El primer descubrimiento -el de un cráneo y una vasija- se produjo en 2019 durante un estudio preliminar, que condujo a la recomendación de una operación a mayor escala antes de construir el tanque de agua de riego solicitado por la población desde hacía más de diez años. Las “canchas” incas son construcciones muy antiguas -algunos estudios las fechan miles de años antes- que servían como base estructural para viviendas y fortificaciones. Ejemplos de ellas los hay por toda la región andina.
Por Melanie Enríquez
Quito, 8 de enero (EFE).- El hallazgo de doce osamentas en una “cancha” inca en Latacunga, en el corazón de Ecuador, puede arrojar luz sobre los usos y formas de vida en el periodo intercolonial andino, en el que la investigación académica hasta ahora se nutre casi exclusivamente de fuentes históricas.
Los restos, de hace cinco siglos, fueron hallados en Mulaló, una de las diez parroquias rurales del cantón Latacunga, a unos 2 mil 900 metros de altitud, en una operación de salvataje arqueológico iniciada durante la construcción de un tanque de agua para riego.
“Representa un gran aporte porque este periodo en específico es una época poco trabajada arqueológicamente, sólo desde el punto de vista de la historia”, dijo a Efe Esteban Acosta, el arqueólogo a cargo de la operación.
Se trata de un periodo de unos 100 años que se extiende desde 1450 a 1540, y que cubre la transición colonial del periodo incaico a la colonia española.
UNA CRUZ EN EL ARIBALO
A esa conclusión han llegado los investigadores a raíz de algunas vasijas de cerámica típicas de la cultura inca, pero en las que aparecen también una cruz y una letra “W” a la que, por ahora, no se atribuye ningún nombre en particular o sentido.
Se trata, entre otros objetos, de aríbalos, una suerte de cántaro de cuello largo y base cónica antiguamente conocido como “macka” o “puyñun” y que solía ser usado para servir chicha, una bebida tradicional.
También se han hallado unas vasijas “beaker” originarias de aquel periodo, sin asas, que servían para beber, a modo de vaso.
“No se ha visto este tipo de decoración, lo que hace que pensemos que sea de la transición colonial española”, destacó.
Acosta espera que, tras los análisis de laboratorio, el descubrimiento ayude a obtener información sobre “cómo vivía la gente en esa época”, dado que las principales fuentes sobre esas culturas son históricas y no arqueológicas.
En la provincia de Cotopaxi, donde se hizo el hallazgo en una zona rural a una profundidad de menos de un metro, hay otros yacimientos arqueológicos, entre ellos una pared incaica que ha dado paso a varias investigaciones.
Además los hay de otras civilizaciones porque “antes de los incas vivían los panzaleos”, explicó sobre una cultura que se extendía desde Quito, en el norte, hasta Tungurahua, en el sur.
UNA CANCHA DE 13 METROS POR 7
Con poco presupuesto nacional para la investigación arqueológica, en este caso ha sido el alcalde de Latacunga, Byron Cárdenas, quien dio prioridad a la historia y contrató a Acosta para iniciar un trabajo a fondo.
El primer descubrimiento -el de un cráneo y una vasija- se produjo en 2019 durante un estudio preliminar, que condujo a la recomendación de una operación a mayor escala antes de construir el tanque de agua de riego solicitado por la población desde hacía más de diez años.
“Descubrimos una cancha inca rectangular de 13 metros este-oeste y 7 metros norte-sur, un conglomerado de tierra y arcilla que son las bases de la estructura”, explicó el investigador.
Las “canchas” incas son construcciones muy antiguas -algunos estudios las fechan miles de años antes- que servían como base estructural para viviendas y fortificaciones. Ejemplos de ellas los hay por toda la región andina.
Pero a diferencia de las zonas costeras, en la zona alta de los Andes solían ser construidas con piedra.
En este caso, explicó Acosta, faltan los bloques probablemente porque “se las llevaron para construir casas y sólo quedaron poco de las bases”.
En el recinto descubierto en Mulaló se hallaron 12 osamentas muy deterioradas por el efecto de la filtración de agua, pero que tras análisis en laboratorio servirán para determinar si se trata de un mismo grupo familiar o no.
“Lo que está en mejor estado son los dientes de casi todos ellos”, destacó Acosta sobre las posibilidades que se abren para los estudios genéticos y morfológicos.
Algunas de las conclusiones durante esta etapa inicial de estudio es que se trata de esqueletos de un mismo periodo, entre 50 y 100 años, pero sólo las pruebas de ADN podrán confirmar la relación familiar entre los individuos hallados, el género y su edad.
Otro objeto que ha llamado mucho la atención es un anillo en unos de los esqueletos que “no es de cobre ni de metal conocido”, pero que Acosta asegura que no puede ser afiliado a la cultura inca.
PROTEGER EL PASADO
El descubrimiento del extraordinario yacimiento ha requerido la participación de las autoridades para protegerlos de los “huaqueros”, los saqueadores de tumbas, templos y lugares arqueológicos en toda la región andina.
José Maya, gobernador de la provincia de Cotopaxi, explicó a Efe que hace ya “doce años” se tuvieron los primeros indicios de este yacimiento, que entonces paralizaron un proyecto también de agua.
Pero hasta noviembre pasado no se iniciaron los trabajos a fondo y se comenzaron a levantar los restos con la ayuda del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural.
“Hasta el 12 de enero esperamos tener ya levantados los restos en su totalidad, para que con las investigaciones debidas podamos conocer la edad y de cuándo son”, destacó.
La intención de las autoridades es que, una vez terminadas las investigaciones, los vestigios sean devueltos a Mulaló y sean parte del patrimonio histórico y cultural de esta pequeña parroquia rural, donde ya existen algunas casas históricas.