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Antonio María Calera-Grobet

08/01/2022 - 12:00 am

Arde. Estamos determinados a arder

La vida nueva será sólo en gerundio: comenzando, decidiendo, corriendo, ardiendo.

La propuesta es simple para esto que comienza hoy: arder en el amor. Foto: Shutterstock

Melisa Arzate Amaro / Antonio Calera-Grobet

Este año estamos determinados a arder. Nunca hemos sido de medias tintas, ni de sangre de atole, no descafeinados o desnatados. Pero sí que fuimos, hemos sido algunas veces, por la causa que sea, hasta cierto punto extraño, políticamente correctos, mesurados, quizá incluso elegantes para mediar. Hoy eso ya no. No será más. Porque el mundo de ahora, suena más rotundo decir el planeta, no está para trajes de noche, leontinas o stilettos, sino para salir corriendo a las calles, tocar puertas para invitar a la acción y hasta arrancar banderas. Sin miramientos. La vida nueva será sólo en gerundio: comenzando, decidiendo, corriendo, ardiendo, para luego consumar y repetir el procedimiento. Hacia adelante sin parar es la consigna. Acaso parar para ver los mapas y eso incluso queda restringido a un quizás. No quedarse, anquilosarse, enmohecerse, sino ser una magnitud en marcha con la directriz de seguir. No parar. No parar. De eso va.

Y, ahora, lo importante: la materia, la sustancia, el propósito, el qué. Pues es simple, será muy sencillo de identificar y más fácil aún así de asir, porque no será impuesto, forzado, memorizado o sembrado, sino que vendrá del amor más absoluto. Aquello en lo que no pararemos, será en hacer el amor. Construirlo primero, y luego gritarlo, afianzarlo día a día e irradiarlo. Así, queremos invitarte a ti a que nos sigamos, a seguirte, a seguirnos a partir de hoy, hic et nunc, sin demora ni pretextos, a lo más alto que nos queda por hacer en este momento, lo más digno y sensato: la defensa de ese amor levantado por todos. Ya vimos que todo lo demás ha fallado. Los proyectos políticos, las conversiones y las instituciones, cuanto y más los ingentes corporativos y las falsas relaciones afincadas por cualquier razón distinta al querer.

Nada nos respondió, poco funcionó porque incluso los movimientos sociales más genuinos, las participaciones cooperativas más justas, los contratos de compraventa más dignos, todo, absolutamente todo, ha acabado por agotarse, contaminarse, corromperse. Nuestra especie ha intentado durante siglos, lo correcto sería decir milenios, construir algo más allá de sí mismo que valga la pena, para acabar topándose invariablemente con la sorpresa de que nada dura, nada pesa lo suficiente, nada vale la pena ser defendido frente a la tentación de tener más, aparentar algo distinto, imponerse sobre el otro, controlar y mandar, someter, sojuzgar: andar y controlar: nos han sacado no lo mejor de nosotros sino el más puro instinto animal de poner una pata sobre el cuello ajeno hasta hacerlo expirar.

Por eso aquí la reacción, puesta va invertida, como invertido debe de ser el orden de las cosas para cambiar: hacer el nuevo tema y no la variación de la muerte que nos inunda. La biológica y la humana. Si habremos de ser instinto, entonces habremos de serlo solamente para proteger lo que amamos, así sea el llamado de nuestra sangre en hermanos y padres, el cuidado del linaje, la salvaguarda de la pareja elegida o la plantación de la familia en amigos con los cuales la sangre se ha fabricado en laboratorio de las experiencias y las entregas a lo verdadero, lo verdaderamente importante: nosotros. No el dinero. Si esto sucede, lo hacemos aparecer, si esto acontece por nuestra decisión y furia, habremos encontrado la clave para salvar a la humanidad. Y valdrá no por nuevo sino por viejo, habremos tatuado en nuestra agenda ese viejo deseo de poner al humano en la posición de centro, y eso es algo como algo importante, digno de comunicarse sin importar se tilde de nuevo romanticismo: a quién le importa lo que nos miserables asesinos digan, o los revolucionarios del teclado digan, los intelectuales desde el sofá digan con su manicura del otro a través de su teléfono.

Si esto sucede, si como se debe puede nacer, lo hacemos cundir, deberá escurrirse a través de las fronteras y ascender a lo sideral. Porque entonces, sin afeites ni falsos intereses, sin dobles mensajes o pretensiones ocultas de jalar agua para el molino de cada cual hasta convertirlo en una marina privada dejando sin agua a todo un pueblo, habremos demostrado que algo nos importa de verdad, algo más allá de nuestras narices y de los perfumes para tapar el hedor de nuestra mortalidad. Ahora sí que se pondrá buena la cosa porque se tratará de defender el amor, esa escultura que dijimos deberá ser vertebrada por todos, de afianzarla, hacerla caminar como un nuevo contrato social: se pondrá bueno esto porque trabajaremos juntos por nosotros mismos, y no habrá nada más importante que el ardor de la sangre frente a la maravilla de ese amor. La pax de ese amor: el misterio vivo en verdad. Eso nos hará volver. Devolvernos. Nos dará cara, nos dará mirada, integridad. Nos devolverá la idea y la usanza de eso que conocimos como comunidad, a la idea primera del núcleo ligado dentro del hogar o creándolo, fincándolo en donde sea, sobre las cenizas de los muertos pero con las brasas de su memoria ardiendo, los embriones del recomienzo atados a esos surtidores que vienen desde el origen de los tiempos.

Ahí, así, cuando andemos en esto de lleno, nos daremos cuenta que estamos cerca de lo importante. No como alguna vez malcreímos, como lapas mamando del aceite de cosas, productos, mercados, pertenencias, cosas, cuentas infinitas de cosas, joyerías falsas, oropeles, valses de fantasías, propiedades rentadas, sueños prestados. Y esto claro que es y será el reto más difícil que habremos de librar, tan importante como para que en su resolución se nos vaya la vida misma, insistimos: la humana o la biológica: contra felones, usureros, mentidores, enfermos metales adictos al poder. Y ya lo demás vendrá sólo: luego del cuidado de uno por todos, en respeto y humildad ante Natura en sentido doble (como madre y casa, adentro y afuera), no nos queda mucho más por hacer frente a un sistema donde todo lo fracasó. A seguir y derrocar esta muerte. La propuesta es simple para esto que comienza hoy: arder en el amor. Así, ahí es que estaremos esperándote, espéranos, ardamos juntos desde ya.

Antonio María Calera-Grobet
(México, 1973). Escritor, editor y promotor cultural. Colaborador de diversos diarios y revistas de circulación nacional. Editor de Mantarraya Ediciones. Autor de Gula. De sesos y Lengua (2011). Propietario de “Hostería La Bota”.

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