La exposición “Prima Facie: imagen solo como referencia”, que inició el 13 de diciembre del 2019 y estará en el Museo de Arte de Ciudad Juárez hasta el 1º de marzo, exhibe el trabajo del artista visual Luis Roacho Aguilera, quien relee las fotografías de notas periodísticas de la sección policiaca.
Roacho busca provocar reflexión sobre qué se queda en la memoria de toda la información que consumimos diariamente. En su obra, vemos retratos de víctimas y victimarios, objetos, espacios y escenas de la vida cotidiana en la zona fronteriza.
Por Eduardo I. Reyes Vásquez
Ciudad Juárez, Chihuahua, 8 de febrero (JuaritosLiterario).- La exposición “Prima Facie: imagen solo como referencia”, que inició el 13 de diciembre del 2019 y estará en el Museo de Arte de Ciudad Juárez hasta el 1º de marzo de este año, exhibe el trabajo del artista visual Luis Roacho Aguilera, el cual se basa en la relectura de imágenes de notas periodísticas, propias de la sección policiaca.
Sus líneas temáticas se centran en la relación causal del proceso-juicio-culpabilidad e identidad del procesado como conceptos de producción creativa. La expresión “prima facie” se interpreta como “a primera vista”, y alude a las evidencias primigenias de un hecho delictivo. Su proceso compositivo se concentra en el acto de pintar o dibujar a partir de la acción y efecto de recordar.
Respecto a su intencionalidad, como lo explica Nubia Domínguez en la nota introductoria de la exposición, Roacho busca provocar reflexión sobre qué se queda en la memoria de toda la información que consumimos diariamente. La dinámica de la exposición radica en las relaciones que el intérprete haga del texto-imagen, es decir, título-obra.
Los recursos técnico-estéticos en los que se centra su obra son retratos de víctimas y victimarios locales, así como paisajes y escenas de la vida cotidiana donde ocurren los hechos delictivos, comprendidos como insumos inspiracionales. La paleta cromática de Roacho privilegia el contraste claroscuro. Desde la perspectiva tenebrista, la técnica añade una percepción de tensión, a propósito de las actividades ilícitas que ilustra la obra.
Además, observamos la influencia de las vanguardias como el postimpresionismo y expresionismo, tanto en la técnica como en los ideales que perseguían en sus respectivas propuestas, tales como escenas cotidianas adscritas a una cruda realidad, por un lado, y trazos rápidos ausentes de detalle, por el otro, donde se puede apreciar la textura de las marcas que dejan las pinceladas o la combinación parcial de los óleos para representar la profundidad, luces y sombras. Resulta interesante observar cómo el artista recurre a la censura de algunas partes corpóreas –como rostros, sobre todo el área de los ojos–, o a la difuminación de otros elementos que alude a una incompletud formal y deliberada del objeto representado.
Desde un perspectiva semiótica, percibo ciertos signos que aluden a la contextualización de las notas periodísticas en un espacio de ocurrencia –Ciudad Juárez–, por ejemplo: un par de tiendas de conveniencia (Oxxo y Del Rio), el logo de Carta Blanca, el título la “venganza de Coppel”, un semáforo con el nombre de la céntrica calle “Bolivia”, un popular sacerdote local acusado de violación, autobuses de transporte público en llamas o casas abandonadas conocidas como “tapias”. Dichos objetos, espacios y personas fungen como signos que nos han hecho parte del imaginario colectivo de violencia que se vive (¿y se comparte?) en la zona fronteriza.
La propuesta conceptual es singular bajo el esquema del arte contemporáneo. Si bien el tema de la violencia en estas latitudes es recurrente como estímulo de expresiones artísticas, las producciones no son semejantes. Identifico en la obra de Roacho algunas características de su propuesta: vigencia, elocuencia, provocación y transgresión tanto del contenido como del orden cultural; cada pieza es contextual y simbólica; además, cuenta con rasgos únicos de una sociedad, un momento y una coordenada geográfica específica.
Hago hincapié en la pieza donde ilustra un autobús en llamas. En los primeros días del pasado mes de noviembre leímos alarmantes encabezados en algunos medios de comunicación: “La ciudad está en llamas”, “Juárez arde”, “Viven día de guerra”. La frontera transitó por jornadas de intensa violencia. Encapuchados se subían al transporte público, rociaban gasolina y le prendían fuego; se respiraba tensión, un profundo miedo en el ambiente. Algunos no asistían a trabajar; los estudiantes no acudían a la escuela, las personas arriesgaban su vida al salir de sus casas.
Para el 7 de noviembre, Aristegui Noticias informó que hubo 10 muertos, 6 heridos y 15 vehículos quemados, dispersos por la mancha urbana; dos días después, El Heraldo de Chihuahua reportó 26 muertos y 35 vehículos quemados. Sin duda, estos actos dejaron una honda cicatriz en el tejido social. Ciudad Juárez, una frontera popularizada por sus escenas de violencia, resulta ser un tema de interés para varias aristas del saber, como, en este caso, el arte.
Estos hechos quedaron marcados en el imaginario social; no obstante, su inmediata asimilación se ve afectada por la normalización de la violencia. En este sentido, la propuesta plástica de Roacho nos invita a la reflexión profunda de nuestro entorno a partir del riesgo que rige nuestra cotidianidad.
El autobús en llamas le da forma y color a varios conceptos: impotencia, inseguridad, miedo, incertidumbre, tensión, costumbre, incluso indiferencia, lo que nos lleva a cuestionarnos sobre la fragilidad y replantearnos nuestra (efímera) humanidad.
Más allá de los sentidos que la imagen pueda comunicar, Prima Facie evoca emociones del sentir colectivo, porque aunado a ciclos de violencia somos una sociedad dolida y fragmentada. De esta manera, el pintor, como residente juarense, propone una interesante lectura de la realidad social, de la que es partícipe y en la cual enmarca su obra plástica.