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María Rivera

08/02/2024 - 12:01 am

Reformas

"Las reformas que ha propuesto el presidente, son en realidad los ofrecimientos de campaña de su movimiento y, por tanto, de Claudia Sheinbaum".

"Mientras tanto, la oposición aún no define qué es lo que desea para México". Foto: Andrea Murcia Monsivais, Cuartoscuro

Las reformas propuestas por el presidente López Obrador representan la apuesta de Morena de continuar con la transformación de México, una apuesta evidentemente transexenal. Un proyecto compartido por los miembros y políticos de ese movimiento como es la candidata Claudia Sheinbaum, así como los candidatos a ocupar puestos en el Congreso. Me extraña que les extrañe, a muchas personas y analistas políticos, que la candidata respalde dichas propuestas. El discurso que la pinta como una mujer sometida a los designios del presidente proviene de quienes son incapaces de entender que el movimiento en el que milita trasciende a personalidades políticas y se centra en una idea de país, compartida por sus miembros.

Equivocada o no, respaldada mayoritariamente o no, Morena parece tener muy claro que es lo que persigue para México en los próximos años, es decir, para qué quiere el poder. Las propuestas específicas que hará la candidata no serán sino una repetición de lo que este gobierno ha sostenido, con alguna variación, pero no sustancial. No podría ser de otra manera, en un movimiento que se plantea como producto del acuerdo popular. La idea misma del funcionario o político como servidor de la colectividad (sea mera demagogia o no) imposibilita un liderazgo individualista si no es como mero vehículo o incluso encarnación “del pueblo”. Enormes riesgos, por supuesto, implica esta visión de la política, ni hace falta decirlo. El autoritarismo en nombre de las mayorías, la fantasmagoría de una colectividad como una masa unívoca, la cada vez más ominosa presencia de los militares en el ámbito político, etc.

Mientras tanto, la oposición aún no define qué es lo que desea para México, aunque los esbozos que han hecho no dejan de sonar como una franca restauración del orden anterior. Los anuncios del PRI, por ejemplo, lo dicen explícitamente, tratando de convencer a la gente que el pasado era mejor y presentándolo como deseable. No deja de ser una burla, la verdad. Ni deja de ser muy sintomático de que no entendieron nada de lo que ha ocurrido en el país. Como si la única opción que tuviera la oposición fuera volver al pasado y con él al descontento popular que los sacó del poder ¿es en serio? ¿no hay ninguna idea nueva de lo que México necesita, además de la restauración de los privilegios? Una catástrofe, la verdad, que sean los mismos proponiendo lo mismo. Si algo se necesitaría en estos momentos es una fuerza capaz de moderar los impulsos autoritarios de Morena. La propuesta de desaparecer los órganos autónomos, por ejemplo, no ha suscitado una defensa que pueda concitar simpatías en la mayoría, que concuerda con el argumento del presidente de que son instituciones muy onerosas. Claro, los organismos autónomos, además de ser indefendiblemente onerosos, también son indispensables, muchos de ellos, precisamente porque no están sometidos al poder, lo regulan y en no pocos casos, defienden a los ciudadanos de él, como es el caso del INAI o la CNDH. La oposición no se ha dado cuenta que la política es el arte de ceder, de convenir en lo que es razonable y rechazar lo que es inadmisible.

Lo mismo le ocurre a Morena, incapaz de escuchar a sus críticos. En más de un sentido están convertidos en una facción intolerante y ensoberbecida; como si el voto popular les hubiera conferido impunidad total. Es cierto lo que algunos señalan; que una de las pérdidas de este gobierno ha sido la capacidad de diálogo con quienes no comulgan con sus ideas, o son francos opositores. Desde el principio del sexenio se les deslegitimó como interlocutores lo cual fue un terrible error de parte del presidente López Obrador. Las visiones contrarias a las propias no hacen daño, al contrario, enriquecen una visión común y completa del país. La visión maniquea y belicosa de la política y los políticos, alimentada tanto por el presidente como por la oposición, deja muy poco espacio para convenir entre todos qué país queremos. Los mexicanos nos merecemos un gobierno que sirva a todos, no solo a quienes comulgan con sus credos políticos. México es un país complejo y heterogéneo, y todos los mexicanos gozan exactamente de la misma ciudadanía y su voz tendría que ser escuchada y tratada con el mismo respeto, pensemos o no de manera similar. Sería muy nocivo para todos que el próximo gobierno, sea encabezado por quien sea, continuara desacreditando a críticos, no escuchándolos y trabajando solo para una idea que en muchas ocasiones resultó ser contraproducente para la mayoría. Ejemplos hay, pero me ciño a los trágicos saldos de la pandemia y el pésimo manejo que el gobierno federal tuvo en ella.

Justamente, la crítica que la izquierda hacía de los gobiernos anteriores era que se había “privatizado” el gobierno al volcarse a atender intereses ajenos a la mayoría. Hoy podríamos decir que también se ha “privatizado”, pero en nombre de una idea, no siempre fiel a los intereses mayoritarios de la gente. Con buenos y malos resultados, ha transcurrido este sexenio y mal hará Morena en no hacer un ejercicio de crítica para mejorarlo, hay que decirlo. Podrían, por ejemplo, escuchar a sus críticos atentamente en lugar de sencillamente ignorarlos. Ni todo les salió bien, ni todo les salió mal, pero ¿cómo van a corregir si no escuchan? ¿el próximo gobierno, de ser morenista, tendrá la disposición a escuchar, por ejemplo, a las víctimas de la violencia o también dirán que tienen que cuidar la investidura?

Las reformas que ha propuesto el presidente, son en realidad los ofrecimientos de campaña de su movimiento y, por tanto, de Claudia Sheinbaum. Son muchas y variadas, por lo que seguramente se estudiarán, debatirán y se someterán a votación, no solamente en este sexenio, sino en el siguiente si las cuentas le salen a López Obrador, y Morena logra ganar la presidencia. Esperemos que el debate se dé realmente y unos y otros se escuchen, se cambie lo que haya que cambiarse, se acepte lo que haya que aceptarse y se corrija lo que haya que corregirse, por ser inadmisible. Eso, querido lector, por el bien de todos, sencillamente.

María Rivera
María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.

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