La Biblioteca Vasconcelos no es la catedral de la lectura que prometió Fox ni la obra rehabilitada que propuso Calderón. El acervo y los lectores son mucho menos de lo proyectado y la humedad no cede
Tal vez lo más valioso de la Biblioteca Vasconcelos sea la libertad de deambular por sus inmensos espacios, tomar el libro que te place, arrellanarte en un sillón o salir al jardín y al leer, dejar que el mundo que te rodea se esfume en lo indistinto, como dice Ítalo Calvino en Si una noche de invierno un viajero.
Pero en la Vasconcelos lo que te rodea no es la televisión, como en la novela del italiano, sino la belleza del palacio futurista construido con mármol, acero, granito y madera. El techo y las paredes de cristal, permiten una luz plena. La estantería colgante de libros parece ir a tu encuentro y los jardines botánicos son este otoño un paisaje irreal.
Por dentro, el recinto es espectacular y “espectáculo a la vez”, como dice el libro Biblioteca Vasconcelos Library , coeditado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) y la Dirección General de Publicaciones.
Estás como en un ensueño, recorriendo la estantería y los espacios de lectura, cuando una gota fría te despierta. Viene de lo alto y te cayó en el brazo. Lonas comunes de plástico buscan proteger al palacio de esa humedad, como en las casas de los más pobres.
No es una imagen agradable. Es como descubrir las cortinas hechas jirones en una mansión, rasgada la ropa de un príncipe.
Sin embargo, “nuestros usuarios no se quejan de estas condiciones puesto que se les sigue atendiendo y cubriendo sus necesidades tanto de información como culturales”, dice Conaculta en un comunicado a petición ex professo.
LA MAGNA OBRA DEL GOBIERNO DE LA ALTERNANCIA
La magna obra de Vicente Fox fue construida en medio de una polémica que no terminó con su edificación. La biblioteca costó unos mil 300 millones de pesos, según cifras oficiales; más de dos mil millones de pesos, de acuerdo con el ex diputado federal del Partido de la Revolución Democrática, Alfonso Suárez del Real.
Iniciadas en febrero de 2004 las obras preliminares, el recinto fue inaugurado en mayo de 2006. Menos de un año después, en marzo de 2007, tuvo que ser cerrado durante 20 meses, por fallas en su construcción, incluidas filtraciones de agua.
Reabierta en diciembre de 2008, la presencia de humedad en muros y goteras prevalece. Reportes de prensa de febrero de 2012 indicaron que ésta era atajada incluso con cubetas. Nosotros ya no vimos cubetas. Ese febrero, la directora de la Vasconcelos, Patricia Hernández Salazar, atribuyó el problema a escurrimientos de agua a través de las ventanas debido a lluvias, no a goteras.
A nosotros, el Conaculta nos señala:
“Se están realizando los trabajos de impermeabilización en el techo y en las terrazas. Al retirar la impermeabilización anterior, el techo queda desprotegido y cuando llueve hay filtraciones parciales. No es un problema de la Biblioteca, sino de los procesos de impermeabilización. Se han concluido estos trabajos en el Edificio C, en el que ya no tenemos filtraciones.
Como medida de protección para evitar que los libros se mojen, se pasó la colección del séptimo piso al sexto, esto ha protegido los materiales y el servicio se sigue dando normalmente”.
Para Suárez del Real, las humedades en la Vasconcelos, sólo podrán desaparecer “colando de nuevo todos los techos” , una medida que parece salomónica, que resultaría muy costosa y que prácticamente implicaría rehacer la biblioteca.
De acuerdo con el ex legislador federal, el problema real fue la intensa presión que ejerció el entonces Presidente Vicente Fox para que fuera inaugurada la obra, días antes de que iniciara la veda electoral en el contexto de las campañas políticas con miras a las elecciones de 2006. Ante el acoso, falló el proceso del colado, responsable de las infiltraciones, señala en entrevista.
Confía, sin embargo, en que “algún ingeniero, arquitecto del Politécnico o de la UNAM, que son muy ingeniosos, pudiera dar alguna otra solución…”. Ex diputado federal de 2006 a 2009, Suárez del Real, en su calidad de secretario de la comisión de Cultura, durante la LX Legislatura, fue uno de los que interpuso demandas penales y administrativas en septiembre de 2007 por desvío de recursos y fallas en la construcción de la biblioteca contra quien resultara responsable, ante la Secretaría de la Función Pública y la Procuraduría General de la República.
Con respecto al desvío de recursos, entre otras irregularidades, “detectamos un sobreprecio en los anaqueles. A cualquier persona, la empresa J.M. Romo se los vendía en aproximadamente (en) 500 pesos cada uno; la biblioteca los compró en poco más de tres mil pesos”.
“Pero quien puede explicarle mejor toda esta problemática es Fernando Larrazábal”, nos dice. La ejecución del proyecto de la Vasconcelos, estuvo a cargo del Comité Administrador del Programa Federal de Construcción de Escuelas (CAPFCE), cuyo director era Fernando Larrazábal, exalcalde de Monterrey y ahora diputado federal.
Larrázabal fue alcalde de Monterrey cuando un grupo armado atacó e incendió el casino Royale, con un saldo de 52 personas muertas. Su hermano se vio envuelto en un escándalo por corrupción para otorgar permisos para negocios de esa especie. Pese a una controversia, Larrázabal no se retiró ni de la alcaldía ni de la vida política.
Larrazábal ingresó a la política nacional por invitación del ex presidente Vicente Fox. La construcción de la megabiblioteca quedó bajo su encargo. Pero no cumplió a cabalidad: la construyó en terrenos irregulares y de manera apresurada.
Las demandas no prosperaron, en parte porque el CAPFCE desapareció del organigrama del gobierno federal en 2008
Solicitamos vía mail entrevista con Larrazábal. El correo electrónico del político que proporciona la Cámara de Diputados ([email protected]) debe tener algún problema, porque Internet nos lo regresa (delivery has failed). Telefónicamente tampoco lo localizamos.
TUS FALLAS NO ME SORPRENDEN, BIBLIOTECA
A la arquitecta Fernanda Canales no le parecen extrañas las fallas en la Vasconcelos. “Los tiempos de construcción fueron sorprendentemente cortos para algo de esas dimensiones (el edificio de la biblioteca mide 44 mil metros cuadrados)”, nos dice en breve entrevista. Considera que no es, necesariamente, un problema estructural, sino de “sellado, de impermeabilizantes”. Considera que ello es responsabilidad de la constructora.
Para Canales, la Biblioteca Vasconcelos es una de las obras arquitectónicas más relevantes no sólo de México, sino a nivel internacional.
La biblioteca consta de tres edificios alineados e interconectados, de seis niveles cada uno; la rodean 26 mil metros cuadrados de jardín. Se encuentra en un terreno de más de tres hectáreas y está ubicada en la zona norte de la Ciudad de México, a un costado de la antigua estación de ferrocarriles de Buenavista.
En el artículo Paraíso encallado, publicado en el periódico El País en julio de 2006, Fernanda Canales, escribió que “junto a (un) complejo engranaje al que se suman mercados ambulantes y tráfico, la biblioteca se vuelve introvertida e irreal”. Lo que no niega Canales en ese texto es que “por dentro, el espacio resulta espectacular”.
“A estas alturas, la belleza de la Vasconcelos resulta irrelevante”, afirma, a su vez, Valentina Olmedo, pintora y arquitecta, profesora de la escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda. “Es una gran burbuja que se quedó aislada del contexto que está alrededor”.
Uno de los argumentos que motivó la edificación de la mega biblioteca fue la regeneración e integración del entorno urbano, como sucedió con el Centro Georges Pompidou en Francia o el Museo Guggenheim de Bilbao. Donde ahora está el Guggenheim, se ubicaban industrias siderúrgicas y tras la edificación del museo, la zona empezó a atraer hoteles, comercios, centros culturales, lo que transformó la faz del lugar; una situación similar ocurrió con el Pompidou, explica Olmedo en entrevista.
Eso no ha ocurrido en torno a Buenavista. El recinto se proyectó “sin un plan de regeneración. Parece haber sido creado para permanecer aislado, ¿cuántas cosas hay alrededor que sean atractivas para uno?”, pregunta.
La Biblioteca Vasconcelos fue el mejor plan que encontró el equipo de Vicente Fox para hacer realidad la consigna “de hacer de México un país de lectores”. Sin embargo, ¿qué tanto ha contribuido a ello?
En ese sentido Olmedo considera que la biblioteca es un elefante blanco. “No creo que haya cambiado algo al respecto. ¿De veras ha fomentado la lectura? ¿ Has oído anunciada la Vasconcelos en algún medio masivo de comunicación?, ¿quién la conoce?”, pregunta.
Recorremos las instalaciones. En la fonoteca hay jóvenes practicantes de piano y violín. La sala multimedia está llena y todo mundo ve películas. En la hemeroteca, más que revistas, se leen periódicos, principalmente lo hace gente mayor. Vemos algunos ciegos con bastones. En las salas de lectura hay de todo: desde jóvenes y adultos estudiando, hasta adolescentes librando batallas en la computadora con sus videojuegos. Otros andan en el feis. Un matrimonio y su hija enseñan de plano la hoja de la tarea en el módulo de orientación; ahí, les sugieren un libro.
Vamos a las calles que rodean el recinto y preguntamos a los andantes si conocen la Vasconcelos. Una señora, en la calle Aldama, nos dice que sí, que junto con sus hijos fue a ver una exposición de huesos. Dos jóvenes nos cuentan que van unas tres veces por semana a hacer la tarea. En la Aldama está la base de peseros de la ruta número 18. Dos choferes atajan el sol recargados en una pared de la Vasconcelos. Nos dicen que han ido muchas veces al recinto con sus hijos “para la tarea”. La verdad es que no encontramos a alguien en los alrededores que nos diga que no ha ido a la biblioteca.
ACERVO Y VISITANTES NO HAN CRECIDO
La Vasconcelos tiene previsto servir a cuatro millones de visitantes al año. Por ahora esa meta no se ha alcanzado.
De acuerdo con el Conaculta, la biblioteca recibe a casi un millón 905 mil 811 visitantes al año. Cada día acude al recinto un promedio de cinco mil 294 personas y al mes, uno de 158 mil 818.
La mayor parte de los visitantes, 70 por ciento, tienen entre 13 y 31 años; le siguen los de 32 a 41 años, 20 por ciento, y después los niños de hasta doce años, cinco por ciento. Los que menos visitan la biblioteca son los adultos de 41 a 60 años, tres por ciento, y los adultos mayores, dos por ciento.
Otra meta no alcanzada se refiere al acervo. Se pretende albergar dos millones de volúmenes y actualmente se cuenta con 580 mil. Este año se adquirieron 38 mil, 827 volúmenes, entre los que se cuentan libros, material multimedia, música y audiolibros.
Ese material se seleccionó con base “en solicitudes de nuestros usuarios. Las áreas que más crecieron fueron las de Ciencias puras y Ciencias aplicadas”, señala el Conaculta.
Casi acostada en un gran sillón, Alejandra, una adolescente de 14 años, lleva más de una hora absorta en la novela Arrancad las semillas, fusilad a los niños, del japonés Kenzaburo Oé. La encontró en su recorrido por la estantería y dice que la eligió porque le llamó la atención el título y que no ha podido parar de leerla.
Sin embargo, las tres novelas más leídas en la Vasconcelos, tanto para lectura en sala, como para préstamo a domicilio, son en su mayoría de autores americanos, en especial latinoamericanos. Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez; Eso, de Stephen King, y Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco, según información del Conaculta, que nos reporta también que unos 150 ciegos visitan la Vasconcelos cada semana. Hacen uso de 300 títulos y tres mil 582 tomos en sistema Braille, así como de seis mil volúmenes de audiolibros.
Una razón más que dio el gobierno de Fox para construir el recinto, fue la creación de un centro neurálgico para interconectar más de siete mil bibliotecas.
De acuerdo con el Conaculta:
“La Dirección General de Bibliotecas, a través de la Biblioteca Vasconcelos, dispone de un sólido equipamiento tecnológico concebido como el Cerebro de la Palabra, que le permite: almacenar y preservar, para su consulta en sitio, archivos digitales. Resguardar el catálogo colectivo de las Bibliotecas Personales; Biblioteca de México y Biblioteca Vasconcelos. Administrar cuatro páginas web (entre ellas la de el Conaculta). Administrar una plataforma de siete mil 400 direcciones electrónicas que conforma la primera red de virtual de bibliotecas públicas.
“Ha digitalizado (además) seis millones de páginas procedentes de las Bibliotecas Personales y del Fondo Reservado de la Biblioteca de México”.
El arquitecto mexicano Alberto Kalach, líder del equipo que proyectó la Biblioteca Vasconcelos, concibió a ésta como “un arca portadora del conocimiento humano, inmersa en un exuberante jardín botánico”.
Lo que aún no funciona en el recinto son la cafetería y el invernadero. Durante el cierre de la biblioteca en 2007, se perdió el 70 por ciento de las plantas, especies endémicas en su totalidad.
En febrero de este año, se anunció una inversión de 17 millones de pesos para revivirlo y rehabilitar los jardines exteriores. El hecho es que el público aún no puede visitar el invernadero.
Entramos al criadero y encontramos todavía un montón de plantas en desorden, en macetas metálicas y de plástico. Los trabajadores no supieron decirnos cuándo se abrirá al público.
De acuerdo con el Conaculta, a la Biblioteca Vasconcelos sólo le corresponde pagar el mantenimiento a los Arcos de Seguridad, que asciende a 81 mil 653 pesos mensuales, y el de mantenimiento a elevadores, con un costo mensual de 122 mil, 585 pesos. “La otra parte del mantenimiento está centralizada en los programas generales que realiza la Dirección General de Administración del Conaculta”.
La institución nos proporcionó la información citada vía mail, por medio del trabajador Alejandro Cárdenas y la directora general de Comunicación Social, Delia Peña. En principio, solicitamos una entrevista con Patricia Hernández Salazar, directora de la biblioteca. Sin embargo, ésta fue declinada. No se explicó la razón de ello.
Alejandra se enoja porque su papá le dice que tienen que irse. No pudo terminar la novela del japonés. “¡Me la tienes que comprar!”, le advierte. Nos cae otra gota de agua.