo salir al consultorio y seguir salvando vidas.
Narró que desde el inicio de la contingencia sanitaria fue asignada, junto con otros compañeros, al filtro de sanidad que se instaló en los accesos de un hospital, y fue ahí donde contrajo el virus.
“Lo más difícil es hacer todo tu sola, nadie puede ayudarte con los mareos, el vómito, la diarrea, y no he podido comer en días. Pero pienso en quienes tienen menos posibilidades que yo y me imagino que es peor”, contó.
Aseguró que personal administrativo y su familia, de la cual está aislada en su totalidad, se mantienen al tanto de su salud y hasta hoy no ha sentido la necesidad de acudir a algún hospital y por ello se cuida y mantiene en casa.
CAMBIOS DRÁSTICOS
Graciela Jiménez tiene 28 años de edad y desde hace cinco trabaja para el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en Tijuana, y con la contingencia comenta que los cambios desde su forma de trabajar hasta de llevar su vida cotidiana ha cambiado drásticamente, y lo ha aceptado con el objetivo de salvar vidas.
“Es un desgaste mental, emocional y sobre todo físico, trabajar con trajes especiales que dificultan la movilidad también afecta en la comunicación con los compañeros y pacientes, ha sido difícil adaptarse”, comentó.
Sin embargo, destacó que esta situación también le ha ayudado, pues está viviendo experiencias y desarrollando habilidades que jamás pensó en su carrera profesional.
El cambio más drástico fue en su ámbito laboral. Pues la infraestructura cambió de un día para otro y parecía que estaba en un nuevo hospital, y en lo familiar impactó en su hogar, ya que al tener familiares vulnerables decidió salirse de casa y vivir sola por un tiempo.
EL TRABAJO SEXUAL CONTINÚA
La prostitución ha sido uno de los principales reclamos para cierto tipo de turismo en la ciudad de Tijuana.
Y a pesar de que los centros nocturnos para caballeros o coloquialmente llamados “congales” se mantienen cerrados, las sexoservidoras no se detienen y siguen ofreciendo sus servicios.
Es común transitar por varias avenidas, ver a decenas de mujeres ofreciendo sus servicios al pie de la banqueta o al exterior de moteles, utilizando mascarillas y guantes, obedeciendo así a ciertas medidas de prevención mientras intentan ganarse el sustento.
UN ADIÓS AMARGO
Despedirse de un ser querido pudiera considerarse uno de los momentos más difíciles de la vida. Sin embargo se vuelve complicado cuando se trata de una persona que no se ha podido ver en semanas.
Así son las despedidas en el Panteón Municipal Número 13 de Tijuana, un predio enorme en el que hasta el pasado 6 de mayo se habían sepultado 128 cadáveres de contagiados.
En el panteón los familiares no pueden acercarse al féretro, el cual es trasladado con maquinaria pesada para ser sepultado y solo una vez cubierto de tierra, la familia puede dar el último adiós.
Algunos contratan música norteña, otros “bañan” de alcohol el lugar del entierro, mientras cantan, lloran y lamentan la pérdida de una persona que no logró superar su lucha contra el COVID-19.
Durante la contingencia del coronavirus al menos dos funerarias han tenido que ser clausuradas por autoridades federales y estatales ya que se han detectado una alza en el costo de sus servicios de cremación y otras irregularidades.