EDOMEX: SIN SOCIEDAD CIVIL, SIN OPOSICIÓN (1)

12/11/2013 - 12:00 am

Algunos lo llaman “el modelo Toluca”: se trata de una sociedad completamente coptada por el PRI, sus instituciones y el gobierno. La sociedad civil apenas existe; el periodismo crítico no pinta. Los partidos de oposición están en manos y al servicio, muchas veces, del Gobernador, lo mismo que la mayoría de las instituciones, incluyendo las electorales. Ese modelo convirtió a un mandatario estatal gris, Enrique Peña Nieto, en un candidato presidencial y luego, en Jefe del Ejecutivo federal...

2 de agosto de 2005. Leonel Cota muestra un CD con los gastos excedidos de campaña de Enrique Peña Nieto. Las mismas quejas que arrastra el actual Presidente hasta la fecha: falta de transparencia. Foto: Cuartoscuro
2 de agosto de 2005. Leonel Cota muestra un CD con las pruebas de gastos excedidos de campaña. Enrique Peña Nieto era candidato a Gobernador y se le acusaba de la misma falta de transparencia que en la actualidad. Foto: Cuartoscuro

PRIMERA PARTE

Ciudad de México, 12 de noviembre (SinEmbargo).– Después de que sonó el teléfono, el funcionario tomó la bocina y puso el altavoz. Presidía una sesión en el Instituto Electoral del Estado de México (IEEM) y todos los consejeros, en la mesa central, se disponían a analizar una queja por supuesto rebase en los gastos de campaña de Enrique Peña Nieto.

José Nuñez Castañeda, el presidente del organismo y un hombre entrado en años, miró  a los integrantes a través de sus espejuelos y con cierta preocupación. Del otro lado del aparato se escuchaba la voz imperiosa de Manuel Cadena, un ingeniero agrónomo que había llegado al epicentro de la política mexiquense y en ese momento se desempeñaba como Secretario General de Gobierno de Arturo Montiel.

–Necesitamos el voto unánime –exigió.

Nuñez Castañeda volvió a mirar con azoro a cada uno de sus compañeros del IEEM.

Lo que Cadena pedía era exonerar a Peña Nieto de cualquier violación por haber gastado casi 200 millones de pesos más en la campaña en la que el candidato del Partido Acción Nacional (PAN), Rubén Mendoza Ayala, había arrancado con más de 30 puntos de popularidad sobre su adversario del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Pero cuya fama se hizo añicos a partir de acudir borracho a actos públicos. El rostro de Peña Nieto, en cambio, apareció en publicidad de manera desproporcional a lo largo y ancho del territorio vecino al Distrito Federal.

En los más de 76 años que el PRI llevaba de dominio absoluto en el Estado de México, era la primera vez que se sentía el peso de la oposición: el PAN se fortalecía por el lado norte del territorio y ganaba los municipios más ricos de la entidad, hasta conformar el llamado corredor azul. El PRD, por su parte, se posicionaba en el oriente al quedarse con los ayuntamientos más poblados de la entidad y del país, como Nezahualcóyotl y Ecatepec.

El partido predominante, sin duda, estaba encapsulado y afrontaba un riesgo inusual.

Además, al IEEM habían llegado reconocidos integrantes de la sociedad civil. Uno de ellos era Bernardo Barranco, prestigiado analista nacional de asuntos religiosos, quien en el momento en que a través del teléfono escuchaba la voz de Cadena pensó: “Me saqué la rifa del tigre”.

Todavía Barranco recuerda la exaltación del otro lado de la línea y jura que a través del alta voz oía los manotazos que Cadena debía haber pegado en su escritorio apenas a 40 días del proceso en el que Peña Nieto había barrido a su más cercano competidor: Rubén Ayala, quien acabó con el mote de El Feo al ser comparado con la galanura del priista, cuya imagen, por esos tiempos, ya era conocida a nivel nacional y era motivo de porras creativas como: “¡Enrique, bombón, te quiero en mi colchón!”.

–Cada uno será responsable de su posición, señor –contestó Nuñez Castañeda.

–Necesitamos el voto unánime –volvió a pedir el funcionario de Gobierno.

Y Barranco sintió miedo.

“Me estaba dando cuenta que nos enfrentábamos a un aparato al que le gustaba la disciplina en todos sus ámbitos”, comentaría después.

Junto con el consejero Gabriel Corona, Barranco consideraba que había elementos suficientes para creer en la sospecha de que Peña Nieto sí había rebasado el tope de campaña.

“Teníamos elementos suficientes. El estado había sido tapizado con publicidad en espectaculares, autobuses, parabuses, bardas; además se divulgaron spots a todas horas en radio y televisión. Mientras el PAN o PRD reportaban gastos de 3 mil pesos en un spot, el PRI decía haber gastado 200 pesos en el mismo”, recuerda.

Al final, Peña Nieto fue exonerado por mayoría aunque en el dictamen se  incorporaron diversas observaciones, entre ellas las de Corona y Barranco, en torno al monitoreo que se realizó a los gastos efectuados por la Alianza PRI-PVEM.

Poco tiempo después, el consejero Corona enfrentó una acusación que le cambió la vida: su chofer dijo ante los tribunales que el consejero lo acosó sexualmente. Después fue destituido.

“El gobierno le jugó esa trampa a Corona”, dice Barranco, a cuyo hijo lo amenazaron.

El chico llegaba una noche a casa después de correr. Un auto oscuro se le acercó y le preguntó: “¿Eres hijo de Bernardo Barranco?”.

El muchacho, despavorido, corrió en sentido inverso al auto y escapó.

Su padre supo que el mensaje era claro: venía de Toluca por incomodar al régimen.

***

14 de enero de 2005. La aplanadora. Aunque nadie daba un peso por él, dicen los analistas, el control vertical lo posicionó durante su mandato. Foto: Cuartoscuro
14 de enero de 2005. La aplanadora. Aunque nadie daba un peso por él, dicen los analistas, el control vertical lo posicionó durante su mandato. Foto: Cuartoscuro

Enrique Peña Nieto, actual Presidente de México, asumió la gubernatura con el reto de frenar lo que hasta con Montiel parecía un impecable levantamiento opositor en el Estado de México. A finales de la década de los ochenta, los grupos de poder político locales sufrieron una inusitada escisión que ponía en riesgo la homogeneidad priista que había garantizado más de siete décadas gobiernos ininterrumpidos del PRI y con ello un control absoluto en cada región mexiquense.

Todo lo detonó uno de los líderes de una de las dinastías más importantes de la entidad, e hijo de Alfredo del Mazo Vélez, ex Gobernador del Estado de México y posteriormente Secretario de Recursos Hidráulicos de la Presidencia de Adolfo López Mateos. Al final del sexenio de Miguel de la Madrid, la designación del candidato desgastó la relación de Carlos Salinas de Gortari y Alfredo del Mazo González, quien fallidamente intentó madrugar al Presidente de la República para que la élite política lo apoyara a él y no a Salinas.

“¿Dónde está la variante entre los grupos del Estado de México y el resto del país?”, se pregunta Rogelio Hernández, quien es una autoridad sobre el estudio político de la entidad al doctorarse con la tesis Amistades, Compromisos y Lealtades: líderes y grupos políticos en el Estado de México (1942-1993). Sentado en su cubículo del Colegio de México, donde se ha convertido en uno de los investigadores y académicos más prestigiados en el tema, contesta: “Que han desarrollado una variante de civilidad durante las competencias. De tal motivo que sus conflictos nunca han puesto en riesgo el dominio de la élite en el Estado”.

El PRI local se protegía de lo que los priistas de la entidad consideraban una amenaza latente: el Distrito Federal y la élite nacional. “El PRI sí intervenía en los estados, cuando observaba que había una élite fuerte en las entidades trataba de controlarla. Acotaba su poder amenazante”, dice Hernández mientras a sus espaldas se oyen sonetos suaves de Vivaldi, el genio de la música que compuso 770 obras.

Las élites locales que tanto se cuidaban para no abrirle la puerta al priismo nacional, tenían al grupo nacional con la mira puesta.  “Después de lo de Del Mazo sí hubo fracturas importantes y el gobierno federal intervino”, dice Hernández. Los conflictos se prolongaron durante varios sexenios. Pero la situación se agravó durante el proceso de elección de Arturo Montiel y se puso todavía peor en el siguiente cuando Montiel designó candidato a Peña Nieto en vez de a Isidro Pastor, un hombre calvo y de cabeza ovalada que era principal operador en la administración en turno, amigo del Gobernador y visto por una ala de la élite regional como uno de los favoritos para llegar a la Casa de Gobierno de Toluca.

Cuando el joven Peña Nieto tomó posesión como Gobernador, casi nadie le dio el voto de confianza. Pocos se atrevieron a jugarse su reputación por él. Enfrente tenía el reto más grande para impedir que se abriera más la puerta por la que en las siguientes elecciones, las intermedias de 2009, el PAN o PRD se acercaran al Palacio de Gobierno, con el riesgo de que al 2011 su partido perdiera la gubernatura.

“Muchos no le dimos futuro como Gobernador; Peña Nieto debía frenar el triunfo de la oposición y reconstruir a la elite de su partido”, dice el doctor Hernández en un gesto de honestidad al reconocer que no veía cualidades en un político cuyas máximas aspiraciones habían sido la de ser Senador de la República hasta que la vida le puso una oportunidad superior.

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El PRI mexiquense borró a la oposición de los corredores. Arrebató a PAN y PRD sus bastiones más preciados de los últimos 12 años, con lo cual modificó la geografía política de la entidad. Peña Nieto tomó el poder con apenas 54 municipios gobernados, pero en sus primeras elecciones se quedó con 95 de un total de 125 que hay en la entidad. El triunfo contundente también se reflejó en el Congreso de Toluca al obtener 40 de las 45 diputaciones locales de mayoría.

–¿Cómo lo hizo Peña Nieto? –se le pregunta al doctor Rogelio Hernández, cuyo estudio desentraña las particularidades de una élite local que se ha singularizado en la historia mexicana y muestra cómo se forma un grupo político, cuáles son sus motivaciones e intereses que hacen posible que un conjunto se comprometa con un líder y trabaje para él, para la política y para sí mismo.

–Peña Nieto mostró habilidad política nata. Aprende muy rápido. Segunda característica: ¿Cómo lo logra? Aquí podemos hablar de cosas relacionadas al sistema de trabajo: la elite es enormemente controladora, es enormemente vertical, no tolera las discrepancias ni las disonancias y tiene una estructura de vigilancia y de control de la que no necesariamente es consciente el Gobernador.

Contra todas las predicciones, Peña Nieto resultó más político de lo que se le concedía y empezó a demostrarlo desde sus primeros días.

Mientras muchos no le dieron futuro como Gobernador, el ex Diputado local no sólo desapareció a la oposición sino que reconstruyó a la elite como no lo hicieron Montiel, César Camacho Quiroz o Emilio Chuayffet. Desarrolló habilidades como ninguno de ellos. Logró gobernar no sólo los seis años, y a su manera, con cierta estabilidad política. Y ahora es el Presidente de la República.

Eso sí: durante y después de su gobierno hay críticas de defensores de derechos humanos y sospechas de organismos que defienden la transparencia y combaten la corrupción.

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La mañana del 5 de julio, cuando el frío del Nevado de Toluca dejaba sentir todo su ímpetu hasta Atlacomulco, Peña Nieto se acercó bien abrigado a la casilla de votaciones seguido de un enorme ejército de reporteros de México y el extranjero.

Nunca antes un Gobernador de la entidad fue seguido con tanto interés por los medios de comunicación como él. Los atrajo, basado en una popularidad que desde entonces lo colocaban como el presidenciable número uno.

–¿Es el ensayo de Peña Nieto con miras al 2012? –se le preguntó ese día al Gobernador. Es decir, tres años antes de que llegara uno de los mejores días de su vida.

–No voy a caer en las especulaciones. Lo que importa es el desarrollo de nuestra democracia –dijo con cierto aire de seriedad.

Esa vez Peña Nieto no apareció acompañado de su entonces novia, la actriz y protagonista de las telenovelas más populares de Televisa: Angélica Rivera. Cuando se dio la vuelta para subir a una camioneta fue asediado por una multitud de simpatizantes. El Gobernador hasta se dejó besar en la mejilla por un jovencito de unos 18 años.

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Hace 50 años la vida de los políticos en la ciudad de México se apreciaba distinta a como se observa hoy. Los funcionarios gozaban de un alto respeto y jugaban un papel importante entre mezclados en la sociedad. La diferencia profesional era muy tenue: ser profesor universitario y ser priista daba exactamente lo mismo, no se apreciaba la diferencia. Era normal, por ejemplo, que los priistas, funcionarios de gobierno en activo, dieran clases en la UNAM, sin que nadie les dijera nada. Al contrario: era un acto de prestigio. Los políticos también tomaban a un ciudadano del brazo y caminaban con él por la calle y a su paso medio mundo los saluda con admiración y respeto.

Todo eso que es asunto del pasado en la capital.

Humberto Benítez todavía estaba al frente de la Procuraduría Federal del Consumidor [Profeco] cuando se le entrevistó. Eran días en que el diluvio político estaba por venírsele encima, luego de que su hija menor llegara a un restaurante de la colonia Roma, pidiera una mesa y como le negaron la que le gustaba, porque estaba ocupada por otros clientes, la chica tomó su celular, hizo una llamada y minutos después llegaron supervisores de la Profeco a clausurar el negocio.

El motivo de la charla con Benítez era saber para qué había sido nombrado en esa Procuraduría, después de ser el Secretario de Gobierno de Peña Nieto en el Estado de México.

El funcionario vestía un traje gris impecable y contó: “Traigo atrás el prestigió de la Procuraduría General de la República (PGR)”.

Fue titular de esa dependencia en 1994 y advirtió que llegaba a la Profeco con mano firme para evitar abusos a los consumidores. Y dio un ejemplo propio: como lo engañaron al comprar huevos, inmediatamente mandó clausurar el área de comestibles de una cadena de supermercados.

Después sacó a relucir con una seriedad absoluta ese estilo del pasado. Dijo que en sus clases, las que imparte en la Universidad Autónoma del Estado de México, alertaba a sus alumnos diciéndoles que cuando fueran a las tardeadas o bares se cuidaran de no beber demasiado porque tenía reportes de que seis de cada diez copas que se servían eran adulteradas y que ya tenía en la mira a algunos negocios.

Todavía como funcionario federal mantenía esa tradición de priistas del Estado de México: se levantaba temprano, iba a dar cátedra y después asumía sus labores en la Profeco. “Esto hace que haya un entrelazamiento en la vida social o académica que no se encuentra en otras entidades”, dice el doctor Hernández.

El maestro-funcionario convive con sus alumnos en el Estado de México, comparte sus teorías, sus principios y los universitarios lo reconocen.

“Lo que los alumnos ven en el Estado de México del priismo es una cara distinta a la de su comportamiento político. Es decir, ven al funcionario priista, no ven  al corrupto, al que compra votos, al que opera en instituciones, al que reúne gente, ¡no! Lo que ven es al profesor universitario que da clases, y esta es una visión totalmente distinta. Usted me va a decir eso pasaba en la UNAM: ¡sí! Pero de eso hace 40 0 50 años del siglo pasado”, agrega el investigador del Colegio de México.

Mañana: Tolerancia cero

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