Jaime García Chávez
08/04/2024 - 12:01 am
Autorizada injerencia militar de EU en México
Uno de los aspectos de mayor significación es la relación de las Fuerzas Armadas mexicanas con el poderoso aparato militar de los Estados Unidos, donde se han formado no pocos de los mandos nacionales, desde la etapa de la Guerra Fría hasta el día de hoy.
Es inobjetable la presencia de las Fuerzas Armadas en todo el país. La sociedad tiene encima un Ejército de ocupación, y a decir del estudioso Fernando Escalante Gonzalbo, “es claro que las Fuerzas Armadas van a ser uno de los factores del nuevo régimen político” imperante en el país.
Hoy el Ejército está en todas partes y en prácticamente todas las actividades de la administración pública, de la economía y hasta de la vida social del país. Sin importar la magnitud de este problema, las candidaturas presidenciales evaden pronunciamientos sustanciales que permitan tener un panorama de futuro cuando ocupen el cargo.
Tanto Claudia Sheinbaum como Xóchitl Gálvez han manifestado que esta militarización continuará, no obstante, que el patrón constitucional disponga el papel de las Fuerzas Armadas y su restringido y formal campo competencial.
Uno de los aspectos de mayor significación es la relación de las Fuerzas Armadas mexicanas con el poderoso aparato militar de los Estados Unidos, donde se han formado no pocos de los mandos nacionales, desde la etapa de la Guerra Fría hasta el día de hoy.
Esa relación lejos está de tener un beneficio para el país y se debiera tener a la vista no tan sólo por un sentido romántico de nuestra soberanía nacional, sino porque el predominio de las políticas militares de Estados Unidos ejercen una hegemonía preocupante, porque hace depender decisiones de México del sentir de los círculos de poder del vecino país.
El vaivén en el tratamiento del problema del combate a las drogas por sí solo arroja una experiencia negativa para México, y esto se está agravando en las condiciones actuales, como lo revela la noticia de la inminente presencia de cuerpos de élite militar norteamericanos que penetrarán a territorio nacional para el “Entrenamiento de ejercicios combinados conjunto” con el objetivo, se dice, de capacitar a la Armada de México, según aprobación del Senado mexicano; obviamente siguiendo las indicaciones del Presidente de la República, como lo demuestra el papel protagónico que tuvo un dócil Senador llamado Félix Salgado Macedonio.
La Constitución, en su Artículo 76, fracción tercera, en efecto faculta en exclusividad al Senado de la República para “autorizar el paso de tropas extranjeras en territorio nacional y la estación de escuadras de otras potencias, por más de un mes, en aguas mexicanas”. Se trata de una facultad extraordinariamente importante que debieran estar debatiendo las y los aspirantes a ocupar un escaño en el Senado.
Preocupa además esa presencia militar extranjera en un estado fronterizo como lo es Chihuahua. Esa presencia extranjera estará en la zona militar 42 de la Secretaría de la Defensa Nacional, que alberga la Base Aérea Militar Número 1, ubicado la exhacienda de Santa Gertrudis, en el municipio de Saucillo, Chihuahua. Esa zona pertenece, además, a una región militar donde se encuentra el estado de Coahuila, limítrofe también con Estados Unidos a través de Texas, donde predomina el conservadurismo republicano y antiinmigrante más agresivo, en una franja geográfica donde el problema migratorio ya es considerado de seguridad nacional.
Es dable pensar que esta presencia militar norteamericana vaya a cobrar una tendencia, que nos acostumbre a ver como una cosa cotidiana soldados del vecino país adiestrando a los nuestros, y desde luego sin el más elemental sentido de que prevalezcan los intereses nacionales.
Este tema, durante la hegemonía priista se manejó con pinzas, no obstante que oficiales mexicanos se adiestraban fuera del país –en Panamá, por ejemplo– durante la larga y delicada época del anticomunismo, la contrainsurgencia y los mandatos de las altas esferas militares de Washington.
Esto obliga a que en el debate público que debe anteceder a las decisiones del Estado mexicano ha de tenerse en cuenta una información de lo que son realmente nuestras Fuerzas Armadas, en especial el Ejército, del cual es comandante supremo el Presidente de la República, sin que se haya propuesto una dirección civil como las que se han dado para sí varias democracias en el mundo.
En particular creo que es tiempo de dejar atrás la romantización de ese discurso que nos habla de un origen popular del Ejército en México, la leyenda de que es pueblo uniformado y leal. En realidad se trata de una institución con muchas manchas y en condiciones exhorbitantes de poder de que lo ha dotado el actual Gobierno del Presidente López Obrador.
Sostengo con el notable investigador que cito al inicio de este texto, que “nuestro” Ejército puede llegar al límite de considerarse tan indispensable que vea en el poder de la República un preciado manjar. Escalante Gonzalbo, aclaro, lo dice en un lenguaje preciso, valiente y propio de un académico que nos ha brindado no pocas herramientas para comprender este y muchos otros problemas del país.
Por lo pronto, manifiesto mi oposición a la presencia de militares norteamericanos en México y en nuestra tierra.
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