Ciudad de México, 8 de mayo (SinEmbargo).– El 24 de marzo de 2010 y durante el Encuentro Nacional de Vivienda, el entonces Presidente Felipe Calderón Hinojosa dijo a un grupo de empresarios que el crimen organizado operaba como un Estado al tener “el monopolio de la autoridad, el monopolio de la ley, el monopolio de la fuerza pública y el monopolio de la recaudación”. Luego agregó que era necesario combatirlos, y que sólo el Gobierno mexicano podía hacerlo.
“Entonces estos señores [del crimen organizado] pasaron a lo que les afecta a ustedes y a la sociedad, que es a la extorsión, al secuestro, al cobro de derecho de piso y a la intimidación… porque se les dejó pasar. Porque se pensó: es que si yo no me meto con ellos no se meten conmigo, pero ahora ya están hasta la cocina porque se les abrió la puerta. Y se asumen como dueños. Y lo que hay que hacer es sacarlos de la cocina, y lo que hay que hacer es enfrentarlos”, expresó Calderón Hinojosa.
Ese mismo 2010, a cientos de kilómetros, en La Ruana, Michoacán, un limonero de nombre Hipólito comenzaba a percatarse de los abusos del cártel llamado Los Caballeros Templarios. En aquellos años, el grupo delincuencial empezaba a castigar a los “desprotegidos”. El sujeto de sombrero y huaraches jamás pensó en que él sería uno de los hombres que tomaría las armas para combatir a narcotraficantes, mucho menos que sería uno de los “enemigos” del Estado y, más allá, por su cabeza jamás pasó que perdería a su hijo Manuel durante un enfrentamiento.
–¿Cómo era su vida hace cinco años?–, preguntó SinEmbargo a Hipólito Mora Chávez, ex líder de las autodefensas michoacanas.
“Tranquila, sin ningún problema. Me la pasaba casi siempre solo, atendiendo mi huerta. Y de pronto, el 24 de febrero de 2013 para acá cambió mi vida; de diciembre [de 2014] para acá de una forma drástica. Pero aquí estamos, aguantando, siempre con la frente en alto, no sólo por defender a mi familia, sino a la de todos los michoacanos”, respondió Mora Chávez durante una protesta frente a la Procuraduría General de la República (PGR) para exigir la libertad de José Manuel Mireles, el pasado mes de abril.
Detrás de Hipólito, su guardaespaldas, un hombre corpulento de cara recia y mirada de flecha vigila cualquier movimiento. “Es uno de mis muchachos de la Fuerza Rural”, explicó Mora, quien actualmente es candidato plurinominal a Diputado federal por el partido Movimiento Ciudadano (MC). “Es que muchos me quieren muerto”, agregó.
El 24 de febrero de 2013, el agricultor limonero Hipólito Mora Chávez convocó a una reunión en la plaza de La Ruana, que pertenece al municipio michoacano de Buenavista. Harto de ver a su pueblo sumido en violencia, sangre e injusticia, dijo:
“Los invité para esto, ustedes saben cómo nos tienen Los Caballeros Templarios a todos, no nos dejan trabajar ya, nos están quitando el bocado a nuestra familia, el que tenga valor para defender sus derechos, sus familia y sacar a los templarios brínquele para acá para arriba”, ese fue su llamado a levantarse en armas y crear el grupo de autodefensas de La Ruana.
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La tarde del 9 de marzo de ese año, cuatro días antes de convertirse en candidato a Diputado federal por Movimiento Ciudadano, Mora Chávez se encontraba preso en el Centro de Readaptación Social Mil Cumbres de Morelia, Michoacán, luego de haberse entregado por el enfrentamiento, entre su grupo de autodefensas y el de Luis Antonio Torres, alias “El Americano”, el 16 de diciembre de 2014. La refriega dejó como saldo 11 muertos, entre ellos su hijo Manuel Mora.
Aquel día, pero por la noche, Mora y sus hombres salieron libres, luego que el Magistrado de la Séptima Sala Penal del Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Michoacán revocó el auto de formal prisión.
En el resolutivo se argumentó el carácter humanista, “tomando en cuenta el respeto a los derechos humanos, antecedentes de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), donde se ha dado tratamiento a los grupos de autodefensas”.
Para el 13 de marzo, el ex líder de los grupos de autodefensa confirmó su registro como precandidato a una diputación plurinominal por el Partido Movimiento Ciudadano (MC). Finalmente obtuvo la posición número 3 de la lista de la quinta circunscripción de candidaturas federales plurinominales. Mora, como candidato de mayoría relativa, fue anotado por el distrito electoral número XI con cabecera en Apatzingán, Michoacán.
Desde el inicio de campañas, Mora Chávez dijo que su primera iniciativa ante el Congreso de la Unión sería una ley Federal de Autodefensa Ciudadana, con la finalidad de institucionalizar a estas fuerzas.
“Si bien las armas fueron una de las herramientas que utilizamos para liberarnos del yugo criminal, no fue del todo el ingrediente que permitió proteger a la ciudadanía, ya que el amor por el prójimo, la necesidad de servir y salir adelante, así como la valentía, unidad e inteligencia de los ciudadanos, fueron detonantes sociales que lograron que la lucha por nuestros pueblos fuera legítima, genuina y blindada de perversiones”, explicó.
–¿Además de la ley de autodefensas, qué otras propuesta tiene?
–Quisiera que se destinaran más recursos [a Michoacán]. Si tuviera una varita mágica acabaría con las casitas de cartón; y apoyar al campo, que siempre se ha visto marginado. Nos tienen olvidados, todo el mundo.
–¿Cree en las instituciones del Estado?
–Creía. Ahorita estoy a medios chiles con el Estado. Ahí nos la llevamos. Lo digo porque lo he vivido: aplican la justicia como les conviene. Yo quisiera que tuviéramos autoridades que aplicaran la justicia pero de una forma favorita.
–¿Cuándo se encontraba preso, qué cosas le venían a la mente?
–Mucho coraje, impotencia al ver lo injusto que estaba siendo el Gobierno con nosotros al tenernos encarcelados. Y deseaba, que algún día pudiera gritarles lo que sentía y obligarlos a aplicar la justicia como es, que no se ensanchen con los inocentes y que a los delincuentes los dejen libres.
–¿Qué quería ser cuando era niño?
–Quería ser licenciado para ayudar a la gente pobre que metían a la cárcel. A ellos no cobrarles y a los ricos sí cobrarles para salir adelante con los gastos.
–¿Por qué quiere ser Diputado federal?
–Yo creo que porque estoy loco –estalla en risas–. Me animé a entrar de candidato porque creo que es necesario. Ya peleamos con las armas, se hizo un desmadre, y yo creo que la vía correcta [para el cambio de Michoacán] es la vía política.
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Desde que Hipólito Mora anunció que buscaría ser Diputado, el partido Movimiento Ciudadano se mostró interesado. De hecho, José Daniel Moncada Sánchez, coordinador de Atención Operativa estatal de esa fuerza política, hizo publico su apoyo al fundador de las autodefensas de la La Ruana. A partir de entonces apoyó la candidatura.
“No dudamos de la integridad de Hipólito Mora, ni tenemos tampoco los argumentos válidos que nos permitan, si quiera, pensar que deje de ser nuestro candidato, porque ha demostrado en diferentes instancias, que es una persona de bien”, argumentó.
Sin embargo, el poder y el dinero son los anzuelos que utiliza el sistema político mexicano para cooptar a los líderes de la sociedad civil organizada, afirmaron activistas y estudiosos de los movimientos sociales.
La forma habitual utilizada por el gobierno para comprar conciencias y cooptar liderazgos que emergen desde las trincheras de las Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) o de causas sociales son el poder, dinero y más poder, aseguraron los expertos consultados para un reportaje publicado por SinEmbargo el pasado 7 de abril.
En ocasiones, aseguraron las fuentes, una voz crítica se acalla con un puesto en una Secretaría, con una candidatura o una consejería, plantean. El sistema lanza la tentación y el activista muerde el anzuelo en medio de un círculo vicioso, que no parece tener fin.
“Hay líderes que pasan a formar parte de puestos en el gobierno, diputaciones, candidaturas, eso no lo cuestionaría tanto, porque me parece importante que alguien con experiencia en la sociedad civil pueda incursionar más adelante en la toma de decisiones públicas, porque tienen mayor sensibilidad de la problemática que viven. Estoy hablando de líderes con una trayectoria impecable, no de los que usan a las ONGs como un trampolín para llegar al poder”, dijo Oscar de los Reyes Heredia, director del Departamento de Derecho del Tecnológico de Monterrey Campus Santa Fe y experto en organizaciones civiles.
Es una estrategia común, bien probada, conocida y que rinde frutos, expusieron. Luchadores sociales sucumben ante la tentación de liderazgos de todo tipo: desde el joven, el ama de casa, el intelectual, el que se levanta en armas, el que exige justicia y critica al Estado.
Para todos hay, afirmaron quienes han vivido en carne propia el activismo y han tenido que renunciar a su tranquilidad por no pactar. Porque para el que se niega a recibir dinero y poder, dicen, el sistema también tiene salidas: la cárcel, la persecución e incluso la muerte.
Pero, ¿qué sucede cuando un líder de alguna organización civil se convierte en un funcionario público?, se le preguntó a Oscar de los Reyes Heredia.
El investigador explicó que cuando el personaje surge de una asociación responsable y con una clara participación en lo público, no necesariamente es cuestionable, cuando el proceso de ingreso al poder es transparente.
“Pero lo que sí me parece cuestionable es aprovechar el trabajo de una organización para buscar una posición política”, enfatizó.
Erick Dagoberto Fernandez Saldaña, coordinador de la Licenciatura en Relaciones Internacionales de la Universidad Iberoamericana, dijo: “Habría que preguntarse, ¿qué tanta reflexión realizan estos líderes antes de abandonar el campo tradicional de la acción social y convertirse en agentes inmersos en el esquema de los partidos políticos y el mismo sistema que en ocasiones critican?”.
El analista de la Ibero detalló que históricamente el margen de acción de las personas con intereses de la sociedad civil, no está en el esquema de los partidos políticos o del gobierno.
“El conflicto es el poder. Observan su participación civil como un trampolín. Los partidos políticos buscan el poder, mientras que la organización social no”, aseveró.
Pero, agregó el catedrático, los liderazgos que están interesados en el poder político, son un “caldo de cultivo” para el Estado y los gobiernos.
El poeta y activistas Javier Sicilia Zardain coincidió con los expertos: el ofrecimiento de cargos públicos es una práctica común para cooptar movimientos sociales.
“Fingen que apoyan sus demandas. Pero en el fondo es entrampar a las organizaciones en un rollo burocrático, fragmentar las agendas, fingir que hay una vida democrática”, dijo el integrante del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad.
Tanto para Sicilia como para el activista chihuahuense Julián LeBarón el Estado premia a los líderes que se “alinean” con cargos públicos y a los que no, los persigue con cárcel o los asesina.
Dos casos paradigmático son el de Jesús Manuel Mireles Valverde y el de Hipólito Mora, ambos fundadores del movimiento de autodefensas de Michoacán: el primero encarcelado en una prisión de máxima seguridad en Hermosillo, Sonora, y el segundo candidato a una diputación federal por el partido Movimiento Ciudadano.
“Si tomas posiciones como las de Mireles, que está en la cárcel porque le sembraron armas y droga, y a Hipólito que pacta y se mantiene en todos los canales legales. Ahí se ven las trampas de la corrupción”, opinó Sicilia.