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Tomás Calvillo Unna

08/02/2023 - 12:05 am

La vela de la palabra, la flecha del número

“El descuido se convierte en hábito y la confusión impregna los mismos detalles de lo cotidiano”.

“La algarabía del paisaje”. Pintura: Tomás Calvillo Unna.

Rendija:

No es el neoliberalismo, una palabra engañabobos, y de uso fácil para eliminar la complejidad y seguir pensando linealmente. El tema central es la hegemonía de la hipertecnologia en el mundo global y en los intersticios mismos de las localidades. El triunfo del crimen en la política tiene que ver con ello también. Desde Salinas de Gortari hasta el actual gobierno los carteles permean el poder político e incrementan las dosis de violencia necesaria para aterrorizar a la población. No sabemos si en la misma clase política emergerá alguna respuesta plausible para recuperar una transición perdida (que puso énfasis en las instituciones electorales y olvidó el tema vital de la seguridad), se ve difícil, pero las leyes de los ciclos hacen plausible esa posibilidad y las emergencias ciudadanas en ocasiones sorprenden a los pesados pasos de la historia.

 

El frío que estremece

no proviene del clima,

sino de la ausencia de sentido,

que empieza a expandirse

y congelar las conductas

más elementales de cortesía

con la propia vida de cada uno.

El descuido se convierte en hábito

y la confusión impregna

los mismos detalles de lo cotidiano;

la modorra tecnológica asume su dominio,

la Interfaz se apropia de la conducta,

determina nuestras funciones;

piezas de transmisión desechables

en que nos convertimos cada minuto;

desgajados por un festín de emociones

codificadas y controladas cada vez más.

Ya hay muchas voces que lo advierten;

muchas que claman en el desierto.

¿Cuál es el idioma de los dioses?

La profecía es necesaria,

rompe los diques de la realidad

de su inercia natural,

y hace posible vencer al tiempo,

al menos en la imaginación y su credo.

Permite anidar en la cultura

su dosis de rebeldía:

la sangre de eternidad

de la pronunciación…

en su tránsito a la promesa,

al detonar los sentimientos

que fortalecen la virtud

de lo imponderable

como carácter propio de la existencia.

Lo más dramático está oculto

y procesado en los segundos,

apenas vocales y consonantes,

sueltas en su suerte vibratoria

que ayuda al balance

implícito de las cosas,

del día a día, sin el cual,

el caos reinaría a su antojo.

El escribir,

permite aproximar las palabras

a sus acepciones originales,

y retornar al misterio

que perdura bajo la capa

de su practicidad

e incluso del aturdimiento,

cuando pierden

sus márgenes de compresión.

La escritura

es una ofrenda,

un acto de continua veneración,

recuperar

esa conciencia,

implica asumir la distancia

que nos permite proseguir.

El silencio,

es la gruta de la palabra,

en su espejo nace el número;

la identidad en la abstracción,

el signo que palpita

en la hondura del ser

Esa interrogante

que habita el conocimiento;

la vela y la flecha,

el aliento que nos descifra.

La naturaleza del número

es la velocidad,

la fugaz perennidad del poder

en su aplicada ciencia;

el cielo de cabeza:

imágenes punzantes,

el negocio de los deseos

y la ignorancia de los esquiroles.

Es el siglo XXI, su desafío,

y el nuestro:

la resistencia de los vocablos

en su fértil presencia.

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