El estudio de la Universidad de Stanford señala cuatro posibles causas de la “fatiga del Zoom”: falta de movilidad, una mayor carga cognitiva, ver los rostros en tamaños inusuales a lo normal y observarse a uno mismo en un periodo prolongado.
Redacción Ciencia, 8 de marzo (EFE).- La pandemia ha disparado las videoconferencias, ya sea en el ámbito laboral o con familiares y amigos, pero pasar horas al día en esas plataformas tiene consecuencias como el cansancio. Un estudio identifica cuatro de las causas y apunta algunas soluciones.
El tamaño de las caras en la pantalla, verse uno mismo constantemente en el monitor, la falta de movilidad y una mayor carga cognitiva son los aspectos identificados como causa de fatiga.
El estudio que publica Technology, Mind and Behaviour y firma la Universidad de Stanford (EU) se refiere a este fenómeno como la “fatiga del Zoom”, en referencia a una de esas plataformas, y las evalúa para saber cómo las videconferencias prolongadas pueden causar cansancio.
El autor del informe, Jeremy Bailenson, indica que su objetivo no es criticar estas herramientas, que él mismo usa, sino poner de relieve cómo “las implementaciones actuales de las tecnologías de videoconferencia son agotadoras”.
4 possible explanations for Zoom Fatigue: Excessive amounts of close-up eye gaze, cognitive load, increased self-evaluation from staring at video of oneself, and constraints on physical mobility. #remoteworksolutions #mentalhealth https://t.co/4Hxrl6MEPa
— Virginie Vinel MCIM (@vvinel) March 1, 2021
“La videoconferencia es algo bueno para la comunicación a distancia, pero hay que pensar en el medio: que se pueda utilizar el video no significa que haya que hacerlo”, según Bailenson.
El primero de los problemas identificados es que, tanto la cantidad de contacto visual que mantenemos en las videoconferencias, como el tamaño de las caras en las pantallas “es antinatural” y muy intenso.
En una reunión normal, los asistentes miran al orador, a otra parte o toman notas, pero en una videconferencia todos miran a todos constantemente. Un oyente es tratado de forma no verbal como un orador, por lo que aunque no hable sigue mirando a las caras que le miran y la cantidad de contacto visual aumenta drásticamente.
Otra fuente de estrés es que, dependiendo del tamaño del monitor, las caras pueden parecer demasiado grandes, un tamaño que simula un espacio personal que normalmente se experimenta cuando se está con alguien íntimamente.
“Cuando la cara de alguien está tan cerca de la nuestra en la vida real, nuestro cerebro lo interpreta como una situación intensa que va a llevar al apareamiento o al conflicto”, por lo que al pasar muchas horas en videoconferencias se está en un estado de hiperactividad”, indica el autor en una nota de la universidad.
Una solución que apunta es quitar la opción de pantalla completa, reducir el tamaño de la ventana con respecto al monitor para minimizar el tamaño de la cara y usar un teclado externo para permitir un aumento de la burbuja de espacio personal.
El segundo problema es verse a uno mismo de forma constante durante los chats de video, algo que “no es natural”, y el autor cita estudios que demuestran que cuando uno ve un reflejo de sí mismo, es más crítico consigo mismo.
Por ello, recomienda que las plataformas cambien la práctica por defecto de transmitir el video tanto a uno mismo como a los demás y, mientras, sugiere emplear el botón de “ocultar la vista propia”.
Las videoconferencias “reducen drásticamente” nuestra movilidad habitual, si se compara con una llamada de teléfono que permite caminar y moverse, lo que también supone un problema.
La mayoría de las cámaras tienen un campo de visión determinado, lo que significa que una persona tiene que permanecer generalmente en el mismo sitio y el movimiento se limita de “una forma que no es natural”.
Bailenson recuerda que “cada vez son más las investigaciones que afirman que cuando las personas se mueven, tienen un mejor rendimiento cognitivo”.
En este caso, propone que una cámara externa más alejada de la pantalla permitiría caminar, como se puede hacer en las reuniones presenciales, y considera que apagar el video periódicamente “es una buena regla básica para los grupos”, para darse un breve descanso no verbal.
Por último, señala que la carga cognitiva es “mucho mayor” en los videochats, pues mientras en la interacción cara a cara, la comunicación no verbal es “bastante natural”, a través del ordenador hay que esforzarse más para enviar y recibir señales.
En ese caso, el experto considera que durante los tramos largos de las reuniones se puede hacer una pausa de “sólo audio”. Apagar la cámara para apartar el cuerpo de la pantalla” y para que “durante unos minutos no te asfixies con gestos que son perceptivamente realistas pero socialmente sin sentido”.