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Tomás Calvillo Unna

08/04/2020 - 12:05 am

Inquietud

Sal a las calles ahora que están semi-vacías, diseñadas de miedo. Y observa la extrañeza de toda evidencia en su fragilidad, este sentimiento cargado de una nostalgia casi infinita, casi, porque aun la podemos sentir.

Mutación. Pintura de Tomás Calvillo Unna.

Voy buscando la razón de tanta falsedad.
La mentira es obsesión y falsa la verdad.
¿Qué ganarán? ¿Qué perderán?
Si hasta los dioses caerán

(Rosas en el mar, “Auterretratos”,
Luis Eduardo Aute, descanse en amorosa paz)

Abril es el mes más cruel: engendra
lilas de la tierra muerta, mezcla
recuerdos y anhelos, despierta
inertes raíces con lluvias primaverales.

(La tierra baldía, T. S. Eliot)

Estamos en vilo,

y mírate así al espejo, ¿qué extraño verdad?;

hemos olvidado que también somos una aparición,

no ajena a aquellas de santos y vírgenes, que escuchamos,

aunque nosotros no hagamos milagros

De alguna manera somos de la misma estirpe.

Vete otra vez, tu rostro, tu mirada;

ya ves no hay manera de entenderlo,

aunque te hayas graduado en las mejores escuelas,

uno no comprende los números, ni el abecedario

de esta visión.

Sal a las calles ahora que están semi-vacías, diseñadas de miedo.

Y observa la extrañeza de toda evidencia en su fragilidad,

este sentimiento cargado de una nostalgia casi infinita,

casi, porque aun la podemos sentir.

 

Si pudieras caminar más y atravesar las vías del tren;

y subir esas laderas, donde adolescente solías escribir en la tierra,

si, en la tierra con una rama rota, escribirle al cielo;

ese interlocutor que sigue ahí, sin responder desde entonces.

Camina más, hasta la infancia cuando mirabas

por la mirilla de la puerta los secretos de las habitaciones,

tu ojo derecho era la llave

que en silencio abría la imaginación y sus preguntas.

Te sabías tú,

observando desde pequeño,

cuando el mundo era una exploración

a cada segundo;

con el sol acompañándote sin duda alguna.

El mismo de hoy al medio día

con su exacta distancia;

matemática luz e incandescente,

esta memoria de los pasos,

sin huellas.

 

Estas en medio como cada cual, en una disputa inmensa…

Y otra vez resuena aquella canción

en los márgenes de la guerra fría:

las puertas del infierno no prevalecerán.

Son esos reinos imaginarios y crueles que has visto edificar;

son centenarios y retornan con sus antípodas y jueces.

La historia habla de ellos y ellas.

Y aquí están una vez más erigiéndose.

 

Es cierto, al atardecer, cuando voltees,

el viento arrasará las estatuas de sal.

 

Y tú seguirás y seguirás, como otros, hombres, mujeres;

aunque estén recluidos todos,

sabes que seguirán;

a dónde a dónde…

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